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do tenido varios encuentros en los pueblos de Mateare

y Nagarote.

El señor Chamorro regreso con su tropa a Granada con la investidura de Director Supremo del Estado; y no me olvido del desagrado general que hubo, por razon de que Muñoz entrego el poder al General Valle CheJon, y este prestigiado jefe se lo cedio a Chamorro. Voz pú– blica.

El señor Chamorro inauguro su gobierno en Mana– gua, con medidas más a proposito para los partidos de oriente que para los de occidente. El señor Chamarra declaro Capital a Managua y Presidente al jefe que go– bernaba; también República al Estado.

1853

"El archivo secreto del Gobierno"

A fines del año 52 parecía que la paz era la señora que sonreía a los nicaragüenses. Mas los hombres ilus– trados de Leon olieron lo que había en "el archivo secre– to del gobierno"; pero antes que éstos se movieran les cayo encima, haciendo en una sola noche recogida de los doctores Jerez, Castellon, Guerrero, don Francisco Díaz Zapata y otros más, sacándolos esa misma noche y mal montados, con una custodia de cien hombres, por el puer– to de El Tempisque, hasta desembarcarlos en San Loren– zo, inmediato a Nacaome, Honduras. El gobernante de esa República los acogio con muestras de simpatías; era el Presidente, el General Cabañas, quien no tuvo excusa para prepc;rrar los elementos bélicos que puso a disposi– cion de los expulsados; éstos se proporcionaron un paquebote y se dirigieron con rumbo a El Realejo. Era el mes de Mayo de 1854.

1854

Comienza la Revolución

El 4 de Mayo en la noche asaltaron el resguardo, huyendo los empleados y dejando en poses ion a los asaltantes.

Al amanecer del día S, se oía en estas calles el to– que de generala por un corneta que montado venía a la orden del General José María Valle Chelan; en cada es– quina se repetía dicho toque; Chelan arengaba a los que se acercaban, invitándolos al patriotismo, para que fue· ron con sus carretas y bestias a El Realejo para traer a esta plaza las armas y elementos. Las mujeres corrían a las sementeras a dar aviso a sus varones 'que traba· jaban. Yo, acompdñado de unos cuantos amigos, a pie tomamos el camino, siendo los primeros en presentarnos al General Jerez y demás jefes, tomando armas y ponién· donos en actitud de defensa.

Regresamos a esta ciudad de Chinandega con mu– chas carretas cargadas de armas y elementos de guerra; hombres montados y de a pie, cada cual con su arma. El movimiento era tan entusiasta, que al llegar a esta plaza, el pueblo se puso en actitud y los hombres aban– donaron sus trabajos y se presentaban, tomando armas

y quedando organizados.

De Lean venían grupos, unos en pos de otros, enca– bezados por sus caudillos. Del día 6 al 7 estaba orga· nizado el pie de ejército formado de voluntarios. El día

7 en la tarde el ejército evacuo esta plaza, ocupando en la noche la de Chichigalpa. Ese día 7 entra a Leon el Presidente Chamorro, con Su ejército de orientales, agre· gando a éste la poca tropa de leoneses.

La acción de El Pozo

Nuestro ejército salio de Chichigalpa con direccion a la hacienda "El Pozo", que está en contacto con los pue– blos de Telica y Quezalguaqu? Los cercos de dicha hacienda nos evitaron el trabajo de formar parapetos. El General Chamarra se dirigio a ata:ar al ejército democrático en la referida hacienda, tarde de la noche del día 8, y en la madrugada el triunfo era de la revolu– cion. Se reconocia el campo y solo se encontraron muer– tos y heridos. A las cinco de la mañ·::ma, lleno de inmenso entusiasmo, se levanto el campo con direccion a Lean, encontrando grupos de gente que nos felicitaban y dándonos la feliz noticia de haber abandonado la pla– za todos los empleados y adictos al gobierno.

La caballería se puso en vertiginosa carrera en per– secucion de aquellos empleados y adictos. Varios de éstos fueron alcanzados, siendo uno de ellos don Ansel– mo H. Riv05, a quien en el acto se le coloco un par de grillos.

Desde el día 9 que llegamos a Lean, la afluencia de hombres que se presentaban era cosa de admirar. El ejército democrático no menos constaba de cinco o seis mil hombres voluntarios.

Hacra Granada

El 11 o 12 salimos de Leon, dejando en las familias el convencimiento de un pronto triunfo. Llegamos a Managua sin ningún estropiezo. La poblacion era de casas desparramadas y construídas provisionalmente, so– lares abiertos y calles de altos y bajos. No es mi pro" pos ita historiar los usos y costumbres de los habitantes, porque otros historiadores competentes lo han hecho ya; y sí solamente dar a conocer las fatigas, ~ambres, des– nudeces y la sangre que se derrama y los momentos de agonías, considerándose en brazos de la muerte. Con tal objeto continúo con mis recuerdos. A golpe de vista se comprendía que hombres y señoras y hasta los chi– quillos eran chamorristas en cuerpo y alma. Los hom– bres, en grupos cruzaban las sierras.

Se siguio la marcha, a ocupar Masaya, y aún no sé que motivo el haber estacionado tantos días en aquella ciudad; pero el 26 de ese mismo mes de Mayo, muy tem– prano de la mañana se verifico la marcha sobre Grana– da, llegando como a las dos de la tarde. Las casas de todo el barrio de Jalteva estaban solas: el ejército entro en dos filas por la calle real. En el centro iban las carre– tas con la artillería y elementos. No se veía un solo objeto a quien hacerle fuego; no obstante, se avanzaba sobre el silbido de las balas de fusilería y metrallas de la artillería enemiga: ésta en su trinchera y la fusilería por claraboyas. Las carretas quedaron solas en la ca lIe. Las filas de nuestra tropa, a uno y otro lado, se favore– cían detrás de las casas unos y otras detrás de la iglesia de Jalteva. Las puertas de ésta fueron abiertas y en la noche se hicieron llegar las carretas y su carga de ele– mentos se deposito en ella.

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