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« Previous Page Table of Contents Next Page »la cabeza sin alteracion alguna, no deja de admirar uno la habilidad que despliegan esos indios para llevar a ca– bo su arte de reducir un cuerpo humano, ya muerto. Parece, que hace algunos años, los Jíbaros se dedicaban ,a robar cadáveres de gente extraña a su raza, por lo cual las autoridades se vieron obligadas a dictar severas me– didas para impedirlo, logrando que se terminara con ese macabro negocio.
LA CELEBRACION DE LA INDEPENDENCIA
EllO de Octubre se celebra en el Ecuador el ani– versario de la Independencia. El que yo presencié ese año en Guayaquil no difiere en nada de los otros que se celebran en el resto de América. El puerto se engalano con banderas y gallardetes. Hubo parada militar, otra del cuerpo de bomberos, éste muy bien organizado, y los consabidos juegos públicos. La ruletas se veían por todas partes. Los ¡olgorios pusieron ese año en el puerto un matiz de alegría pasajera, porque la suerte de esos pueblos no varía, aunque, año con año, se celebre el aniversario de la independencia con discursos soporífe– ros, llenos de lugares comunes; con recepciones en la rasa municipal que no sirven para otra cosa que para que algún amigo de los munícipes haga su negocio con la venta de licores; y lo mismo puede decirse de las que se hacen en la capital y en los palacios de gobierno. Toda esa celebracion es pura farsa. Se extraña uno de esto, pues en Colombia, el Ecuador, en Venezuela y en el Perú, como en Chile y Bolivia, hubo lucha sangrienta para obtener la independencia, de España. En Grana– da, mi cilldad natal, se lucho y se derramo sangre el año de 1810 para conquistar la libertad y, fracasado ese primer movimiento libertador, varios granadinos fueron juzgados y desterrados a España. En fin la epopeya americana para independizarse de España, mostro al mundo héroes y márlires que sufrieron con valor y de– nuedo, los sangrientos castigos del poder dominante, las crueles disposiciones emanadas por el General Pablo Mo– rillo y otros españoles a fin de ahogar en sangre el anhelo de los americanos del Sur y del Centro por declararse independientes. Pero, todo aquel heroísmo de la gesta hispanoamericana, mostrada a principios del siglo XIX, parece hoy haber sido olvidado por los hijos de sus liber– tadores. L os aniversarios se celebran en nuestros países con motivo de su independencia de un modo que no corresponde al esfuerzo y el heroísmo de los emancipa– dores.
Día vendrá que ese glorioso aniversario de la eman– cipacion de Hispano América se festeje en otra forma más de acuerdo con el hecho mismo de haber entrado ellas a formar parte de las naCiones libres; y que la verdadera libertad implantada con toda realidad en dichas nacio– nes, muestre al mundo que estos países lograron al fin, los deseos y los anhelos de los que lucharon y murieron en aquella sangrienta lucha por obtener e implantar en estas tierras americanas los principios del régimen demo– crático que ellos -los libertadores- conquistaron ofren– dando su vida en los campos gloriosos de nuestras res– pectivas naciones.
Ofro hecho que me llamo laatencion durante mi estada en Guayaquil fue, no ver ningún monumento 'que recordara la memoria de Juan Montalvo llamado con
justicia el Cervantes de Hispano América, una de las meiores plumas que escribiese el hermoso idioma espa– ñol. Puede deberse esta omision de que hablo a la ideología sustentada por los gobiernos que se han suce– dido en su patria, después de su muerte en París. ,En cambio, ví con agrado, la estatua dedicada a José Joa– quín Olmedo el genial cantor de Junín. Esta eslatua si mal no recuerdo ,se levanta en una de las plazas de Guayaquil frente a la Iglesia y al Convento de San Fran– cisco. Por lo menos, se le ha hecho justicia a ese poeta, una de las glorias con que se enorgullece nuestra América Hispana.
No pude, por otra parte, formarme una idea del desarrollo educativo alcanzado en esa época por el Ecuador. Llegué, durante el período de cambio del go– bierno conservador por el liberal del General Alfara. Había, pues, cierta inestabilidad ,política, pero se notaba, sin embargo, ya firmeza en el nuevo gobierno de carácter enteramente radical en política. Tampoco se me ocurrio pedir datos sobre la enseñanza dada antes por los con– servadores, pero sabía, que en el pasado el país había alcanZCIdo, en el ramo de la educacíon, brillo y prestigio. Los liberales me contaban que el país estaba lleno de conventos y frailes y monias donde se educaba a la juventud dentro de un estriG:to plan religioso. Además, por el hecho de no conocer más que el elemento gober– nante de entonces -de ideología liberal- no me ocupé de hacer investigaciones sobre esa materia. En cambio, admiraba el desarrollo economico que presentaba en esos días Guayaquil, debido, indudablemente, a su gran exportacion de cacao, trigo y otros produclos de esa tie– rra fértil para cultivos agrícolas.
A medi<;tdos de Noviembre, recibí carta del Presi– dente Zelaya llamándome a Nicaragua. Con esa carta suya, me envio otra, dirigida por él al General don Eloy Alfaro recomendándome me atendiera. Al recibir dichas cartas, dirigí un telegrama al General Alfaro a Quito informándole de lo que me escribía el General Zelaya y anunciándole, al mismo tiempo; le remitía por correo, la carta del General Zelaya para él.
Algunos amigos me aconsejaban ir yo a Quito a conocer esa antigua ciudad y visilar al Presidenle Alfaro¡
y en eso estaba cuando recibí una notita del Coronel Roca, Intendente de Guayaquil, indicándome pasara a verlo a su oficina. Llegué ahí y este funcionario me mos– tro un despacho del General Alfaro recomendándole me atendiera y preguntara qué deseaba yo. Le dí mis gra– cias al Coronel Roca rogándole las trasmitiera, asimismo, al General Alfaro. Le manifesté al Coronel Roca que en vista de la inclicacion que en su carta me hacía el Presi· dente Zelaya estaba dispuesto a regresar a Nicaragua¡ pero como carecía de fondos esperaría obtenerlos. El Coronel Roca me contesto que él haría conocer al Presi· dente General Alfaro mi resolucion. Pocos días después de esta entrevisla, me volvia a llamar dicho Coronel y me di¡o que había recibido instrucciones del General Alfaro de entregarme un dinero, pero como eso requería tiempo, me avisaría cuando debía llegar a recibirlo. Esta vez, me informo, además, el mismo Coronel ROCd, que era bastante difícil retirar fondos del Tesoro Nacional para entregarme ese dinero, ya que no veía medio legal para hacerlo, pero esperaba obtenerlos y entregármelos. Me extraño mucho lo que me decía el Coronel Roca, acerc;:a de 31
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