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El Talmud -del cual ofrecemos aquí un parvo florilegio- es una de esas obras colectivas del ge– nio de una raza que en la literatura universal hacen de lejos el ruido de los grandes ríos. Como un gran Danubio azul o como el marino Amazonas, corren a lo largo de [a historia literaria, trazan en ella su ancho y hondo surco y todo lo llenan con el fragor de sus aguas; llenas de naves y de légamo: filtran su raudal de vida en miles de libros que son sus afluentes; marcan temidos meandros, dejan algo de su nutricio légamo en las notas de las obras eru– ditas y logran mezclar así sus aguas antiguas y

graves con las trenzas revueltas de los modernos rios. Nadie los ignora; muchos son los que han gustado el sabor de sus aguas o se han mirado un momento en su corriente; pero poquísimos son, en realidad, los que han remontado su curso y Ilega~

do hasta su escondido venero, como no sean esos atrevidos y plácidos nautas que enconecen, nave– sondo por los grandes ,íos antiguos, ,en las trirre– mes de la erudicion, arrojando sus redes a las

sombr~s que corren con sus aguas.

Así el Talmud, la enorme obra del genio he– braico, émula en su ingencia del antiguo templo solomonico y como él reedificada dos veces. Pocos serán los que no hayan oído hablar del venerable libro; pero poquísimos serán también los que de él conozcan olra cosa que el nombre o algún frag– mento mutilado que no colmo su curiosidad y que, como el hallazgo de un nido vacío, avivo aún más en ellos el anhelo de apresar e[ pájaro maravilloso.

y se comprende que así sea. Porque circunstancias historicas han hecho del Talmud, aún más que de la Biblia, el libro hebraico por excelencia, aquel en que su genio singular más claramente se reconoce

y con el que más absolutamente se identifica en un recíproco cambio de virtudes y de augurios faus– tos y adversos. El Antiguo Testamento, no o~stan­

te su absoluta médula hebraica, ha llegado a ser un libro universal, por [a amplia difusion de sus esencias cristianas; pero el Talmud, posterior a la Biblia, formado de reminiscencias y tradiciones, en las épocas más adversas de la historia israelita, en– tre sangre y lágrimas, en las vísperas desasosega– das de las dispersiones o en los largos y tristes días del cautiverio; el Talmud, templo escrito, edificado paro sustituir al templo derruído, túmulo erigido con las sagradas piedras de lo patria, para servir de lazo entre los hermanos dispersos y de ara sagrada para el llanto y el sueño, molde forjado con la lla– ma de la más viva ansia de sobrevivir; ha llegado a ser el libro por excelencia del pueblo hebraico, su más íntima víscera /lteraria, la que sangra con sus heridos y late heroita con sus esperanzas. Nunca se vio union tan estrecha de un pueblo con su libro tomo la que desde el siglo IV de la era cristiana y

durante toda la Edad Media, hosta el alba de nues– tro tiempo, sella con sacrificios y dolores la identi-

ficacion del Talmud y del pueblo israelita. En los dios de las persecuciones medioevoles pueblo y Ii. bro comparten su destino nefasto y arden en las llamas de las mismas hogueras y son vulnerados por las mismas espadas lacerantes, y uno a otro se comunican la misma predestinadon al sufrimiento, la misma inocente causa de tortura Y unas veces las hogueras se encienden para los culpables de haber puesto sus ojos y su alma en el libro nefando, y otras es el mismo libro el lacerado y quemado, como una criatura viva, como un hechicero acusa– do de maleficios, a semejanza de las presuntas bru– jas que alucinaban las almas sencillas y prepara. ban los misterios espantables de los Iicantropios. Así, en más de una ocasion fué quemado el libro execrable, por mandado de 105 obispos, con la mis– ma suntuosidad cruel con que eran quemados, co– ronodos de coroza y vestidos de ropas infamantes, las tristes criaturas culpables de haberle leído. En aquellos trágicos días, libro y pueblo forman como un solo ser, que viven y sufren con un corazon úni– co y con el pueblo desventurado y heroico que, tomo una Andromaca legndaria, conoce entre ex– traños toda la amargura de haber sido grande; ví– ve el libro sagrado en la redusion humillante de los GHETTOS, y se cubre también con la rueda ama– rilla que los israelitas llevan en sus túnicas, y tiem– bla como ellos del pavor de todas las horas, en el secreto de su refugio. Se ve obligado a esconder,se; se hace huraño y esquivo. Su lectura está prohibi– da, y los más diligentes hebraizantes no logran en· contrar una copia auténtica. Reutllinger, el gran hebraista, se lamenta de que los autos de fe hayan diezmado los ejemplares del libro misterioso, que está ahora oculto en lo más escondido de los GHETTOS, sobre el corazan tímido y obstinado de la raza. Y como se esconde a semejanza del pue– blo que le lee; como se esconde igual que un pe· cho tímido y asustado, y se hace así un libro hermé– tito y sectario, sus enemigos le forman una leyenda calumniosa, como la que osevera la existencia de los infanticidios litúrgicos y de los ritos cristQfol;los.

y se dice que el Talmud es [a gran copa en que el pueblo israelita ha recogido toda la hiel de su vís– cera amargCl, henchida de odio contra los cristianos,

y que en él están canonicamente prescritos los sa– crificios de niños nazarenos, cuyas manos son lace– radas para extraer de ellas un unto que ha de mezclarse a la harina sin levadura de 105 azimos panes pastuales ...

y he C1qui como la saña sectaria convierle al libro de más pura moral en un libro mágico e in· fome, y le condenaba sin leerle, porque el libro pero seguido se hace tan huraño tomo su pueblo, y has· ta principios del siglo XIX, con la instauraelon dE la era napoleonica, no logra sus plenos derecho! de ciudadania literaria, de igual modo que su pue b[o obtiene entonces el derecho a ser llamado du

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