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Es?año. Allí comién:z;a algo mucho m~s. dulce que con· tar; much~ más grato de saber: la crOnlca, entre nom– bres familiares y fechas conocidas; la crónica que bien aderezada, por un agudo rabí, a la luz de Jos velones, por fiesta de Purim, eS todo el aroma, todo el aroma,

y toda la intimidad de la vida.

Nos el<pficamos pronto así que un profesol de Es– ;mirna llame a España "dulce y tierna como una ma–

ñanada de primavera" y e~tendemo,s 01 punto esa fi. delidad Con que decléll'a: "Ansi 10 topi (lo topé, lo ha-

lIe) hasta aora; ansi espero toparlo hasta la fin de mis

días".

No es mucho tampoco que numerosos sefardíes

propongan para el día de la Palestina autonomo el idio– ma castellano por lengua oficial. En todas estas mani· festaciones habla siempre la misma añoranza: la Ciño– ronza de la Espetña perdida. Será que el olmo ¡udía es soledosa como ninguna Ello es que. el pueblo de las muchas ruinas y de las muchas tinieblas y de los muchos éxodos, llora hoy todavía, después de cuatro centurias sobre las siete apagadas luminarias de la pa· la!;lra Sefarad

EL ROMANCERO SEFARDI

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El estupor cae fuera del tiempo Si el éxtasis re– porta la uni,on interior del alma con Dios en la contem· placion y en el amor, el estupor es la union del alma con el Hado, en el enaienamiento del dolor y del mie– do. 'Son do~ estados· pleternaturales del alma atonita En al estupor, la conciencia estupefacta queda atada a 'su signó fatal El tiempo y ~f espacio se reducen a dos sombras. Se anda, se ve, se vuelve, pasan muo chas y nUevas cosas; pero todo como en sueños, como

si los hicier¡;¡ ptro. El pasado se torna presente, un pre– ;sente diutur~o; imperecedero. Toda otra vida que no Osea la del pasado parecerá una hisforiet ajena. En el estupor, la única verdad, toda la verdad del mundo, queqo atrás, no percjiqla, sino fija para siempre. Lo

derr¡ó~, el verdadero presente, es un puro trasoír, ún va– no trQsoñar Se diría que en ese enajenamiento vive el sefarditd, desde la hora del edicto espantoso, y se explicarío a;;í que a lo largo de cuatro siglos de una incomunicacipn total no haya podido olvidar las melo– días del castellano, ésa que él llama lengua ladina en un arcaísmo que se creyera doblado de maliciosa ironía

No saben olvidar el castellano, los sefardíes, bien Clue. ya les impotre, como en el tiempo de oro, la ele– gancia de fas formos, la gracia de! bien decir, el arte de las palabras exquisitas. Si hasta hay entre ellos

Cluienes ignoran qué léngua hablan ..

• El doctor Pvlido, en su libro Españoles sin patria, recoge este diálogo entre Max Nordau y unos hebreos españoles de cualquier judería del Oriente:

........¿t>onde eston los sellos? -pregunta la tendera a su marido Max Nordau, asombrado de oír caste– llano, exclama:

-¿Qué? ¿Habra usted español?

-No, señor -responde ella- hablo chudeo Pero en este punto interviene el marido:

-"-Esta mujer no está culta, y no sabe lo que habla; si Jo supiese diría que habla español

. A tales extremos de ya inconsciente jerga ha Ile· godo en el Oriente el gran idioma de Castilla

Mas no se debe inferir, como lo hizo Max Nordau, tinte ésá u otra pareciqa mue~tra de abandono o le– targo, que el patrimonio de la lengua española se li· mite C1nÓra a un escaso repertorio de, cuando mucho cuatroCientos vocablos desfi~!Jrqdo~, vacilantes y torpes. : De averiguaciones recienteS re,§ulta que la base lin– gülstica españole ~s todavía m,uy grande en el judea-

español; al punto que los actuales diccionarios sefal díes registran hasta diez mil voces castellanas

Por eiemplo, el ¡udeoespañol o lengua. ladinq de Constantinopla ha sido recientemente estudiadó por el profesor ~. M Wagnel: solo que su libro está en ale-mqn y f4e pubfica<;fo en Viena , Catorce cuentos y una conversadon de la caUe constituyen su notable material Tan notable, que mu– chos han debido ser los comentari@s peninsulares del libro vienés; merced a los cuales y particularmente al detenido análisis crítico del doctor Yahuda (Revista de Filología, tomo 11) podemós ahora ampliar el aceivo de nuestros conocimientos, nada largos hasta el presente, sobré las cosas sefarditas

Pero hablan, en generar, sobre tcis cosas Pero hablan, en general los judíos españoles del Oriente, un castellano no muy distinto del que escriben: un castellano infantil, como de niños extranjer()s, de vo– calés inciertas en la que la e suele ser 1, o en la que la u se. trueca en au¡ a causa ---ya se ~omprenderá- de la eScritura rabínica en que tan pocas gr<;lfías se con– cede a las vocales. Y todo esto, sobre un fondo de fonética oriemtal, a cuyo influjo se bastard,tla el acento de muchas consonantes Acaso con más frecuencia de lo que imaginamos, hemos oído hablar de los sefeirdíes, sin cidivíriar quiénes eran. Si nos sorprendio Id fluidez

y a las veces el dejo arcaico de la frase, rechazamos cualquier sospecha de fraternidad romancé, por la duo reza turca o la aspe~eza búlgara de 19 pronunciacion, l;lcabados de desorientar por este o aquel ·galicismo, o italianismo flagrantes Eran, sin embargo, españoles sin

patria ...

Españoles sin patria que aun en la Buenos Aires de los tangos conservan las viejas letras de sus can– ciones medievales, como éstas que debo a una alumna del Liceo de Señoritas, de filiacian sefardí:

Entré en una casa rica do vide una muchachica que de años era chica y mi amor le dedarí.

Anior que correspondía la niña, según lo que canta:

Mancevo de dulzura, linda es la tu figl!ra, ¿Me darás consoladon?

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