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del mayor Stephen S Tucker, el cual había servido ano teriormente en los rifleros montados de los Estados Uni· dos Tucker era un excelente militar, puntual en el cumplimiento de sus obligaciones y estricto en lo de ha– cer cumplir las suyas a los demás Stewart, el capitán de lo guardia, era un hombre bullicioso y charlatán, cu– yas opiniones sobre los negocios públicos los había ad– quirido principalmente en los corrillos de las tabernas de los pueblos mineros de California, y los ideas de Tucker respecto de la disciplina y del cumplimiento del deber, resultaban sumamente desagladables para un hombre acostumbrado a adular a los demás con el fin de granjearse su benevolencia y sus favores Desde el primer día Tucker se mostro severo con sus subalternos y aspiraba a que éstos lIegdsen a ser los mejores sol– dados de Rivos Durante un tiempo obtuvo un resulta– do admirable, y probablemente habría logrado todavía más, a no haber sido por la necia garrulería del ca– pitán de la guardia

Al siguiente día de la llegada de Stewatt y su gente se paso revista a toda la tropa en Id plaza de Rí· vas, y Walker le dirigio la palabra can el objeto de le– vantar los ánimos decaídos por lo del Jocote y el revés sufrido por Caycee en el Tránsito Analizo la conducto seguida por los costarricenses al principio de la guerra, haciéndola contr(lstar con la política adoptada después por los Aliados, lo que demostraba que éstos habían sido humillados en el conflicto con los americanos Alu– dio también a los esfuelzos que se hacían para que la tropa faltase a la fidelidad debida o su bandera, tra– tando de hacer aparecer o su jefe como un egoísta y

un ingrato Dijo que para los americanos era un insul– to suponer que servían a un jefe; servían una causa y no a un hombre; y al preguntarles los Aliados qué re– compensas habían recibido y cuáles eran las gracias concedidas por los sufrimientos de RiVas, Masaya y Gra– nada, no hadan más que evocar nombres que debían llenar el alma dé los soldados de devocion yentusias' mo parla causo que estaban sosteniendo La perorata fué brevE!, pero hizo efecto en los oyentes y durante va' rios días la gUQrnicion se mostro animosa.

El 13 fue Caycee a San Juan con sus batidores pa– ro traer o Rivas las cartas y los periodicos que llegaron de Panamá en el Sierra Nevada En este vapor venía Titus de pasajero yero portador "-según dijo más tarde Lockridge-'- del infolme oficiol sobre los;sucesos del río; pero Walker no recibía este informe hasta muchos días después de haber llegado Titus a Rivas, y esto en forma de duplicado y por el siguiente vapor que trajo el co– rreo de San Juan del Norte De suerte que por algún tiempo las principales noticias sobre los acontecimien– tos del San Juan provenían de Titus y, como puede ima· ginarse fácilmente, eran muy inexactas . No había es– tado mucho tiempo en Rivas este individuo cuando ya sus informes eran tenidos como de ningún valor; por– que sucedio que durante la enfermedad de uno de los edecanes de Walker, se /e raga a Titus hacer sus

ve~es en el estado mayor del general en jefe, y en la pnmera comision que se le confio debiendo acercarse a un punto en que los Aliados y los americanos se en– contraban frente a frente, Titus, no atreviéndose a po– nerse al alcance de las balas enemigas; interrogo d un

s~~dado y trajo al cuartel general el informe que éste le diO, como si fuese un hecho averiguado Un momento después del regreso de Titus salio a caballo· Heningsen y los iMormes que a su vuelta le suministro a Walker

eran entelamente contrarios a los de Titus No es me– nester decir que se prescindio en el acto de sus servi– cios

Desde el primer instante Walker no tuvo confianza en las nolicias traídas por Titus sobre los asuntos del río No se le dio ningún puesto en el ejército; al contra– rio, cuando solicito que se le enviase a los Estados Uni– dos para actuar oficialmente en nombre de Nicaragua le fué denegada su peticion No obstante que tenía cier– to fachada, tan solo los observadores supelficiales po– dían engañarse acerca de su verdadero carácter Su aire era demasiado el de un perdonavidas para inspi– rar confianza en su honradez y leoltad Por el relato 'lue se hará de su conducta posterior, se podrá llegar a saber algo del hombre que al solh de Nueva Orleáns se jacto de que no pasarían muchos días sin que el río San Juan quedase expedito para los americanos A las dos de la madlUgada del 16 salio Walker para San Jorge con unos 400 hombres efectivos, dos ca– ñones de fierro de seis, un obús de a doce y cuatro morteros pequeños Henningsen acompaño estas fuer– zas para dirigir las apelaciones de la artillería El ene– migo había sido reforzado con gente recién llegada de Guatemala y Costa Rica y pasaba de 2 000 hombres; el día anterior, precisamente, una columna de cuatro– cientos o quinientos soldados había sido transportada en el vapor del lago desde Tortugas, punto situado a unas diez leguas al sur de La Vil gen, hasta San Jorge Sin embargo, al amanecer ya se habían apoderado los americanos de una iglesita situada a unas seiscientas yardas de la plaza donde estaba el enemigo Poco des– pués de tomar esta posicion, los cañones de seis rom– pieron el fuego contra los Aliados Se colocaron hom– bres en los árboles para observar la caída de las ba– las, porque la espesa vegetadon que rodeaba el pueblo no permitía tener una vista despejada de la plaza, de modo que hasta cierto punto era necesario apuntar los cañones al azar. También se dispararon granadas de doce libras con los morteros, y si hubiese habido ma– yor cantidad de estos proyectiles, el fuego de las piezas habría hecho mucho Las pocas granadas que se dis– parqron, no dejaron de causar daño al enell'1igo Entre los incidentes característicos de ese día, puede citarse lo ocurrido al coronel Henry. Este había quedado en Rivas en cama; pero durante el fuego de artillería lie– go montado en su mula para recibir otra bala enemiga antes de que terminase la jornada

En tanto que la artillería hacía llover balas lasas y granadas sobre la plazo mayor, Tucker estaba constr u– yendo con su Guardia de la Estrella Roja un parapeto a unas 75 u 80 yardas a la izquierda y más allá de la iglesia ocupada por Walker El sitio en que traba· jaba Tucker lindaba con el camino que conduce en de– rechUla a la plaza y éste lo iban preparando para em– plazar en él un cañon que desde allí habría causado mucho daño a los Aliados; pero éstos observaron lo que

hacía la gente de Tucker y antes de que Se terminase el parapeto varios centenares de los recién llegados cos– tarricenses salieron de la plaza y, avanzando por entre los plotanares, cayeron con furia sobre la Guardia de la Estlella Roja Tucker pel.eo fieramente durante varios minutos y su gente mostro tener buen ánimo y trabajo bien con sus fusiles Minié; pero era tal el número de los enemigos que se vio obligado a retirarse a la igle– sia, después de tener varios muertos y heridos. Los diversos caminos y senderos sifuados a refa-

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