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chaleco y el pantalon cón franja angosta -de paño de grana. El vestido, en verdad

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era sen~iIlQ; pero aquí debo decir que lo hacían elegante los servicios ae un militar que a la luz de un sol meridiano levantq toqavía su frente con la entera confianza de su sana conducta, ya como militar () ya como simple particular.

El otro recibo para percibir de la Tesorería $ SO co– mo viático pqrq los gastos del camino, poca era en IJar– dad esta SUma, pero con ella debía conformarme por la

rozan o la fV!2rzQ; pues mi patria, esta asoladapotriCi, me decía al oído, conformate mi leal servidor y no seas prodigo coh ese corto socorro, como lo has sido por mí,

derrama~do tu sangre y ofreciendo tu vida. ¡Ah, potria, patria, qu~ dl,Jlce es tu nombre! Mis amarguras de hoy, son viandas agradables, pronunciando tu dulce nombre.

A las 11 del día me despedí del Señor Presid,ente y Ministros, volviéndome a encargar el primero Aue no perdie,sé tiempo. El Comandante de Chinandega tenía ya en el pue~to lista la er'tlbarcacion que debía llevarme a la Union.

El pasaporte era expresivo, amplio, amplísimo, para no demorar la salvacion de nuestras Repúblicas. Como a las cinco de la tarde estaba yo ante el señor Coman· dante, .1anifestándonos ambos el placer de volvernos a ver. Todos mis amigos y camaradas deseahan darme la mano, y como el Comandante me dijera que todo estaba listo, solo demoré el tiempo de pasar la montura O otra bestia de refresco.

Me acompañaban hasta el puerto de orden su· perior, los oficiales R. lavala y Oconor. la embarcacion era la' del servicio de Playa Grande e igualmente los marinos.

Amanecimos en la Garita, donde se prepqraron lo suficiente los morinos. Salimos de ese lugar como a las nueve o diez de la mañana con lo

que llaman repunta. Nuestra navegacion la esperóbamos muy felit, pues has· ta el viento sur, desde la boca del extremo, se presto fa· vorable, durante la noche, en todo la travesíci.

llegamos a la Un ion como a las 10 ú 11 a.m. Me presenté con el piloto ante el señor Comandante, quien,

ci la vista del pasaporte, dio sus ordenes para preparar una bestia para mí y otra para un oficial que iba a ir en mi compañía. Mientros tanto, se me preparo un al· muerzo que tan generosamente me obsequio. Estando a la mesa, gozándome de tanta generosidad, se alarma el cuartel y todo el puerto, con la señal que pus.o el Vigía. El Comandante dio orden para una generala por las calles y me dice: "Amigo, a tiempo ha venido para que tome palote en la defensa del puerto"; y le contesté, diciéndole: ··Sería muy honrado si esta alarma fuera una realidad: pero conozco al caudillo desde en Aco– pulco, al venir ti tomar parte en nuestras disenciones y el interés que tiene en adueñarse de nuestras Repúblicas, no le permifen dividir su armada en operaciones que no tienen valor. Los primeros hombres que se presentaron llenando el local de la Comandancia, fue el comercio, los que al verme a la mesa tan sin pena ni cuidado, fueron informados por el mismo Comandante quién ~ra yo, de donde venía y hasta mi nombre y apellido.

Sería larga mi tarea si me propusiera describir tan– tas preguntas e informes que deseaban tener de un mili– tar que venía del propio lugar de los acontecimientos. Sin embargo, se alistaron a todos los presentados y

se cubrieron con retenes todos los Plintos que debíon $et . vigilados. El Comandante y Mayor de Plaza me desig-naron el la tropo de operaciones. . Penoso me es hoy decir que yo era el blanco de todas las miradas, y lo digo porque el señor Comandante y personas princ¡pales me dijeron que la tropa y familias del puerto esperaban mucho de mí. Aquellas gentes creían que los yankees eran fenomenos inmortales, que no les entraba la bala.

Seríqn las dos de la tarde cuando se vio cambiada la señal de ir la embarcacion ~on rumbo a Amapola. Con tal oviso, dispuse mi viaje, y esto se verifico sin per– der más tiempo: ' mi compañero ero afable y sagaz, que con su suave conversacion, preguntas y detalles que me pedía dé la contienda Centroamericana, se deslizaban las horas y el lorgo camino se anduvo sin sueño ni fas– tidio.

El camino está marcado, de trecho en trecho hay haciendas y casuchas o enramadas como para favorecer a los pasajeros; habíamos pasado unas chocitas hacío poco y sé me ocurría decir al compañero: "Como que nada andamos; oigo todavía cantar los gallos de las chocitas que hemos pasado". -"No, señor mío, esos que oye usted, son los de Miraflores; vea usted a Ja de– recha, esas alturas o lomas, como se les llamo general– mente, son las que dan el nombre a ese lugar, IJor las diferentes flores que presentan, la variedad de fuboles que las cubren; el camino no está vencido, dentro de dos o tres horas estaremos en San Miguel.

"Pues bien, mi amigo" -le dije-, "deseo me diga si en esas casas nos pueden proveer de unas copas de cualquier licor y un poco de café o chocolate, pues se ha– ce necesario.atender tanto a vigorizar los nervios como al pobre estomago".

El compañero rjo a carcajadas, que no dudo que el ruido de ellas desperto a los señoras de dichas casitas, que ya estaban inmediatas; llegamos a ellas, y fue él quien tomo la palabra, llamando por su nombre a la señora: fuimos servidos del licor yero necesario esperar algunos minutos para lo demás.

-"Amigo, tomemos otra copita" -le dije- o'y no perdamos tiempo".

Vio el compañero su reloj, y dijo. "Marca la una, y las bestias vienen bien: entre dos horas, creo llegare– mos a Id ciudad, pues solo hay cinco millas de este pa– saje a ella; y en mi casa descansaremos y se nos pro– veerá de todo lo que necesitemos".

Partimos sin demora, y el joven no se había equi– vocado en sus cálculos: a las 3 y 5 entrábamos a su casa; y no hay que hablar del regocijo que produjo nues– tra presencia. los sirvientes atendieron a las bestias; yo tomé una hamaca y el ¡oven no quiso tomar otra que estaba un poco separada y tanto más por estar reunido a la mamá y hermanos que eran tan simpáticos y tan preguntoncitos y que deseaban saber quien era yo; y lo que andábamos haciendo. Comprendiéndoles y~ la cu– riosa inquietud que les causaba mi presencia, y tanto más por saborear lo miel en que, como los buñuelos, venían envueltas mis paJóbras.

Alejé largo de mí, sueño y rendimiento paro satis– facerlas; pero les dije qu~ el contenido de lo comision solo lo sabían los pliegos que llevaba. Cortas se hicie– ron las tres horas qt,le faltaban para la aparicion de Iq

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