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« Previous Page Table of Contents Next Page »tarde estuve ayudando a Sofi a vender, pues ya saben que tienen una pastelería. Nunca había vis– to tantos pasteles juntos. He comido corno no tienen idea, ¡qué delicia!
La sobremesa fue muy agradable. Su padre es una persona encantadora. El no ha estudia– do, sin embargo, ha leído mucho y sabe de muchas cosas, hasta conocía de Sandino más que yo y sabía perfeciamenfe donde estaba Nicaragua, es fenomenal. Este es un ambiente muy agradable, la casa muy mona, sin pretensiones, pero muy bien arregladita.
Después de comer estuve ayudando a colocar fígurifas de mazapán y bolitas de cocó, me lo pasé genial. Por la tarde hemos ido a ver a Don Cecilio, es profesor de Sofí en elInslliuto; es un personaje ideal, no tiene hijos y se ha entregado por completo a la enseñanza. Todos los chicos que pasan por sus manos lo adoran, los recibe en su casa y prepara excUl'siones a Despeñnpe– rros, al desfiladero más bonito de España. Ya él me conocía de oídas, corno yo a él, y ya me tiene preparada una excursión. Dios quiera que haga buen tiempo, pues está lloviendo desde hace mucho, que es un asco, también hace frío, estarnos a O grados, pero ya estoy acosfumbrada y lo aguanto perfectamente.
Quiero que pasen una Navidad muy feliz, unidos todos y gozando con toda intensidad de esa fiesta. Desde aquí yo estaré con ustedes.
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Manacor, Palma de Mallorca - Una familia mallorquí
Cogimos el coche para Valencia, Luis, hermano de Juana Ladaria, y Pedro, un amigo de am– bos. Fue un viaje estupendo. Salirnos con abrigo de Madrid, hacía un día nublado, y apenas en– tramos en Valencia empezó a hacer sol y dejó de hacer frío. Llegarnos a las tres y fuimos a comer a un restaurante típico muy mono; después salirnos a dar una vuelta. La comida fue rílUY buena y estuvo muy simpático todo. Antes de comer, rezamos, enseñando Pedro y contestando nosotras. Pedro es realmente encantador, siempre estaba con cuidado de hablar castellano, a mí no me mo– lesta que hablen mallorquín, aunque no lo enfiendo, ya que es comprensible que les pase.
Fuimos a ver a una :l:ía monja que tienen y luego subirnos al barco a las 9 de la noche. El mar estaba corno un plato y apenas si se sintió; cuando salimos a mar abierlo, no pudo ser n1.ás calmo, hacía una noche maravillosa. Juana se acostó luego, pero yo no y me quedé sobre cubier– la. Llegaron dos marineros, pero como no les hice caso, se marcharon, ¡eran muy cómicos! Luego me puse a charlar con un camarerito de unos 12 años, el que logró ponerme triste, no a propósito, sino que me contó un poco su vida y era tan solitaria que me tuve que ir a acostar. Estaba en la litera de arriba y podía ver el mar por el ojo de buey. Dormí maravillosamente.
Llegarnos a Palma a las 8 de la mañana. Allí nos esperaba el padre de Juana en un Seat de cuatro plazas. Saludamos y ¡rumbo a Manacor! El padre era tal corno me lo imaginaba: un médico sí, pero a la vez un hombre de mar. Llegarnos a las 9 y media. Conocí al resto de la fa– milia, nos ducharnos, sacarnos las cosas de las maletas y fuimos a Misa de 12 después de haber ido a saludar a la abuela. A la salida de Misa fuimos a dar una vuelta por el paseo, allí estaban to– dos los amigos y amigas, me los presentaron y anduvimos un rato con ellos, y a la una, a comer a casa.
Después de comer salimos en el coche, los padres, Juana, su hermana Maribel, con la que he hecho buenas migas, tiene 9 años y es encantadora, y yo. Fuimos a Parlo-Cristo y allí estuvimos en la costa tornando el sol, ¡qué maravilla! el mar es lo mejor de la tierra I Seguimos por la costa dando un largo paseo, es todo tan bello 1, es un pequeño paraíso, un poco estropeado por altos restaurantes y hoteles. Yo prefiero una costa salvaje y solitaria.
Enseguida fuimos a una pequeña finca a unos 4 kilómetros de Manacor, donde tienen unas 7 vacas y algunos novillos y terneros. Los payeses (cuidadores) tenían una casita muy blanca y bonita con un hermoso fogón ,es preciosa! Esmuy pequeña la finca y el padre estaba encanta– tado de ver mi sabiduría campestre, y cuando me dejaron ordeñar y fui capaz de hacerlo, estaba corno loco; me dijo cómo se llamaban las vacas, las terneras, cuánto tiempo tenían. Yo estaba contentísima de volver a sentir olor a vacas, poderlas tocar y acariciar a los terneros, ¡era una de– licia! cada vez me doy cuenfa de que aun sigue en mí la muchachita incivilizada de Loremendi, que prefiere un establo a una sala de fiestas.
Fué un día realmente encantador!
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