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tos aspectos la más completa expreSIon poéfica de la universalidad del hombre hispanoamericano, sin exclusión del español. Quizá por esto sobre todo es que Rubén se explica corno nicaragüense. No es que se explique sólo como nicaragüense, sino sen– cillamenfe que por ese motivo es más nicaragüense que los otros nicaragüenses. No desde luego por la repercusión que su poesía tuvo en su tiempo, ni menos por lo que en ella hoy nos parece invulnera– ble al tiempo. Esto no lo hace ser el más nicara– güense, sino sólo el más grande de los nicaragüen– ses. Pero también él es el más salvadoreño y el más guatemalteco, el más chileno y el más argenti– no, corno también es el más español de los nicara– güenses. Pero también el más francés y hasta el más griego de los españoles, corno también, por aira parle, el más indoamericano, es decir, el más indio, Y hasta el más africano de los argen!inos y los chilenos. Es algo de esto, me parece, lo que se da a entender cuando se dice que es el más "gran– de" entre los poetas de nuestra lengua. Lo cual fal vez se podría explicar por el extraordinario poder de absorción de su genio, su receptividad o afinidad para la poesía de todos los tiempos y lugares, uni– da a su admirable capacidad de armonizar las co– sas más dispares con su compleja sensibilidad la±i– noan1.ericana, hispanoamericana -indisolublemente 'hispánica Y amerlcana- que el gran poefa nicara– güense de sangre chorotega y hasta seguramente también africana, tanto corno española, incorporó, como quien dice, a la tradicional universalidad de la lengua de España. Rubél1. Darío es el poeta de la universalidad de nuestra lengua.

No es necesario consultar las estadísticas, que en todo caso no inspiran confianza, para saber que Nicaragua figura entre los países latinoamericanos donde ha existido un más completo mestizaje de es– pañol, indio y negro. En realidad es raro el nicara– güense que no lleva en la sangre una explosiva mezcla de esos tres ingredientes raciales de nuestra población, lo cual más que en el tipo de la genie, se deja ver en el temperamento nacional. En Rubén se produjo una annonía superior, un feliz equilibrio del mestizaje nicaragüense, gracias en buena parle a la no menos nicaragüense inclinación ul1iversalis– fa de su temperamento. Pero el hecho de que Ru– bén fuera nicaragüense no solamente le afeció a él mismo determinando hasta cierlo pun:l:o la índole de su genio, sino que en cierlo modo también afecia a Nicaragua. No me refiero tanto a lo que en los pe– riódicos y los documemos oficiales suele llamarse "gloria nacional" -porque esa clase de palabras, como gloria y grandeza, para la genie de hoy ya

casi na son más que una retórica vacía- sino a su influencia en el sentido de una mayor conciencia de nuestra propia universalidad. Es con Rubén y por Rubén que la poesía de Nicaragua adquiere a un mismo tiempo conciencia de sí misma y de su propia universalidad. Con Rubén y en Rubén es que los poetas nicaragüenses, frecuentetnente en re– beldía frente al mismo Rubén, han descubierlo al menos su universalidad, tal vez no propiamente la universalidad nicaragüense COtnO experiencia colec– tiva o realidad histórica, sino más bien su personal universalidad en relación a la poesía corno catego– ría universal. En todo caso, desde Rubén en ade– lante, 10 propio y distintivo de los principales poetas nicaragüenses ha sido efectivamente la capacidad de universalización de su experiencia vital. Ellos han hecho con más éxito -como suele decirse en el lenguaje comercial de ahora lo que desde la inde– pendencia han tratado de hacer, en la política y los negocios, los militares y comerciantes y hasta los mismos inteleciuales, con resultados casi siempre trá– gicos, por falta, según ya he dicho, de una manera, corno quien dice, más filosófica, ya que no más poé– tica, de enfocar el problema. Ya es significativo que Nicaragua rinda "culto oficial" a Rubén Darío, y no lo pueda hacer en escala nacional con ningún otro de sus "héroes". Pero tampoco está demás ha– cer notar a este propósito, en beneficio de la gente práctica, que la poesía es hasta ahora el único pro– duc:l:o nicaragüense de indiscutible valor universal -no sujeto a las contingencias del tnercado- y que si alguna admiración despierla Nicaragua fuera de sus fronteras, no 10 debe a otra cosa. Es sola– menie en la poesía donde hasta aquí hemos alcan– zado nuestra, propia universalidad.

En qué consiste e deba consistir esa universali– dad es 10 que hay que explorar. No bastaría, cla– ro, conocer lo que de ella pensaron los próceres cen– troatnericanos y los nicaragüenses de mayor pres:l:i– gio intelectual, corno don José Sacasa y don Juan José Zavala y don Hermenegildo Zepeda y don José Núñez y don Laureano Pineda y don Pablo Builra– go y Casiellón y Máximo Jerez y el docior Rosalío Corlés y don Anselmo Rivas y Gámez y Coronel Ma– ius -por no citar más que unos cuantos de los in– ±elec:l:uales que tuvieron importancia politica en el siglo pasado y cuyo pensamiento en este aspecio apenas se conoce-- ni solamente las enseñanzas del doC±or Cuadra Pasos o las ideas que acerca de esfo se desprenderían de la lectura de nuestros poetas. SOlnos nosotros mismos los que fenemos que pen– sar el lema por nuestra propia cuenta y para las circunstancias de nuestro tiempo.

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