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« Previous Page Table of Contents Next Page »y a continuacion me los pasaba con sus instrucciones para contestarlos. Aquella simplicidad y llaneza del Presidente, me sirvieron de estímulo para sujetar mis nervios y dedicar con calma mis aptitudes para contestar ollí mismo los despachos recibidos. Después, se los pasé de nuevo para que los leyera y firmara. Los levo y me los devolvio diciéndome, les pusiera su firma. Parecía– mos dos personas que hacía tiempo habían trabajado juntos y en confianza en esa clase de labores. Tanto me animo esto que me sentí otro del que había llegado al iniciar mis labores y como nunca he sido vanidoso, no me envanecí; al contrario, me sentí más humilde y esto fue, creo cihora, motivo más bien de empezar a profe– sarle cariño al Presidente, ya que respeto, siempre lo sentí por él. Regresé a la oficina de la Secretaría lle– vando en la mano los papeles para enviar los telegra– mas con el portero a la oficina telegráfica que existía en los altos del mismo edificio, y terminar con los otros que debían contestarse por carta. Hasta entonces no se die– ron cuenta los empleados de quien era el nuevo Secre– tario Privado; la sorpresa que les causo! Ninguno de ellos lo esperaba. Trabajé con los dos escribientes y pasé de nuevo al despacho del Presidente con las cartas, ya listas, para que las firmase. Al entrar, noté que te– nía una visita. Regresé de nuevo a la Secretaría, y momentos después, sano el timbre Ila~ándome. Le pre– senté las cartas, leyo éstas sin dirigirme la palabra y las firmo todas, devolviéndomelas. A continuacion, llamo a un ayudante para que le mostrara la lista de ras perso– nas que solicitaban audiencia. Todos los días, más o menos, cien personas la solicitaban, y él las atendía, una por una, hasta las 12, hora en que se daba por termi– nada la audiencia pública. A esa hora, me llamo para que tomara con él un aperitivo. Mientras lo tomábamos, charlamos sobre varios asuntos, mostrándome siempre cariño, afecto y simpatía. Al terminar, se levanto para dirigirse a sus habitaciones particulares, indicándome que a las cuatro de la tarde se abría nuevamente la ofi– cina de la presidencia. En esa forma, sencilla y familiar, tomé poses ion de mi cargo. Hasta la hora en que me retiré del Palacio, las 12 de ese día, no había participado a nadie mi nombramiento de Secretario Privado. Los Ministros lo supieron más tarde, por los empleados de la Secretaría. la única persona que lo supo y ésto, por el mismo Presidente, fue el doctor don Fernando Sánchez, Ministro de Relaciones Exteriores, quien, desde que lo conocí, se mostro sincero y cariñoso amigo mío, intere– sándose porque me fuera bien en mi nuevo cargo. En– tiendo, por los datos que logré obtener más tarde acerca de mí nombramiento, que ese buen amigo mío sugirio mi nombre al Presidente para que yo sustituyera al doc– tor de la Rocha. Como el doctor Sánchez era muy re– servado y discreto, nunca me dijo nada, pero cuando otro amigo mío m.e manifesto en aquellos días decirse en los corrillos de Palacio, que yo era un protegido del doctor Sánchez y que a éste debía yo mi posicion, le contesté que no me extrañaría saber que el doctor se hubiera interesado por mí. Me expliqué yo entonces la ¡nter· vencion del doctor Sánchez en esa forma. El me había nombrado, desde mi llegada a Managua, colaborador de su Ministerio, mejor dicho para que le sirviera de Secre– tario Particular. Me trato en ese empleo y conocio que yo podía sustituir a de la Rocha. Además, el doctor
Sánchez conocía muy bien mis ligas de familia con el General Zelaya. Sabía que mi madre era prima del General y que éste había vivido en Granada antes de su viaje a Europa, en la casa de mi abuelo don Macorio Alvarez. Todo eso me inclina a pensar que el doctor Sánchez aprovecho la oportunidad de esas ligas familia– res para indicar mi nombre al Presidente; pero debo re– petirlo, el doctor no me di¡o a mi nada de ésto, solo se manifesto muy complacido cuando en la tarde de ese mismo día, hablé con él de mí nueva posiciono Conocí en su cara que sentía expresiva satisfaccion. Pero hay otras razones que creo yo, movieron al doctor Sánchez, si es que efectivamente sugirio ni nombre al General Zelaya para el puesto de Secretario Particular y son éstas: Ha– bía en el gobierno, en 1900, dos grupos, el primero inte– grado por don José Dolores Gámez y los Ministros don Fernando Abaunza, el doctor don Leopoldo Ramírez Mairena, y el Secretario de la Comandancia General, don Gregario Abaunza, hermano de don Fernando, y estos tres últimos, vecinos de Masaya. Don Goyito, así le de– cían a· don Gregario, era, además, íntimo amigo de Gá· mez, cada uno en su posicíon ejercían influencia en su respectivo grupo. Los otros dos Ministros, don Félix Pedro Zelaya de Hacienda y el General don Juan Bau– tista Sáenz, de la Guerra, permanecían neutrales, pero a veces, este último, se inclinaba al uno o al otro grupo, ya que su influencia fuera de su Ministerio, era insignifi– cante.
Después de la escision del partido liberal en 1896, Gámez pudo volver de nuevo al gobierno como Ministro sin cartera, pero al ser nombrado el doctor Sánchez en 1900, en Relaciones, la posicion de Gámez se debilito. De allí nacio la rivalidad entre los dos grupos.
Entiel~do yo, que sí el doctor Sánchez sugirio mi nombre al Presidente supuso que yo sería por lo menos neutral, puesto que yo no tenía ninguna razon para afiliarme al grupo de Gámez, mientras que yo, como antes dije había trabajado con él.
Aunque el doctor Sánchez no intentase ejercer in· f1uencia en mí; entiendo yo, debío haber pensado que, colocado en la Secretaría, podía hacer menor, ante el Presidente, la influencia de sus opositores en el gobierno. El Dr. Sánchez no se equivoco. Mi llegada a la Secre· taría dio otro rumbo a esas intrigas políticas. En primer lugar, se hizo cada día menos necesaria la labor de Gámez en dicha oficina puesto que yo la desempeñaba a satisfaccion del Presidente y éste, había depositado absolu1a confianza en mí. Debo adver1ir, que yo no fuí nunca hostil ni a Gámez ni a sus amigos. A todos ellos fes guardaba consideracion y respeto. De Gámez cono– cía sus luchas en favor del partido liberal y sus indiscu– tibles y valiosas facultades intelectuales, así como su laboriosidad para trabajar en las labores de la Secreta– ría. Se dedicaba a este trabajo con anuencia del mismo Presidente y la buena voluntad de su amigo don Grega– rio Abaunza. Este último, era muy inteligente y poseía, además muy buenas capacidades para desempeñar la Secretaría de la Comandancia General, y gozaba, asi– mismo, de Jo confianza absoluta del General Zelaya; pero por otra parte no era tan activo como Jo labor de la oficina lo exigía y por lo mismo se aprovechaba de Jos capacidades de Gámez para que le ayudara en el de– sempeño del cargo. "Don Goyito", a pesar de que sus
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