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« Previous Page Table of Contents Next Page »Córdoba cae herido
del zagúan que rompimos para desalojar al enemig~.
Me concentré a mi puesto, observando que en la elevada torre de la Merced habían rifleros, pues me hicieron unos cuantos disparos. Yo obraba a mi voluntad, puesto que ni jefes ni tropa llegaban siquiera por curiosidad; obser– vando que la entrada de esa línea estaba a la bajada del arroyo y paso del barrio del Hormiguero y en des– cuido, pues con tan poca tropa no me era posible poner un retén, dispuse poner un cabo con dos soldados en el segundo boquete de mi retaguardia; llegando en esos momentos el correo que fue a Jalteva viniendo acampa· ñado de un oficial y ocho números de tropa. A este oficial le dí la consigna de estricta vigilancia hacia la retaguardia, colocando a esta escolta en las claraboyas. El parte que mandé fue éste: "Señor General: Creo que mi Capitán no sabe de mí, puesto que no he visto ni a mi oficial, ni a ningún ayudante. Estoy solo con 13 hombres en una casa que esta a la orilla del arroyo. Por el tapial de la derecha veo que estoy en línea recta con la torre de la Merced¡ aquí espero recibir sus orde– nes".
En seguida de haber llegado el correo y la escolta con el oficial, llego el Coronel Juan Benito Anduray y su ayudante, con quienes reconocimos lo avanzado, obser· vando los soldados y casas que estaban adelante en completa soledad. El jefe Anduray dijo que estaba in– mediata la esquina que decían "Piedra Bocana" y me informo que los Capitanes Muñuque, Aragon y Navas ocupaban el centro, frente a la Merced. Paso a recono– cer el punto que momentos antes había ocupado Aragon; mi puesto era el primero hacia el norte y por 10 mismo más peligroso: en efecto, se propuso con toda enteraza restablecer la línea que pocas horas antes les había quitado. Fuí batido por los boquetes primero, y aten– diendo a que mis soldados no se dejaron quitar las claraboyas de nuestra tapia y que otros atendieran a las ventanas del Salon que caían a la calle, mis fatigas eran inexplicables. En tales apuros, oí las descargas que ha– cía el oficial de la retaguardia; el enemigo, que vino entre el arroyo, se entro por el zaguán roto hasta en– contrarse con la pequeña escolta que vigilaba la reta– guardia¡ corrí con mi fusil en mano hacia ellos llegando a tiempo que el enemigo aun no se contenía a pesar del fuego que se le hacía; les dirigí a mis compañeros la palabra, diciéndoles: iFuego y bayoneta! ILos que queden vivos quedarán salvos!"
La Punta de Córdova
A los huidores les había llegado refuerzo y con eso pretendieron quitarme el local del almacén y fueron ellos los que retrocedieron hasta el último corralillo que hacía esquina con la boca-calle llamada "Piedra Bocana"; hice cerrar el boquete y coloqué dos centinelas para que por las claraboyas vigilaran el solar y casa oriental. Esa misma mañana ocupo el Capitán Dolores Aragon la casa que hacía tope a la Calle Atravesada, en cuya línea oriental y frente estaban las celdas de la Merced, y en linea hacia el norte y tapia de por medio, conmigo, a la que le hicimos un ancho boquete para comunicarnos y protegernos, teniendo Aragon las casas que seguían al
oriente, en escombros, pues estaban ardidas de parte del El Capitán Aragon había asegurado su puesto con gobierno, indudablemente para impedir nuestro avance. una parte de su compañía, y coh el resto paso a prote– En línea recta, calle de por medio se hallaban Aragon germe. Proteccion oportuna; el esforzado enerpigo se con Muñuque, y más al sur Galarza, y en seguida Fran- vio batido por su derecha cuando nos cargaba a bayo– cisco Navas, esquina con la Iglesia de la Merced. Yo, como neta. Así tuvieron que abandonar su intento, retroce– ya dije, era el primero que estaba al norte e inmediato a diendo hasta tomar el arroyo, dejando tres muertos y la calle; conocí la "Piedra Bocana" y se llamo dicho pues- cinco heridos; éstos contaron que a varios muertos los to "Punta de Cordova". echaron en los pozos; pasé a las ventanas creyendo Como a eso de las 1O u 11 a.m. que llegué a ese alguna novedad grave, pero era el fuego que se les ha– punto en seguimiento del enemigo, procuré asegurarlo cía a los que se corrieron por el arroyo. Pocos momentos para mientras los jefes superiores disponían lo conve- despues abandonaron su empeño los que nos batían por iliente. Recordé mandar un parte y lo hice llegar a las tapias de oriente; yo, haciendo observaciones por una Jalteva en el acto, sacando al mensajero por los varios claraboya, no me ví que estaba en blanco para los rifle– patios que tenía a mi retaguardia, siendo el primero el ros de la Merced, y un tiro de ellos me hizo caer boca
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comenzo a arder: nuestros disparos por sus propias cla· raboyas, el techo ardiendo, los golpes en el zaguán y los gritos de mueras, era y fue para ellos cosa espantosa. Fue rota la puerta¡ entramos vivando a nuestra causa democrática y a nuestro ¡efe, General Jerez. El enemigo abandono su puesto y haciéndonos fuego en retirada, nos dejaron dueños de ese local, pasando ellos por sus boquetes a otro corralillo. Al entrar n.osotros a ese pri– mer boquete, mi Cabo, que iba más a mi costado, fue muerto, recibiendo el balazo en el pecho: pero esta víctima nos puso con mayor ardimiento. Un oficial, solo, llegaba en esos momentos y le ví por haberme tira– do de un brazo, diciéndome: "Amigo, ese es un valor brutal¡ la vida, una vez perdida, no se vuelve a hallar". Sin. embargo de tan sabia advertencia, no nos detuvimos; ellos estaban colocados en una puerta que formaba triángulo, y tanto de ese lugar como de una ventana que había en la culata de la mediagua, nos batían con pre– sicion para no dejarnos avanzar¡ mas no resistieron nuestro empuje y abandonaron la puerta, huyendo como niños, quedando dentro la mediagua cuatro de ellos que hice prisioneros; allí se presento un Capitán a quien yo conocía, acompañado de tres individuos de tropa, y quiso quitarme a los prisioneros que mandaba a Jalteva, para fusilarlos en ese mismo lugar; yo y los míos nos opusi– mos, burlando así sus deseos, pues quería aparecer ante los jefes y compañeros como un valiente. La dicha me– diagua estaba atestada de tabaco en rama, cajas de licor, cajas grandes y bultos de mercaderías, lo mismo que en el largo corredor. En el salon se veía el lujoso mostrador: era uno de los grandes almacenes de aque– llos felices tiempos¡ sobre dicho mostrador se admiraban las sumas de paquetes de moneda. Este establecimien– to estaba con las puertas de par en par y solo.
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