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n.
CANSINOS-ASSENS -
dadano del mundo y a equipararse finalmente con el Hombre, cuya plenitud de existencia acaba de proclamar la Revolucion. Entonces, e' nuevo espí– ritu que abre de par en par las puertas de los GHÉTTOS, abre también las puertas de la vida lite– raria a este libro cautivo que ya sobre los pechos de los prisioneros judaicos hizo su entrada en Roma
y paso con los últimos trofeos del templo, bajo el triunfal arco de Tito. Entonces se multiplican ya las traducciones y ediciones del libro hermético, que sale del lugar recatado en que arden las siete lia– mos de los candelabros de siete brazos, y tiemblan de esperanza y de sacro pánico los ancianos del pueblo para mostrarse a la luz de las modernas vías de la libertad Y entonces puede verse final– mente cuál es el tesoro de pura moral, de serena
y humona poesía que guardabon sus páginas, re· ¿onditas como esa luz del templo que brilla entre velos oscuros.
Porque el mérito supremo de este libro predes– tiriodo es el de mostrarnos hasta qué colinas de Cibnegacion y de bondad subio en su dolor milena– rio el alma vestida de lutos de la raza hebroico; liosto qué colinos más floridas que las de Sion lo– graron trepor sus fCltigadas rodillas de viuda de to– dos los júbilos, y sus anchCls plClntas laceradCls El Tolmud es lo colina de trClnsfiguraciones en que el almCl hebraica se nos mClnifiesta con uno belleza sutil y luminosa como la de Cristo en el Tabor; e' tumulo de duelo en que, como el Edipo de los TRA– XINIAS, se sienta para ceñirse la aureola de la se· renidad El Talmud completa maravillqsamente la vision' azogada de la Biblia como la Odisea h~mé.
rIca t~mpla y suaviza con aires de mar en' otoño ei terrible estío bélico de la Hiada. Porque si la Bi– blia es una teogonía y está llena de' elipíritu terri– b.le y, severo, duro e implacable, de las epopeyas divinas, y es la ley del Talion y de I()s sacrificios materiales en que se derrite grasa de víctimas, y representa toda la agobiante solidez del primer tem– plo, el Talmud es un libro humano que no han ins– pirado los dioses, cuyas revelaciones salen lIamean– cío de sus fauces, como su hálito terrible, que con– sume las zarzas, sino del solo corazon huinano, ini– ciado por el dolor en todos los misterios de la sim– patía. El dios del Talmud no es el Jeovah de la Biblia, el Jaldabaot de los gnosticos, apasionada y
vehemente, salido de la misma estirpe de las Baa~
Iim, sino un Dios humano, traspasado de dolor, sino un dios de duelo "que tres veces al día, por la destruccion de su templo, gime como una paloma". El espíritu de los profetas hebraicos, que en el rela– to biblico, tan trágico y duro, forma como los inter– ludios del coro griego, que unas veces, como en Ezequiel, llama
(l las furias de serpentinas guede– jas, y otras, como en Isa íos, se eleva a 'a con– templacion del porvenir en los espejos apolíneos; la moral profética, tierna y amplia, evadIda del an-
gosto recinto de los templos, triunfa en este libro y todo él lo llena. Y si por una parte, el antiguo espíritu formalista de los faríseos y sacerdotes pa– rece retoñar aquí en una copia prolija de prescrip– ciones litúrgicas; si por un lado el Talmud reconoce la ley de la Biblia y se somete a ella ciñéndose todos sus nudos sobre el pecho; de otra parte se emancipa de ella y proclama la libertod de la ra– zon y desentraña el último sentido de las prescrip– ciones sacerdotales, hasta lograr, dentro del judaís– mo, las últimos transfiguraciones esenciales, la uni– versalidCld humana que, fuera de él y con la ayuda de la cultura helena, logro alcanzar el cristianismo. Difícil y casi imposible asignor una direccion exclusiva y única a un libro como éste, que se ha ido formando, en el transcurso del tiempo, parciol
y sucesivamente como todas las obras colectivas Desde el año 180-170 antes de Jesucristo, en que empezo a recoger las tradiciones dispersas, hasta el siglo IV de nuestra era, en que parece cerrarse el ciclo de las inspiraciones talmúdicas; este libro in– gente, este gran río espiritual ha ido asumiendo y arrastrando en su rauda' todas las im6genes cam– biantes del alma israelita y todas las sombros de su pensamiento Como un gran arco tirante, abar– ca entre sus extremos todas ICls evoluciones del pen– sar israelita y los acontecimientos más decisivos de su historia, lo destruccion del segundo templo y de la ciudad santa, y el último gesto épico de Barco– cheba, el hijo de la estrella; y como 'a poderosa testuz de un toro mitol09ico, empuja hacia el por– venir su carga abrumadora de recuerdos, valido de toda su fuerza, contra las persecuciones mediovales. Así, como tO,dos los libros análogos formados por la labor de 'los síglos y la cooperacion de manos múltiples, lleva entrelazCldas en su fuerte tejido ve– nas que palpitan diversamente y con el ritmo de di– versos afectos. El fanatismo de los tiempos adver– sos y la amplitud de IClS épocas favorables mezclan su amargor y su dulzura en este gran cáliz que nos viene de tan lejos; este libro es como un corazon que palpita a compás del corazon herido de la raza, el pueblo israelita ha vertido en él toda su alma, su historia, su jurisprudencia; las expresiones de su evolucion religiosa y la experiencia lograda en el trato con los demás pueblos. y así, si en un as– pecto el Talmud puede parecer un libro aún más severamente teocrático qlÍe la Biblia, como inspira– do por el espiritu meticuloso de los fariseos y por su alma, huraña y pacata, en otro aspecto se nos aparece como un libro extravasado, de una toleran– cia humanísima finolmente redimido de la estre– chez 'de las pr~scrip~iones litúrgicas y de su letra muerta y en el que se ha logrado, dentro de la tradicion y de la casa judaica, la misma depura– cion ética que el cristianismo alcanzo fuera del re– cinto del templo y del área de su grave sombra
sagra~a.
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