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« Previous Page Table of Contents Next Page »'El tiempo era lluvioso; después de' un día dé' deséanso, se continuo la marcha.
El '~iército iba adelante, ribsótr9s hacíarrios repetidí. simas paradas, por la reparacion que exigían las carre– 'tos por estar el camino intransitcible, por el coritinuo llover y charquería. Penosísima era nuestra dormida, sobre charcas y lodazales, sin poder hacer fuego para espantar la plaga de mosquitos; los vestidos mojados y los aglJaceros se repetían. ¡Ohl patria, carísima patria, qué amargos son aún los recuerdosl . Felices los que duermen en el total olvidól Desgraciado,s los que como yo sobreviven dolorosamente, sOl'portando una anciani– dad achacosa, sin hogar, sin familia, en la miseria y dificultades, aún para descansar en la noche, burlado ,de los pequeños y despreciado de los grandes. Ohl Patria, patrial mucho te quiero porque mucho me cuestas! En la primera parte de estos mis dolorosos recuerdos dí una idea de como era la poblacion de Managua: casas pocas, casuchas y ranchos dispersos, solares sin cercas, calles fatigosas para transitorias, por estar for– mada al pie de una cuesta que hoyes bien conocida. Omito reseñar los usos' y costumbres.
En Managua
Nuestro ejército, el mismo día que se movio de Na– garote, llego a Managua; la guarnkion de yankees que allí había incendio el' palacio, nombre impropio que se le daba a una mamarrochon de dos pisos en que instalo su gobiernQ el primer Presidente don Fruto Chamorro. Los yankees habían formado trincheras en las boca– calles y en el corredor del alto ,de sacos de arena y ado– bes. Sin embargo, obraron con prudencia, poniéndose en polvorosa corno dice el refrán. llegamos con el tren tres días después, en la tarde, bajo una lluvia torren– cial. DichQs trincheras eran pocas; el tren quedo en la plaza y nuestras compañías ocuparon los cuarteles que estaban listos; ya entrabo la noche. El pavimento de. nuestro cuartel estaba asqueroso y no había con que limpidrlo; nuestros vestidos y calzados chorreaban agua, ¿como pasar la noche? Los soldados encontraron como prender fogones, trayendo rejones, aunque bastante mo– jados, les acompañaron con las maderas de una cama que desarmaron. Pusimos a calentar los vestidos; los míos no tuvieron esa dicha, por haber llegado el ayu– dante Longino Sánchez (a) Virgotierno, dándoles ordenes a mi Capitán para que a mí, señalándome, fuera con mi escuadra a ocupar el alto del mamarrachon, colocando dos centinelas. El techo del patacio estaba en parte queMado, el piso cubierto de tejas, piedras, cañas que– madas y pedazos de alfajías. 1.0 oscuro no nos permitía ver y tropezábamos con clavos y demás objetos; también ignorábamos que las partes del salan las habían los jefes convertido en Hospital para los apestados del calera; esta epidemia se hacía temible. Allí habían cadáveres que no se habían sepultado: pero nada de esto sabía– mos. Qespués de numerada la guardia o retén, cada individuo busco un lugar para dormir. Yo encontré a uno acostado en un petatito mojado, que lo atribuí a gotera; él que estaba acostado en él, no le hablé y me acosté a su lado, creyendo era de los míos; al peso de ia noche el frío me trasminaba, pero ¿para qué moverme? Amanecio, y reconocí que era, éadáv~r de los varios que allí estaban y lo m~jodo eran los efectos de la elifer.
medad.. Yo me' creía m6s infestado que rriis soldados. El ayudan,te Sánchez muy de mañana se presento a comunicarme Id orden de retirarme, y fiJé informado de lo ocurrido, imponiendo de ello a Olivas, el que llego en el acto moritado a mi cuartel, chistando del percance, dio orden para que yo hiciera uso de tres días de permi– so que me concedían, y además, me obsequio 1.111 par de pesos.
Estaciono el ejército por varios días en Managua; se hicieron excursiones a los pueblos de Jinó'tepe y Ma– satepe; en una de elfos se libraron ligeras escaramusas y se capturo al Coronel José María Herrera.
Este joven hondureño vino con los e,migrados que para aquella República expulso Chamorro; ,y :trajeron las armas con que se le hizo la guerra, llevando el nombre de democracia contra el gobierno legitimista, y que en todo el sitio de Granada ~stuvo como ayudante de Radi– cati quien le enseño a tirar con ambas armas. Se hizo conocer de Walker y permonecio a su lado: no atendio a los repetidos llamamientos qué le hizo el General Jerez y sus amigos.
la comision que lo contuvo, lo llevo a Managua y sin perder tiempo fue juzgado en Consejo de Guerra y sentenciado por este tribunal, fue ultimado por la espalda como traidor. Así murio.
Hacia Masaya
NQ recuerdo la fecha en que se celebro' el triunfo élue sobre los yankees alcanzo el Generql Estrada. ,Se movia todo el ejército a ocupar Masaya.Dejamós Mana. guo rriuy temprano de la mañana. Todas las divisiones gozaban de prest, solo 10,5 nicaragüenses era la resigna– da que ni el rancho tenía seguro: como obligados, está– bamos resignados a sufrir y callar. ¡Ah, patria~ .I:a.rí– sima patria! En ese día, lo recuen;lo bien, matamos el hqmbre y sed con las asquerosas aguas de los charcos. Todo el ejército e igualmente que el tren de guerra iba por camino escusapo. Como a las dos de la tarde se descargo en ese camino infernal una espantosa tormenta cargada de electricidad. El gru~so del ejército ocupo bajo ese llover el pueblo de Nindirí, ya muy ~arde; 'allí había una comision de filibusteros acopiando víveres y por tal motivo, deprimía al Alcalde y al pueblo saCiando sus torpezas; estos pi 1I0s fueron sorprendidos y preten. dieron ponerse en salvo, dejando dos muertos, uno de ellos se hallo junto con el cadáver del joven Rosita Calvo, natural de Masaya, qmbos con sus revolveres en· la mano.
La acción de Masaya
Serían las 9 p.m. cuando llegamos con el referido tren, siempre bajo el llover; las calles eran ríos, la noche tinta, las armas estaban como los vestidos, chorreando agua. Se alojaron las compañías, la mía fue afortuna– dQ por alojarnos en una carpintería donde hallamos su– ficiente combustible para hacer fuego y calentar el par– que, con suficiente luz para limpiar las arrrias. En todas las esquinas habían retenes, con ordenes de no permitir el paso de ningún militar solamente a los ayudantes. En casa del Alcalde servían de comer a los jefes, yo hice esta averiguacion y me puse en camino a dicha casa pasando por los, retenes COn el falso carácter de ayudcm,¡ te; con 'el primer jefe que me encontré fue COI'I 'mi jefEl.'
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