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cialrnente conciliador por la necesidad de integrar en una gra:q. sín:l:esis social, que es la cornunidad, iodos esos dualisrnos de la naturaleza huxnana a fin de que se ordenen al bien COlllún que es el fin de ioda política sanamente. orientada".

Así concebida, la función de gobierno, agregaba enseguida, corno consecuencia lógica de la comple– ja y dual realidad del hombre, la primera condición de la polillca conservadora es el orden porque sin esa condición previa el hombre no puede realizar su des:l:ino y hasta la liberlad misma es imposible. De ahí que en el concepto conservador corresponda al orden la primacía, en el orden de realización, corno dirían los escolásticos porque en el orden de inten– ción esa primacía corresponda a la moral. Para el conservatislllo pues, el orden consis:l:e en mantener primordialmente el principio de autoridad y una jerarquía de valores. Ordenar, decía, es, en efecto, poner cada cosa en su lugar, en armónico conjunto, dar a cada cual lo suyo. Para ello es indispensable una auforidad porque si correspondiera a cada cual decidir y lomar lo que considera lo suyo surgiría al punio la inconciliable pugna de todos los egoísmos.

y así mismo de ahí surje la necesidad de una jerarquía de valores porque no todos ellos tienen la misllla precedencia. Sino que estas difieren se– gún su fines. Los que tienen fines Illás allos, ex– plicaba, deben prevalecer sobre los airas y así los valores espirituales prilllan sobre los materiales, los sociales sobre los individuales, los intereses comu– nes están sobre los intereses parliculares y los hu– manos sobre los patrimoniales.

La función de la autoridad era definida así: "Mantener ese orden, asegurar la armonía social, conciliar los intereses, proteger las liberlades vitales de los asociadps, asegurarles los derechos inheren– tes a su condici<;:>l'l de persona hUlllana, es la órbita propia de la autoridad en el sistema conservador. Fuera de esa órbi±a la autoridad estaría fuera de or– den y por eso, afirmaba luego, toda desorbitación de la autoridad, iodo abuso o extralimitación de sus funciones t epugna tanto al sentido Conservador del orden COlno cualquier acto de subversión. De ahí, concluía, su repulsa tanio contra la tiranía corno conira la anarquía porque ambas rOlllpen igual– mente el orden jurídico, ambas desquician el equili– brio social al perturbar la armónica conciliación, en una síntesis superior, de la gran dualidad autoridad– libertad.

En el sistellla conservador, añadía enseguida, la autoridad debe fener inslliucionalmente y de he– cho, suficiente fuerza para la eficacia de su función. Sus poderes deben ser fado lo alllplio que sea ne– cesario a su misión, pero dentro de la órbita que le es propia, sin invadir las liberlades populares inhe– rentes al pueblo, por derecho nafural. "Autoridad arriba, liberlades abajo", expresa la fórmula de Maurras que es adrnirablelllenfe apropiada para sin– ::':etizar el sistema conservador. O corno lo ha ex– presado José Coronel Urlecho: "Que el gobierno gobierne y que el pueblo pueble".

De esos concepfos concluía por aira parle, resul– fa que el conservatislllo repudia tanto el individua-

lisrno E,')xagerado que cullllina en la anulación de :l:odo sen:l:ido social, corno el totalitarismo que absor– be de tal Illanera al individuo hasta destruir :l:odo vestigio de liberlad de la persona huxnana, pues ambas cosas anulan la armonía que concilia, en la síntesis conservadora, la dualidad sociedad-persona, que coexisten en la profunda realidad de la natura_ leza huxnana.

En mi contestación a la encuesta de "La Pren– sa", me refería luego a la cuestiqn de la prim.acía de lo espiritual, en el orden de intención, corno he di– cho, porque en la jerarquía de los valores la relación del hombre con Dios y la consecución de su destino tras¡cendental y sobrenatural es su más alfo fin, pues para eso ha sido creado. Por eso, decía, el conservatislllo, según la lógica in:l:erna de su propia filosofía, reconoce la exis:l:encia del orden divino, corno base, primer principio y fundalllento del orden moral y de la ley natural que a su vez es fuente de la ley positiva.

Son de tal manera universales y eternos los principios básicos conservadores (el filósofo alemán Landsberg llamó al conservatisrno "la revolución de 10 eterno") que ese postulado a que acabo de refe– rirme, enunciado hace veinte años es también ex– presado, corno esencia del conservatislllo, por el relativamente reciente y fallloso libro del profesor norlean1.ericano Russel Kirk: "La Mentalidad Con– servadora" que :l:anto revuelo causó cuando apareció hace algunos años. Para el Profesor Kirk, en efedo, el prirner canon, corno ello Harna, del pensamiento conservador es "la creencia de que la mente divina gobierna a la sociedad tanto ~omo a la conciencia". Por eso en mi contestación a la encuesta de "La Prensa" que he venido citando expuse que "Asegu– rar al hombre los Illedios para la consecución de su supremo destino es la primordial misión deí·conser– vafismo. Y en corroboración de tal concepto citaba la no:l:able obra "Conservatismo" de Sir Hugh Cecil en que el ilustre expositor inglés dice: "Pro– bablemente no tiene en nues:l:ros días el conserva– tismo funciones rnás imporlan±es que Ui de velar por la vida religiosa del pueblo desde la esfera política. El alcance de la religión es para la política corno el de los cimientos que sostienen toda la fábrica del edificio. Mieniras el conserva±ismo se consagre al cumplimiento de su misión religiosa haciendo de ella el primero de sus objetos quedará preservado de los dos peligros principales que allernativamen:l:e lo amenazan, a saber: de un lado, el riesgo de conver– :l:irse en una mera variedad de liberalismo, apenas diferenciado de éste por ningún principio funda– mental. Por otra parle, el peligro de consagrarse a la defensa de las clases pudientes, sin un sincero propósito de respetar los intereses de la comunidad entera, ni airo objeto más elevado que el friunfo de un egoísmo. La religión es la medida con arregle;> a la cual deben enjuiciarse los programas políticos, y el espíritu religioso purificará sus fines y s~s 1llE(l–

lodos. Subrayando esta verdad, el conservatislllo no corre el riesgo de conv.erlirse en una facción super– flúa ni en una colec±i~idad de egoístas".

Pero para evitar equívocos que pudieran cansí·

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