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condición quiso qbjurar de su judaísmo y buscó asilo en todas partes, pero, principalmente, en el vecino Portugal Un par de decenas de familias de importan– cia económica o intelectual obtuvieron permiso para establecerse definitivamente en el territorio portugués En cambio pidieron y lograron que se les otorgara, a cambio de una paga bastante crecida, un asilo no ma– yor de ocho meses decenas de miles de los expulsados de España Estos, en antecedentes d~ ,que' se encon– traban sobre un volcán capaz de estallar a cada mo– mento, procuraban por todos los medios posibles aban– donar el suelo portugués Pero lo corte lusitana no pensaba soltar la gallina que le traía huevós de oro

y aunque en el país' crecía fa ola de descontento por la admisión de los judíos, por razones de Estado y por conveniencias propias, el mon~rca portugués no los tomaba en cuenta La explicación es muy fácil por una parte, los refugiados estaban totalmente a merced

de la "benignidad" real y constituían una fuente de in– gresos para el tesoro, exhausto como siempre; y, por la otra, había entre ellos algunos hombres de ciencia, verbigracia don Abraham Zacuto, 19 cuya importancia en aquella época de grandes descubrimientos geográ– ficos era idéntica a la de un sabio en energía atómica en la actual. De manera que don Juan no sólo no dio cumplimiento a las obligaciones contraídas sino, por el contrario, empleó las más inhumanaS, [as más crueles y las más refinadas medidas de coerción para obligar a los refugiados judíos a quedarse en Portugal Su política fue llevada al extremo máximo por don Manuel Este rey, que al casarse con una princesa española contrajo er compromiso de expulsar a los ju– díos, obvió la dificultad que se le presentaba bautizán– dolos a viva fuerza en 1497 Hay que teher bien presente que obró de tal rnanerq contra los judíos es– pañoles que abandonaron su país para seguir fieles a su religión En su casO -'lo subrayamos-- no se tra– taba de seres dispuestos a transigir con su conciencia a cambio de conservar su hogar, más querido que nunca al tener que ser desamparado, sino de hombres que; precisamente, lo abandonaron pese a todos los incon– venientes y peligros, para seguir fieles a su religión. Es natural, pueS; que ellos --a diferencio de los ma– rranos que quedaron en España-, se hicieran verda– deros criptojudíos. Su situación singularísima fue te–

nida en cuenta, durante algún tiempo, por la Santa Sede¡ que hasta 1536 no accedió al estoblecimiento de una Inquisición en Portugal, y por algunos miembros destacados del episcopado lUSItano, que se negaban a firmar sentencias por "delitos de fe" Entre la corte

de don Manuel y los representantes de los criptojudíos portugueses --<lsí los seguiremos llamando, por mós que su origen fue español- tuvo lugar en el Vaticano una prolongada lid llena de contingencias dramáticas y de negociados turbios 20 Pero nadie pudo ni puede hacerse ilusiones acerca del resultado de una lucha entre una monarquía poderosa y un grupo de súbditos descontentos de una medida que por más que a la Santa Sede le pareciera anticanónica en un comienzo, como era de prever, terminaría por aceptarla En efecto, la suerte de los criptojudíos portugueses quedó

19 Sobre Zacuto VéllS. la obra citada de HERCULANO y la de F CAN. TERA BURGOS, El iudío salmantino Abraham Zilcllt; MadI;'I.'¡ d La úl.

tima le bas5 en investigaciOnes reciente" y aclara algunas coaas (¡\le en la

sellada cuando el Sumo Pontífice romano accedió al

establecimiento de la Inquisición en Portugal. . Pero si el Santo Oficio hispano perseguía u obraba contra

seres, generalmente apocados, o no dispuestos a sa– crificarse en aras de )0 fe de sus mayores, el portugués se enfrentaba con un elemento difícilmente doblega– ble Lo que, naturalmente, no pasaba inadvertido y sin tener sus consecuencias, manifiestas o no Es de una expresividad tan elocuente como aterradora el he– cho de que para los christaos novas portugueses las reglas del Santo Oficio español, en comparación con las del de su país, eran de una benignidad ansiada 21

Mas no es esto, en el fondo, lo que dio origen al fenó– meno marrano en su forma más cabal, sino la ya seña– lada diferencia entre los conversos españoles y los por– tugueses Fueron eltos los que fundaron, entre otras, la famosa comunidad "portuguesa" de Amsterdam en

cuyo seno nació, aunque de cuna española, uno de los más grandes filósofos de los tiempos modernos, Bene– dicto ele Spinoza, fueron también ellos los que dieron origen a la creencia de que todo aquel que abandonaba su patria para radicarse en el exterior era j~dío

En la célebre novela picaresca española del Siglo de Oro, Vida y hechos de Estebanillo González, el pro– tagonista -identificando con toda naturalidad a los portugueses en el extranjero con los judíos- cuenta así su encuentro con ellos y la manera cómo los enga– ñó durante su estada en Ruán'

en una de sus primeras oosadas me .orevine de una poca ceniza en achaque de ser para seéar unas cartas,

y metiéndola en un poco de papel, y aposentándola en el lado del corazón, me fuí a la bolsa, que es la parte del contratamiento y junta de todos los asentistas y

hombres de negocios, y hallando un agregamiento de

mercaderes portugueses, metiéndome en su corro, y no

él escupir en rueda, sino a hacer/os flscupir en carril/o,

les hablé de la cortesía y sumisión que suéle tener el que ha menester a otro, y en su misma lengua, porque

como mis podres se habían criado en la raya Portu– gal, lo sabían mvy bien, y me lo habían enseñado. Y

después de haberles dado a entender ser lusitano, les pedí, que me am.rorasen, poro ayuda de poder llegar a la civdad de Viena, adonde iba en busca de unos deudos míos, y por venir pobre y derrotado, huyendo de familiares o quien no bastaban conjuros ni com–

pelimientos de redoma, y que por lo que sus mercedes sabíon quemado a mi padre, cuyas cenizas traía pues– tas sobre el alma al lado del corazón, Ellos con sem–

blantes tristes, algunos con preñeces de ojos, que sin

ser medos esperaban partos de agua, me llevaron a la casa del que me pareció él más rico y respetado: Pi–

diéronme la ceniza, y habiéndola dado, sin ser primer día dé cuaresma, fue cada uno besando el papelón por antigüedad Pidiéronme licencia para repartir entre

ellos aquel/as reliquias de mártir, y yo, mostrando un poco sentimiento, les di amplia comisión, como se re– servasen algunas para mí, pues en virtud de unos pol–

vos, que había echado al mor, me había librado de una

gran tormento que había cOrrido en el estrecho de

Gibraltar Suspiraban todos por el trágico suceso que

biblio~ffa anteFloto eran tratadas de pasó ó pasadRs por IlJto

20 HEliCULNO,;' cito p.... h1\ y LUGIO D'AZEVEOO, o clt. p.... im.

.. 21 Ibidem. .

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