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L1égo otra vez el General Mar1ínez y el General Jerez dos días después se fue a Rivas, yo no quise que– darme, mis heridas cicatrizaban, y ni el Capitán Gomez, oficiales y tropa querían dejarme. Me fuí a pie como muchos por la escasés de bestias: en el camino me vio el General Olivas y su segundo jefe Coronel Lino Sáenz. Estos jefes procuraron montarme y lo consiguieron. Llegamos a la ciudad de Rivas, dejando en El Obraje el Hospital con varios heridos de la tropa de los Coroneles Blanco y Ramírez Madregil.
plaza avanzando el que más podía; yo entraba por el lodo sur¡ sin mayor peligro. Por boquete a una casa inmediata a la del señor Vega y en el que desde sus balcones, los yankees hacían fuego a los nuestros por donde los descubrieron. Por una de las ventanas de di– cha casa, aunque sesgada se veían a los del baleon: les tomé puntería y no disparaba porque deseaba que el tiro fuera a un jefe; así esperaba sin atender que en otros balcones más distantes me descubrieron el brazo y me lo hirieron; con el golpe de la herida, sin quererlo, tiré del gatillo y se vino al suelo el que recibio la bala; mi fusil cayo al suelo y tanto de ese baleon inmediato como de los otros, recibimos un nutrido fuego: tuve dos heri– dos y se hacía imposible permanecer en esa casa. Dis– puse salir de ella y lo ejecuté, ejecucion feliz, igualmente que las heridas, pues sin éstas de seguro hubiéramos Gido arrasados.
Al salir nosotros del boquete, vimos venir a los yan– kees entre aquellos solares a tomarnos el dicho boquete. Nuestras heridas no nos permitieron hacer uso de las armas, pero no nos impedía retirarnos, haciendo fuego con los que estaban aptos para contenerles el paso doble que traían para arrojarnos.
estilo de res, se descuartizo sacando los plátdnos y echando los pedazos de puerco a cocer sIn haberle reti– rado el tocino; no bien había hervido se sacaron los pe– dazos sobre un cuero y ordené se racionaran todos. En esta operacion estábamos y vimos todos con nevedad pasar el río a dos montados y con mucha preci– sion, llegan y preguntan por el General, les interrogo; éstos, informan que como a las dos de la madrugada llego una tropa de yankees a la hacienda de San Francis– co, como una hora después de haber dejado nosotros la referida hacienda; que la tropa tomo el camino de Santa Cruz y no tardaría en llegar a donde estábamos. les relidí las gracias y ordené a mujeres y paisanos tomaran el camino.
Hice formar a los militares, previniéndoles que el camino que íbamos a andar era pésimo, nada más que grieta, ¡ícaros y zarza, y que 'recordaran que ese llano era extenso, por consiguiente debíamos ir con oído atento para percibir los pasos y hacerles fuego en retirada cu– briéndonos de jícaro en jícaro.
A lo sumo habríamos andado dos millas y se oyeron pasos de bestias; los de atrás dieron la voz de "el ene– migo" estos fueron los primeros que se cubrieron y dis– pararon al primer montado que vieron matando la mula
y el individuo gritando decía: "Somos rivenses, somos paisanos" y presentándose. Les rodeamos y eran dos familias.
Mientras uno de los criados pasaba la montura del potron a su bestia, nos refirio lo mismo que ya sabíamos
y nos dijo que iban a procurar darle aleance al ejército para que el General nos mandara proteger, pues él te· nía la conviccion de que los yankees llegando a la hacienda que acabamos de dejar tomaría informe y ven· dría a darnos alcance.
Continuo su camino aquella familia de señoras y
señores, chicos y grandes, también nosotros.
Hacia Nandaime Como a medio día llegamos a un riachuelo y cerca Puse retenes por varios puntos y descansamos, nom- se veían los escombros de una casa que dijeron unos de brando rondas a los oficiales y yo me hice cargo de la los acompañantes, era la hacienda de las Cabezas. Bajo mayor. los árboles de aquella ribera hicimos nuestro desayuno; Quizá, mas por la falta de alimento que por temor, cada uno abrio su morral y aunque frío los plátanos y el nadie podía conciliar el sueño. Como a la 1 a.m. me chancho, saciando la necesidad del estomago, aunque hice observaciones que la razon y la experiencia me die- careciendo de un puro para fumar.
ron su aprobacion. Puse en pie a todos ordenándoles Conlnuamos nuestro camino sin ninguna novedad; tomaran el camino y todos me hicieron observar que era como a las tres de la tarde entramos a una especie de muy noche y tener que atravesar un pedazo de montaña montaña y al principio de una tormenta cargada de muy fangosa; las razones que se daban parecen justas, electricidad. Bajo ese llover torrencial, al entrar la no– mas no estaba en disposiciones de tomarlas en considera- che llegamos a la hacienda Jesús María, era de ganado; cion y les dije: tengo omnímodas facultades para ha- allí estuvo el eiército y antes del llover se fueron a Nan– cerme obedecer y lo haré a mi pesar. daime. Dispuestos a todo peligro nos quedamos a pasar Tomamos el camino y al amanecer llegamos al río la noche en dicha hacienda.
Ochomogo, le pasamos, estaba el mondador en una bo- El mondador y su señora eran todo generosidad y nito casa y dos mujeres en la cocina; también allí vimos consideracion. A mi y a varios oficiales nos vistio con unos cueros estacados y hablando con el mondador me su ropa de uso, saco guaro en cantidad suficiente para informé que allí había dormido la tropa y antes de ama- todos en general y él en persona sirvio a los oficiales. necer se habían puesto en marcha. Le pedí raciones los sirvientes hombres y mujeres no podían ser mejores; para ochenta personas y se escusa con mal semblante. unos acarreaban leña, otros facilitaban varas para ten· En uno de los fogones de la cocina estaba un her- der la ropa mojada cerca de los fogones que hicieron con maso caldero cociendo plátanos .. se los pedí y su con- 1al objeto, la señora del mondador se tomo el interés de testacion fue negativa, diciendo que sus operarios no preparar la mesa para los oficiales.
habían comido el día 'antes; en eso se presentaron unos En dos hermosos calderos se cocían plátanos y todas cuantos chanchos entre ellos uno más lucido; dí orden las tortillas que se molían, todo para dar de comer a que lo tiraran y lo ejecutaron mis soldados, Se pelo al toda aquella gente; las mujeres que con nosotros venían,
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