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Si yo, por la gracia y virtuq del común idioma, llegamos a sentirnos de olgún modo parientes de estos lejanos sefardíes, seguro es que por el poder de Imas mismas canciones de infancia sen~iremos que unQ soló es la gran familiq NiñoS, hay d~l Oriente que en los jardines primaverales, al caer la tórde, cantan las mis– mas canciones que nosotros cantábamos en la niñez, pues los niños de ¡:spaña y de la América española no han ciejado de cantar: ,

-Aquí me \Tlanda el buen rey, de las hijas que tenéfs la más bella que me déis

A lo qu~ responden 10$ niños sefardíes como nos-otros respondíamos, o aproximadamente:

Ni las tengo ni las doy,

ni vos me las mantenéis; con el pan que yo comiere comerán ellas también

Palabras sin duda enigmáticas, de las que solo a

\0 infancia pueden dejar sati~fecha; que el cqballero contesta como si las hubiera entendido:

Tan alegre que yo iba ton afligido r'n~ iré A la hiia del, rey moro no me la dan por mujer, Pero ya lo llaman:

Tornad, tornad, caballero, escoged cuala queréis .

Es los veranos, por callejas de Constantinopla, al volver una esquino, pode\Tlos oír de pronto cancion de cuna. Es modre sefardí que arrulla:

Duérmete, mi blanca niña,

Duérmete, mi blanco flor

Si por ventura la que canta es la abuela oiremos quizós estos otros versos, en que de paso observamos un interesante ejemplo oriental del voseo popular ar– gentino;

-Ke buskas, mi madri, i vos por akí? ...,-Busku yo al mi fizu, mi fizu Avraam

y si acaso nos anochece en lo judería, oiremos aún esto cantinela de mendigo:

Ojos tienen y no ven orejas tienen y no oyen,

manos tienen y no don ..

Extraño mendigo que pordiosea bajo sus harapos, entre profeta del Viejo Testamento y limosnero de no– vela picaresca.

Ahora sepómoslo todo; conozcamos el hogar del sefardí

He ahí una anciano que está contando cuentos, (osenZ(lS como los llama, queriendo decir consejos Son CUentos orientales; su asunto es oriental· su atmosfera oriental; su psicología, oriental; pero su 'idioma el cas: tellanó viejo.

J

¿Erase que se era? No; no comienza así. (amien– ;z:a de este otro modo sabrosísimo:

...,-Había de ser.. y erÍ estas montañas tenía qu' aver muchacha que es lo hermosura del mundo..

-y qué más?

_y una hizo está casada, la otra es aínda man-seva e cia espasio verla.

Ha posado una hora: ¡se acabo la konsenza! Fin:·

-y ellos tengan bien y nosotros también. Pero llega el invierno, y en las velad6s de invier–

no abre la Biblia el 'anciano patriarcal, la vie;a Biblia, impresa hace siglos en Holanda. Es uno Biblia espa– ñola de un castellano solemne Ya la abre al azar el anciano. ¿Qué va a leer? No se dude Serán fúne– bres palabras de un eco elegíaco

-Dijo Jeremías a Israel: Tajar los tajaré, no como [as uvas de la vid que se cogen pocas o pocas, ni co– mo fos higos de lo higuera que se cogen uno a uno, sino todos juntos Fruta y hoja será arrastrada, reho–

llada y perdida

Así dice la palabra santo, lo palabro terrible, To-dos inclinan la cabeza Ellos son las uVas de la vid

y los higos de la higuera y las hojas reholladas Largo es el invierno He¡ caído mucha nieve. Aho· ro silba el viento. Se filtra por las rendijas el viento que silva Se cuelo helado el espectro de lo nieve Pe· ro más lúgubre que ese viento del invierno en [a noche es el clamor de Israel a Jehová Ya lee el anciano en la vieja Biblia, impresa hace siglos en Holanda, en un castellano solemne y trágico;

-Alexóstete de nos por nuestros delitos. erramos como ovejas y desperdímonos. .

El castellano está siempre con ellos, hasta en la más judqico de las festividades, hasta cuando suspiran por Jerusalén; como en fa cancion llamada del pere~

grino;

A Yerusaloin, ciudad estimada, serralos y mulkes * y vicios dejaba Sueño de mis ojos de mí se tiraba. A Yerusalain, la ida sin vuelta, parece a fa gente que es la vuelta, Sabedlo, que es una gran revuelta

¿Y España? ¿No es también una gran revuelta? Clamor grande, clamor de cuatro siglos hay en la can– cion que dice:

Perdimos la bella Sicn perdimos también a España nielo de consolacion A lo que respondemos con el olmo;

-Pero América es vuestra ¡Oh sefardíesl Los mismos reyes que os arrojaban de sus dominios os opa· rejaban la tierra de la libertad Mirad también hacia España Cansinos Assens os ha mostrado en las anti– guas sinagogas de España las nuevamente encendidas luminarias de Hanuka

• Inmueble&: Así lo ponen Menéndez y Pelayo en el to–

mo X de los poetas líricos y Rodolfo Gil en su Romancero JudeoespañoI. Tilles autores, La Revista de la Raza y el doctor Pulido han sido mis fuentes plincipales.

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