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tumultuoso y de impiedad opresora: pero marchan en

las primeras filas del podido y a buen paso, sin duda, hombres de nuestro tiempo y de convicciones enérgi–

cas que adelantan, con entereza varonil, la educación republicana de sus compatriotas.

Se dirá, quizás, que hago mucho caudal de la feliz solución de estos problemas en república tan es–

casamente poblada. Respondo que la' poca densidad de la población ha sido la primera desgracia de las que fueron colonias españolas; por eso, precisamente,

es que unos cuantos ambiciosos puestos de acuerdo han podido tiranizarla y que ciudades y villorios aisla~

dos en inmenso esoacio, no han tenido entre sí la cohesión que forma"las naciones y Que alimenta el ci– vismo, ni él trato íntimo y fraternal que una las volun– tades y las inteligencias, produciendo esas corrientes de ideas y ese concurso de propósitos que guían y vi– gorizan la conciencia y la voluntad de los pueblos; y

por eso, lánguida la industria, la guerra civil ha re– clutado los brazos que no ocupaba el trabajo, y las codicias desprovistas de buen empleo se han entregado más de una vez avergonzosas y criminales avide– ces. La población escasa v mal reunida de Nicara– gua, lejos de aplicar sus 'virtudes republicanas, las aquilata a mis ojos, ni, ¿qué nos importa la grandeza material de las naciones, v sus numerosos rebaños de soldados y de siervos, a los que apreciamos en su va– lor la civilización democrática? Las contiendas reli– giosas aue dividen la Suiza, la Bélgica y la Francia

oresentan el mismo carácter v las mismas dificultades

~n la pequeña re.oública de que hablo, y, el caso bien pensado, debieran ser más groves y más difíciles en un pueblo de nuestra sangre.

Convencido de esto, asistí con interés vivísimo a

10 última crisis oo/Íitica aue ha travesado Nicaragua. ConchlÍase el oeríodo de mando del General Zavala

y había surgido entre otras candidaturas a la Presi_ dencia la del Dr. D. Adón Cárdenas, un hombre tan distinguido por su carácter bien templado, como por

su inteligencia luminosa '! su instrucción vasta,: pero 'tachado de impío, más que .oor otra causa, por la sin~

ceridad loable con que manifestaba ideas que los ti– moratos encubren. 'EI Partido Conservador se dividió

en seguida: los medrosos y los prudentes fueron a re_ forzar el grupo que en el idioma político del país, por

un motivo especial, se llama gráficamente, "ig/esie–

ro" y que es inútil describir, y el General Zavala se–

guid() por con~ervadores, conspicuos al{nque dejando

¿¡trós amigos queridísimos y mentores venerados, cre–

llegado el momento de ir a mezclarse valientemen–

te eón los liberales, que sostenían entusiastas, como propia, la candidatura de Cárdenas.

Inútil es decirlo, no hubo siauiera la sombra de una intervención gubernativa: el Presidente usaba só–

lo de su voto, de su influencia y de su prestigio indi– vidual; pero la prensa ultra conservadora llevó hasta la fiebre el ardor de la polémica, y el varón eminen–

te que ocupaba la primera magistratura fue víctima ,un día y otro de destempladas cuanto injustas acusa–

'ciones. Alzóse entonces una verdadera tempestad de ideas,de insl,lito.s, de amend~qs, de reproches, y sin soldados ni aparatos de guerra para guardar el orden,

sin Corte de gárrulos aduladores que remeden con sus

aplausos los de la opinión pública, no por eso hubo de vislumbrarse temblor nervioso en la mano firmísi–

ma que gobernaba el timón del Estado. La discusión, activa y libérrima junto a la urnas de sufrdgio, tuvo desenlace oportuno y pacÍ'fico en la expresión defini– tiva e incontrastable del voto nacional, y le Dr. Cárde– nas, que había procedido con reserva digna en no an– ticipar promesas tranquilizadoras frente a las iras y a

los anuncios terroríficos del fanatismo, una vez elegi– do, con inmenso triunfo, dijo a Nicaragua en un men–

saje magistral: "Conozco mis deberes como Presiden-'

te de una República en que los sentimientos religiosos se encuentran tan profundamente arraigados, y co–

nozco el límite que' la Constitución señala a la in– fluencia de mis personales ideas". Y su conducta ha probado que los COnOce.

Añada Ud. pueblo honrado y gobierno honradq; una estadística del crimen que marca poco numero–

sos y poco radicales desviaciones de la iey moral; las rentas públicas cobrándose y gastándose a la luz de

un examen escrupuloso y bajo la inspección de una vigilancia que {{ego a ser im.oertinente; funcionarios que lejos de retirar medros los sacrifican al desempe– fio de sus cargos que se oblan, verdaderamente, a la Curia, según la expresión romana; el único país sin

,deuda extefior, en toda la América es.paño/a, el úni-

co gobierno que ha hecho en ella, con economías. de las rentas sin emprestar un peso, y sin pedirlo a las fortunas privadas, el ferrocarril que la república ne– cesitaba; ·só/o veinte mil pesos señalados eh el presu– puesto para gastos secretos de la Administración PÚ– blica, y los Presidentes teniendo a punto de honor el trasmitirse los unos a los otros íntegra o casi ílntegra, la Insignificante partida.. . ¿No es verdad que parece

un sueño de filósofo, una tierra nueva en la famosa

geograffa fantástica de Tomás Moro y Cavet? Pues

'es la esti"icta realidad de las cosas.

Mucho pudiera decirse de aouel betlísimo esce– nario, ya se 'detenga la mirada e~ sus bosques aro~

masas de apretados, innúmeros y corpulentos árbo– les, ya en sus anchos lagos, cercados de floridas y

misteriosas selvas o de soberbios montes, entre los 'cuales el altivo Momotombo, el volcán que no se dejó

bautizar, según cuenta Víctor Hugo, en "La Leyen–

da de los Sigios". Mucho de aquella sociedad gra~

tísima en que sorprende al húesped ver aliarse pureza

y sencillez como patriarcales a cultura exquisita, o

lo deslumbran y cautivan la blandura sedosa y chis~

peante gracia femenil, propias de los trópicos. Mu– cho de como se multiplican las escuelas y de coma la Biblioteca Nacional es una admirable sala de estu–

dio en que todas las obras maestras antiguas y mo–

dernas, de la imaginación humana lucen junto a esos libros de ahora de los Huxley, de los Darwin y de los Tyndall, que nos restituyen, en la ciencia de la natu– raleza el "mC;Jnuscrito original de Dios" por infantiles

invenciones sustituído. Pero basta lo expuesto en

este croquis rápido para resóonder a los observadores superficiales, Que como retratos de la América espa– líole nos dan invariablemente cuadros sombríos o cari-

~aturas grotescas· insultantes. ,. ,

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