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« Previous Page Table of Contents Next Page »ella o mejor dicho, con sus ideas al respedo, se ade– lant6 por lo menos dos décadas a su época y pre– par6 la nuestra. Su fuerle, como se sabe, fue la conversaci6n. Por sus conversaciones principahnen– te, desperl6 entre los j6venes que lo frecuentaban, el afán de examinar la ineviiable relaci6n de Nica– ragua y aun nuestra propia relación personal con los Estados Unidos y la vida norleamericana, en una perspectiva universalisia, desde la cual nos resuUa posible entender a la vez lo norteamericano y lo nicaragüense, dentro de la necesaria inieracci6n de nuestras respecfivas posiciones universales. Esto puede mirarse de disiintas maneras, como en efec– to ocurre, pero su actual enfoque intelectual y cul– tural, principalrnente se deriva del dociar Cuadra Pasos. Junto con un sentido universal de lo nica– ragüense, en cierlo modo tradicional, él trasmüi6 a los j6venes de mi generaci6n y la siguiente, la orien– taci6n hacia lo universal, o cuando menos la inquie– tud universalista, que es la gran inquietud de nues– ira tiempo. Generalrnente han sido sus discípulos, comenzando por su hijo Pablo Antonio, o los discí– pulos de aquellos, los que hasta aquí han tratado de examinar, tanio la hisioria como la vida nicaragüen– se, con interrogaciones e investigaciones que revelan no s610 curiosidad inteleC±ual, sino iambién sentido universalista. Un sentido que nos haga no s610 in– teligibles para nosoiros mismos, sino iambién para todos los hombres del mundo, y por el cual poda– mos no solamente eniendernos nosotros, sino enten– derlos a todos ellos.
Hasta aquí, sin embargo, donde mejor se ha ma– nifestado la natural inclinaci6n de los nicaragüen– ses hacia lo universal y su capacidad para alcanzar– los, no ha sido en el terreno de las ideas, sino en el áInbüo más puro de la poesía. La más alfa ma– nifestaci6n de la universalidad nicaragüense es, por supuesto. Rubén Darío. El es el paradigma de nues– tra universalidad en su más pura forma. El hecho sobrepasa. desde luego, los lÍmües nacionales de lo nicaragüense -porque Rubén no es sólo un gran poeta de Nicaragua, sino, además, de cualquier oiro de los países de lengua española, empezando por España- pero, precisamente, es esto lo que le da su carácter de símbolo de la universalidad nicaragüen– se. Rubén es inmediatamente nacionalizable y en efecto ha sido nacionalizado, lo :mismo por España que por cada uno de los países de Hispanoamérica. Más que otro alglmo perlenece a todos los países de nuestra lengua, a cada uno en particular y a iodos en conjunto. Más por ésla quizá que por otra ra– z6n. puede afirmarse que es el más grande -es de– cir, el de mayor latüud poé:tica- y en tal sentido al menos, el más universal de los grandes poetas de la lengua española. Esto lo digo porque, a mi juicio, únicamente en referencia a la historia y la geografía de una cultura determinada o por otras cuestiones cuUun:ües más o menos ajenas a la mis– ma poesía, pero evidentemente inseparables de ella, puede tener algún sentido la afirmaci6n de que un gran poeta sea más grande que los otros de la misma estatura. Tal es precisamente el caso de Ru– bén. Lo que se llama su pandeza, lo que lo ha– ce mayor o menor que los otros, s610 puede medir– se en el espacio y en el tiempo, en la geografía y
en la hisioria, porque el valor de la poesía misma trasciende al tiempo y al espacio y no puede me– dirse. No tendría sentido decir que su poesía es la mejor o mejor que la de otros -pues la poesía, co– mo ial es siempre lo mejor, lo insuperable-- pero que es el más grande quiere decir sencillamente que es el que más abarca, tanio en el tiempo como en espacio, el que recoge una gran tradici6n
-gafheaos a greaJ lracUticm, como luego dirá de sí mis– mo Ezra Pound- y le da nueva vida, y a su modo la adapta a la vida moderna, haciendo así posible una nueva poesía, en todo el ámbito del idioma. El no fue únicaxnenie el gran poeta de su tiempo en nues– ira lengua, sino, además, el único eslabón de la poesía del pasado con la del futuro. Si hoy, por ejemplo, nos gusta G6ngora, es sobre todo por Ru– bén y es leyendo a Rubén que aprendimos a leer de oiro modo la poesía anterior. La suya fue ante iodo una revolución del gusio literario. En Hubén adquirimos U1.1. gusto nuevo, ya en cierlo modo nues– ira gusto moderno, por Garcilaso o Fray Luis de León
y San Juan de la Cruz, que sin Rubén posiblemenfe ya no nos gusiarían -con.o les pasa a algunos de los poetas más j6venes- o simplemente nos gusta– rían de otra manera y por oiros molivos. Pero, ade– más, el orquesió con tal maestría la lengua casie– llana, la enriqueci6 con tantas aportaciones y no– vedades, ampli6 en tal forma sus posibilidades de e:xpresi6n para una nueva sensibilidad poética, que sm Rubén tampoco hubiera sido posible el gran flo– reci:miento posi-rubeniano de la poesía, tanto en América como en España. Ni don Antonio Macha– do ni Juan Ramón Jiménez, ni García Larca, ni Ne– ruda, ni Vallejo, ni ningún afro de los grandes poe– tas modernistas y post-modernisias hispanoamerica– nos o españoles, se explicaría sin Rubén Darío. Este nombre es inseparable de la revoluci6n poética mo– derna, que esencialmente sigue siendo la :misma en sus continuas transformaciones, por cuanto en rea– lidad signific6 la independencia y la liberlad de la poesía en todos los países de lengua castellana. La
gran revolución encabezada por Rubén -que no fue sólo el modernismo, ni en modo alguno se agotó en éste-- incorporó en cierla medida las anteriores, y es evidenie que de algún modo se proyecta en la revolución contemporánea. A esto se debe que en la poesía de la lengua, como totalidad, o sea en la poesía de cada uno de nuestros pueblos, incluido el español, Rubén Darío representa la libertad y al mis– mo tiempo la tradici6n, que él renueva precisamen– te en la medida en que es capaz de libertarse de ella y legarla a nosotros como una tradici6n de li–
berlad. Lo que hay de virlualmenie rubeniano en la poesía contemporánea es quizá lo que no se di– suelve del todo en la anarquía y la disgregaci6n. Rubén, digamos, no nos liberla para separarnos – como lo han hecho la mayoría de nuesiros liberia– dores políticos, a excepci6n de un Bolívar o un Mo– razán- sino, al contrario, para ensanchar nuestra unidad. Su irayeC±oria va de la liberlad a la uni– dad. y por lo tanfo, como ya he señalado, en la misma dirección que nuestra propia universalidad. Por eso mismo he dicho que su poesía es la más al– ta manifestación de la universalidad nicaragüense. Por lo mismo también se podría decir que hasta aquí ha sido la más amplia. la más abieria y aún en cier-
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