Page 125 - RC_1966_07_N70

This is a SEO version of RC_1966_07_N70. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

Olivas, quien en cambio de reprension, me llamo a la mesa y me obsequio una hermosa cristalada de aguar· diente, y comida 6 mi satisfaccion, no solo para saciar· me, SiFlO también para repletar mis tres salveques que iban listos con tal fin.

Serían las diez y las calles estaban llenas, no cesaba de llover; se me nombro para ir de avanzada a la salida de Metopa, un ayudante fue a señalarme el lugar y me dio la consigna que debía €ltender y ejecutar. El calle– jon no daba vado a los lados estaban los cercos de pi– ñuela, los relámpagos aunque consecutivos no vencían la oscuridad, ni la vista alcanzaba a descubrir objeto a la distancia de tres pasos, no había un lugar para sentar· nos" como pasar lo noche y vigilar al enemigo. ¡Oh recuerdos, recuerdos! ¡Oh! patria, patria, ¿a tus salva– dores miras con tanta indiferencia?

El sueño y la vigilancia eran esa noche dos poderes que luchaban. El primero era una necesidad que a cada momento era vencida por la rozan y el deber de salvar no solo a diez o doce mil víctimas de que se com– ponía el ejército, sino la vida y libertad de cinco Repú– blicas.

A las 6 a.m. se me dio la orden de retirarme, el ejército y el tren de guerra estaba listo esperando tan solo la voz de marcha. Desfilo el ejército sobre Masaya y la ocupo sin un tiro por abandonar los yankees la plaza.

," En todos los barrios de la poblacion estaban las divisiones cada una en el suyo y todas bajo el mando en jefe del General Belloso. Se procedio a reparar las trin– cheras y formar otras, todas en bocacalles inmediata a la plaza. Yo fuí designado a la trinchera de la calle de San ~uan, Jos tres escuadras restantes de Jo compañía ocupaban las dos esquinas inmediatas a mi trinchera. Ingreso el General Martínez con su division segovia– na. A los pocos días, Martinez y el General Zavala con sus respectiyas divisiones se fueron a ocupó; los pueblos de Niquinohomo.

Todas las familias rnasayenses hdbían abandonado sus hogares, una que otra indígena llegaban con sus ollas de frijoles y plátanos. Aquel numeroso ejérCito re– cibía diariamente su prest, porque sus gobiernos man– daban semanalmente dinero, y como no hallaban en qué invertido, por tal motivo y la ninguna ocupacion, se veían por calles y plaza juegos de azar.

Nosotros los nicaragüenses, por la exhaustez del erario, nuestra conducta de honradez era inimitable; pero en cambio aparecíamos como bobos, abriendo la boca, al ver al m6s humilde soldado de las distintas Repúblicas con las puñados de dinero.

A los pocos días aparecieron olras mujeres ladinas, con botellas de venta formando tidngue, todo se vendía a vapor; los jefes y tropa todo lo consumían, entre estos habían jocosos, que decían al más gloton: "Compañero, sea usted más parco, aprenda de Jos nicaragüense, ellos son nuestro modelo". Estas y otras tantas groseras burlas se nos dirigían, y no faltaron jefes y oficiales que nos enrostraran nuestra culpabilidad de la guerra. No recuerdo si fue el 11 de Octubre, que salí nom– brado por la orden general, cuarta ronda en el día, y salí a las seis con mi comitiva; las calles estaban con :lgua, las casas todas cerradas, todo estaba en silencio >e;pulcral¡ ,(ji consigna en {a rhisnia orden, ent~e otras

cosas era entrar lo menos dos cuadras en cada una de los tres caminos que conducen a Granada. El camino esta– ba como las calles, la noche entraba con su manto negro, cubriendo la escasa luz del horizonte, las calles lobre– gas y montuosas: de trecho en trecho tenía la necesidad de aplicar el oído a la tierra y al mismo tiempo dirigir la vista horizontalmente para observar mejor. Regresé del camino de la loma (Coyotepel que fue el primero y me dirigí al del centro; no bien entrado a él oí paso de bes– tia y dí el quién vive; con tal requerimiento el enemigo, que no era otro, se dio a conocer tanto en su movimiento como por los disparos que me hicieron: cumpliendo con las instrucCiones, les contesté con las descargas de mi co–

mitiva y haciéndolo en retirada. Por entre los chagüites (chacras) pretendían cortarme la retirada. Lo plaza y los barrios se pusieron en movimiento. El General Chicas con sus bravos santanecos les ~olio al paso, cubierto con el negro pabellon de la noché, los tomo a boca cañon. En mi primera descarga atendí mandar al cabo a dQr el parte, de que me batía con los yankees; me concentré a la plaza dando cuenta de las novedades de mi ronda. Én mi puesto había otro oficial y a mi se me ordeno ocupar una tienda contigua al cuartel nuestro; el solar montoso y sin cerco en el fondo, debía ser vigilado y con la pena correspondiente de ser castigado por el descuido o abandono. El General Chicas con sus santanecas de– fendio el fuego y se concentraron, quedando los filibus– teros posesionados en la iglesia de Monimbo, estos tra– bajaron sus parapetos y claraboyas en la noche, acer– cándose a nuestras trincheras cuanto les fue posible. En los puertos de vigilancia y resto del ejército la mitad dormía y la otra vigilaba.

A las cuatro de la mañana todas las bandas mar– ciales tocaron dianas. También a esa misma hora se oVo la diana del enemigo en su cuartel general y una granada enviada por su artillería nos dio el saludo, o fue el billete de reto d muerte. Las guerrillas de yankees, amanecieron en las caSas inmediatas a la plaza. Sa– lieron de ésta las guerrillas primeras ya con los claros del día para saber el Jugar que aquellos ocupaban y

batirlos: se camino mucho. Ellos habían hecho anda– mios y escalas para subir y tirar por sus claraboyas que hicieron en la pared, sobre los umbrales de sus puertas y hasta en el techo. A la esquina sur de nuestra trinchera estaban ellos disparando a los artilleros nuestros, por la trinchera de la calle de Monimbo. salio el joven Capitán Joaquín Chévez, batiéndose con bravura y bizarría con una lucida guerrilla de yankees que venían sobre lo trinchera nuestra, protegidos por los rifleros de las dos esquinas preparadas con tal fin, con sus claraboyas don– de tiraban a todo su gusto. Se me dio la orden de salir de mi puesto por entre los solares montuosos, a hacer fuego a los rifleros que disparaban sobre nuestros arti– lleros y proteger al mismo tiempo al denodado Chevito¡ llegué a la casucha frente a la que ocupaban los yan– kees y aunque cubriéndonos con los árboles de/ solar, tuve un muerto y dos heridos, y mirando al joven Chévez que venía en amplia calle, lo ví caer y su dicha guerrilla queda'ba comprometidísima: con tal reflexion salí a la cal'le resuelto y correr sobre la muerte hasta unirme a los de Chávez; logré cumplir con mi deber, ordené desple– garse y hacer fuego a pie firme por el frente y los cos– tados a recoger el cuerpo de Chévez y conducirlo .a la

-21-

Page 125 - RC_1966_07_N70

This is a SEO version of RC_1966_07_N70. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »