Page 11 - RC_1966_07_N70

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gogia, ha vellido a con~ui:r;, un poder casi i11coll– trastable. HuyendQ de' Scil~, l:1.a caíd;;; ell, .C¡;uibdis y ~n s\I, v~l:1.Elrt).e.nte él.lll:).e. l

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da,c;isol;>:r;e bases incollmC?vible.~, 1.a ha despojl¡ldQ, ,por decirlo así, de. su E:1Sp~rifu de inici¡iliva, haciendo

q~e lo resíg:t1,e, en ;e.1 gobie~p, a,cost~brá11dola a espe.:r;a,rlo *odo del gobierno, yana, pensar S~llo por el cerebro del gobierno. , :Ea Paxtido Conservador, si.gu,iendo sin duda la opi I1 ión de ~ol1tE:lsqtrleu, que ,dice:' .i que en el prin– cipio de las sociedades los, jefes de las repúblicas son ,los que for:q¡.an la institución;, y en, seguida, la ínsfifución es la que fprma a los jefes de las repú– blicas", , ha consa¡;¡rado' su preferente atención a la elección de los depositarios del poder, procu,rando q1,le rec~iga en ciudadanos, que por su amor ,al or– den, su energía y sus sentiInÍentos patrióticos, COl1–

tribuyan ,eficazmente a encarrilar al país por la sen– da de la regularidad; en lo pual ha procedido ín– dudal:>1emente con mucha cordura y patriotismo. Una seri~' casi no interrumpida de ciudadanos de primera nota, desde el demócrata por excelencia, José León Sandoval, hasta la fecha ha ocupado el sillón presidencial por los sufragios del Partido Con– servador; y cada, uno de estos ciudadanos ha veni– do ofreciéndose en, holocaus:l:o ,a la maledicencia, la envidia y las in:l:rigas de los '~mbiciosos para ense– ñar a los pueblos lasvicitudes cívicas y el verdade– ro camino' de su felicidad y engrandecimie.nto. Por e¡st,e sistema práctico de buen gobierno, el país ha a~c¡;mzado cierto grado de prosperidad, ha llegado a ser uno de los pueblos más libres y feli– ces de Hispano América y ha adquirido buen nom– bre en:l:re los pueblos culfos; pero el Partido Conser– vador ha descuidado dar a su obra el complemento, que ,es llevar las instifuciones a un grado de per– fección tal, que la máquina gubernativa funcione sin que sea necesario el sacrificio de un estadista de primera fuerza, para que la, ,ponga en movimiento. No podemos afirmar que' este error sea, impu– table exclusivamente al Partido Conservador, puede ser error del país entero; pero ese Partido es respon– sable en primer tér.mino de ese descuido. por ser el que ha' dominado exclusivamente en los úlfimos vein– te años.

¿Qué es lo que ha impedido dar cima a la em– presa política emprendida c;on fan buen éxito? Lo diremos sin ambages ni rodeos. En nuestro concepto, dos son l¡;ts causas determinantes de esta sensible omisión en un asunto de tan vital im¡:>or– tancia.

La primera es que el Partido Conservador ha negado a satisfacerse con la posesión del poder, y con la seguridad de que ningún conservador es ca– paz de hacer mal uso de ese poder. "Hagamos to– do el bien posible, han dicho los conservadores; y en cuanto a instituciones, no nos preocupemos de eso, porque las que fenemos no son en manera al– guna rémora para el bien, puesto que con ellas he– mos llegado a un punto a donde no han alcanzado pueblos ,de mayores recursos".

, La segunda causa es la desconfianza que han inspirado los liberales, cuando han pedido la refor– ma,. También del seno mismo del Partido Conserva– dor ha salido el griio de reforma; pero este se ha

ip.te;rpr~tadQ' cp:rtlp ,~a de~eI'~J;l.ci¡;¡. pe.ligrosl¡l al, Pa];".,., , tido Li:i:>eral. Le;¡ ciego es ,.!:¡ue, el Par#do ,CC)11serva.-' dar llCl ha se.lltido lél.' ne.c(;isfcl ad de lél.S rl:l~0IF-as y l:1.a. creído de buE;n:a q~e. 'e'l i:>aí~;;'Q l~s'Ileée.sita. ' Desgraciadamente, los liberales han tenido leí. manía de gr4arcoll:l:ra los actos más i11ocentes, más nobles y :más pa±rióti~Cl~ de los gobie~Cls' cc;mserva– cl0res; y éstos, por su parte, hall desconfiado de las ip.dicaci.ones de aquellos, dándoles el valor,c;le 'Ver– daderas maquinacÚmes para desquiciar el orden es– tablecido y sobreponerse. Así es que los conserva– dores hap. continuado imperlurbables en su, propó– sito de revestir al gobierno de poder y de prestigio, procurando sus garantías :n:tás en la designación de los funcionarios públicos que en la perfección de las instituciones.

Cuando los opositores al Partido Conservador, por denigrarlo, han gritadQ que Nicaragua, por sus instituciones, es una especie de monarquía, con nombre de rep,ública, cuyo monarca lleva el título de Pre~;idente; que las grandes libertades de que dis– frufa el pUlablo nicaragüense son concesiones de sus gobernantes, y no derechos verdaderamente asegu– rados a los ciudadanos, los conservado¡:"es han dicho: "Mentiral Pocos pueblos hay sobre la tierra tan li– bres corno Nicaragua, donde lQS ciudadanos tengan mejor garantizados sus c:i.erechos y donde el Magis– trado S\1premo no sea ;rnas:'Q\1e un simple mandata– rio del pueblo, alferp.a.P.vo y responsable",

Los conservadore¡s han dicho una verdad, por– que los ciudadanos que por su influencia han sido elevados a la primera iñagistratura, se han propues– fa, con absoll,l;f:a abnf}gación de su persona, dar lec– ciones prácticas'lda 'buen gobierno, é!.hogar en liber– tad a sus opositbres, concediéndoles todo, todo, has– fa los más repugnanfes desbordes, excepto la per– turbación del orden público. Así sucedió en el pri– lner período constitucional del General Martínez, y

lo mismo ha sucedido en las administraciones de los que vinieron después.

Pero la afirmación de los liberales no ha care– cido en absoluto de razón. El Partido Conservador no ha comprendido todo el fondo de verdad que ella envuelve, porque ha estado identificado con el poder, porque las pretensiones de los liberales han sido en lo general absurdas; y porque ha tenido la firme convicción de que las instituciones no son un dique a los desbordes de los anarquistas, que sólo pueden contenerse con la fuerza,

Sin embargo, el Partido Conservador tuvo ya ocasión de apercibirse de lo peligroso que es cons– tituir un poder superior a la sociedad de donde ema– na; y fué en el período de marzo de 1863 a marzo de 1867, época en qUe los liberales, abandonando su antigua táctica de conspirar contra el poder esta– blecido, adoptaron la línea de conducta de some– térsele en absoluto. Entonces el gobierno fué lan– zado a las más deplorables ex:l:remidades, las ga– rantías del ciudadano llegaron a ser le:l:ra muerta, y aun el pabellón de la República fue mancillado por aC,tos que da pena recordar. Si no conociéramos los móviles de los opositores al Parfido Conservador, podría pensarse que esa jugada política era una lec– ción práctica que los liberales se proponían dar a sus antagonistas, enseñándoles. c;;:m la elocuencia irre-

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