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TRATADO DE INDEPENDENCIA -

DE NICARAGUA CON ESPANA

1850

ARCHIVO mSTOmCO

DE

ANDRES VEGA BOLA:ROS

INTRODUCCION

Se ha dicho de España -y lo mismo puede de– cirse da Nicaragua- que no ha tenido suerte con los historiadores. Porque, como dice Gonzalo Fer– nández de la Mora, "el perfil de la colonizaci6n americana lo traz6 el faná±ico Bariolomé de las Ca–

sas/ el retrato de Felipe II lo abocet6 el perseguido Antonio Pérez¡ los avalares de la Inquisici6n los na– rró el resentido Llorente/ el balance del Antiguo Ré– gimen lo hicieron sus más sañudos adversarios, los doceañistas, y el juicio de nuestro úllimo reinado lel de Alfonso XIIIl 10 tramit6 su enemiga la II Re– públiC::a. Por· eso 1'10 es extraño que la "memoria nacional" sea, con frecuencia, tan infiel como pertur– badora. Y la gran misi6n de la historiografía es devolvernos amorosamente la verdad siempre más estimulante que el m.asoquismo y la sá±ira". Nosotros hemos dicho en ocasiones anteriores que la Historia de Nicar~gua está aun por escribir– se, pues las que pasan por clásicas en nuestro me– dio, la de Ay6n y la de Gámez, necesitan revisar– se y completarse. la primera llega hasta 1821 y la segunda hasia 1860, y ambas padecen de "polilicis– mo hisforiográfico". Porque si esfudios posteriores requieren un cambio radical de la posici6n origi– nalmente fom.ada, debe recordarse que la revisi6n es un proceso permanente del historiador.

El Tratado que reconoce la Independencia de Nicaragua, suscri±o en Madrid el 25 de Julio de 18?0

y los documentos que justifican el desarrollo de las gestiones que culminaron con él, brindan al estu– dioso un material variado y de gran importancia, del que salia a la vista el hecho de que España ech6 el peso de su apoyo moral en el platillo de la balan– za a favor de Nicaragua en sus relaciones diplomá– ticas con Inglaterra en la larga y penosa cuesti6n de la Mosquilia.

Despectivamen±e el Canciller Británico, Lord Pal– merston, neg6 a Nicaragua el derecho de reclamar el terri.±orio de la Costa Atlántica por no disponer del documento que lo justificara: el de conquista, res– petado hasta hace pocos años, o el de Independen– cia.

El Gobierno de España se percat6 de los alcan– ces nocivos de tal argumento y sabía c6mo Nicara– gua no podía habilliar un diplomático, ya que el Embajador de España en Washingion, en carla de

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25 de abril de 1850, transcribió en informe a su Go– bierno, lo que le dijo nuestro agente Don Eduardo Carcache, "Teme que estando tan pobres no tendrán ni escasamente los medios de envial' un agente a Madrid". Y entonces España, ante aquella noble humildad, se yergue con un gesto de noble grandeza, y acepta los poderes insuficientes de Don José de Marcoleta y afirma que Nicaragua está situada en– tre el Atlántico y el Pacífico, con sus islas adyacen– tesl lo que a continuaci6n afirmará con Inés

exac±i– lud, por si cupiesen dudas, al declarar que ,se reco– noce la Independenc;:ia "con todos los territorios que le pertenecen de mar a mar, o que en lo sucesivo le pertenecieren". . Luciría estudiar desde sus orígenes, que avan– zan desde el año 1539, inmediatamente después de realizada la primera expedición española sobre las aguas del Desaguadero, todo lo relativo a nuestro terri.±orio Atlántico y ampliar el juicio acerca de lo que pas6 desde el año 1839, ponderando la unifor– midad activa y serena de los políticos nicaragüen– ses que no transigieron, ni se amedrentaron, en nin– gún momento, frente a la tenacidad de la diploma– cia agresiva e irrespetuosa de la Gran Bretaña, que no ces6 de alegar en favor de sus prerrogativas y las de sus súbditos destacados a consolidar sus am– biciones, y luego analizar el decaimiento de tales re– clamos al conocer el Tratado de 1850 con España.

De inmediato, no se pudo apreciar tal circuns– tancia, pues que a poco de publicado dicho Trata– do, que así adquiría plena validez, nos hundimos en el tenebroso abismo de la guerra de los tres años -la Guerra Nacional- concluida en Mayo de 1857.

Empero, al consolidarse la paz, se aprecia el cambio de la política del Gobierno Inglés que des– taca, con ideas y prop6sitos distintos a los alegados antes, al diplomático que suscribe en Managua el Tratado de ·28 de enero de 1860, a base del cual se hizo saber al "regio protegido" de Bluefields lo q\,18 consta en los documentos que por demasiado importantes nos permitimos insertar a continuación, los cuales copió en Guaiemala a solicitud del ernj– nente historiador nicaragüense, Doctor Andrés Ve–

ga Bolaños, el profesor don M. Enrique Chávez Ze–

laya, del peri64ieq oficial "G!:lc:e4l de Guatemala",

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