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« Previous Page Table of Contents Next Page »año de la publicaci6n de Ariel, los de mayor finura intelectual entre los liberales nicaragüenses, proba– blemente dependían en esto, del pensamiento de Rod6, aunque a ellos mismos les resul:tara insuficien– fe, en nuestras circuns:!:ancias, la vaguedad de su idealismo
I pero, si no me equivoco la mayoría de los il'lieleciuales de entonces, en especial los jóve– nes que empezaron a darse a conocer después de la caída del General Zelaya, casi iodo se lo debían a escrilores sudamericanos de rnenos al:tura, corno el argentino Manuel Ugarte --cuyas primeras posi– ciones fueron prádicamen:!:e abandonadas cuando cambiaron las circunstancias-- y el colombiano Var– gas Vila, que hoy nos resulla incomprensible que tuviera ledores entre personas de mediana cullura,
y peor aún, admiradores, entre personas realme11±e cullas. En unos cuantos fambién influía el mexica– no José Vasconcelos con su feoría de la raza c6smi– ca, pero el femperamenfo nicaragüense nunca ha sido propenso a eniusiasn,arse con elucubraciones de esa nafuraleza. La realidad es que casi fados los in±eleC±Uales liberales de ese tiempo, se limita·· ban a tomar posiciones en contra de los Estados Uni– dos, pero sólo polílicamente -o mejor dicho, a opo– nerse políticamente a cierias formas de in±erven– ción o de presión política y económica del Depar– tamenfo de Estado y de Wall Siree± en Nicaragua. 'La oposición o resis±ep.cia cuL.+Clral a los Es±ados Uni– dos y a "la barbarie yanqui" -corno decían unos pocos que afec±aban hacerla- 11.0 era :tomada en serio ni en los n"Úsl.'nos círo;ulos liberales donde pre– dominaba el antiyanQwsm6 político más intransi– gente, salvo, según parece, por una camarilla de jóvenes poetas bien conocidos en Managua, pero de escasa influencia entonces en el país, los cuales re– flejaban con distintos ma±ices, las opiniones elel ya citado Vargas Vila o de Blanco Fombona y de los modernIstas en general, quienes no parecían fener de la cul:tura o de la vida norieamericana conoci– mientos de orim,era mano. Ni siquiera es posible confiar dem~siado en la sincerielad de sus opinio– nes, porque esos nUSInos escritores en el fondo en– vidiaban la civilización. norleamericana, es decir, la deseaban para nosoj:ros. Por más que fodos repu– diaron lo que con cierta vaguedad llamaban el IlilS·
llS'A'iallsm.c de los yanquis -COUtO también lo re– pudiaban los grandes escritores y poelas de los Es±a– dos Unidos- cualquiera de ellos hubiera podido es– cribir, corno ChocElno: Imitémoslos prin,ero, para igualarlos después". Esta fue, al menos la actitud que más tarde ±omaron, abIertamenfe, en lo que se refiere al m.a!m'ialismo de la civilización norte– american.a, la mayoria de los inielectuales y buena parte de los poetas latinoamericanos, empezando por los marxistas. De todos n,odos, las opiniones de Vargas Vila y aún las del mismo Blanco Fombona, a ial extremo simplicaban la situación de la culfura
-o, según ellos, de la barbarie---' en los Es±ados Unidos que en realidad hacían imposible establecer las dis:l:inciones necesarias para que nuesira inevi– table relación con ellos resuilara fecunda, y no, al oonfrario, peliudicial. Los inielectuales nicaragüen– ses, adelnás, se encontraban enfonces, COlnO les pa– sa siempre, demasiado absorbidos por la polífica inmediata, para ocuparse de esa farea. Ninguno de
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ellos, por consiguienfe, creo yo que estuviera seria– menfe informado de las realidades cul:turales de los propios Esfados Unidos, ni de los problemas que la vida norteamericana moderna plan±ea al hombre co– rno tal, y que el Ariel de Rodó no hacía más que sugerir en uno de sus aspedos. Sin conocer al nor– feamericano y sin tener idea de su n,undo, era im– posible conocer los problemas que en ese mismo orden planfeaba al nicaragüense la relación con Nor– ±eamérica. Hay que iener presenfe, sin embargo, que ni en los propios Esfados Unidos, se había he– cho fodavía -digamos, anfes de 1920- una seria valoración de su cuilura con sentido lnoderno, ac– tual, cOlrlemporáneo, viendo las cosas COlnO se pue– den ver hoy día, puesto que apenas empezaba a producirse, alrededor de 1914-1918, con la sacudida de la primera guerra mundial, el extraordinario flo c
recimien±o o resurgimiento de, la llierafura y de la crilica norteamericanas, que en realidad hizo posible aquella valoración, desde una nueva perspeciiva, no ya en n1.anera alguna provinciana, sino realmeme universal.
El resullado fue que la más importanfe qwza de las iareas que esperaban a los inieleciuales ni– caragüenses en las primeras dos décadas de esfe si– glo, quedara sin hacerse. Enire nuestros inteledua– les de ese período, apenas sé de alguno que no ha– ya despilfarrado fodo su falenio en las cuestiones más superficiales de la polillca. Mi impresión es que todo el andamiaje ,de su pensamienfo sobre la cuestión norteamericana era de orden jurídicol y efecfivan,enie, sus acfifudes no parecían tener otro respaldo infeledual ni espimual. Abiertamenie por lo menos, no se apoyaban en el orden de realida– des espirifuales y cullurales en que se funda, C? se puede fundar nuesfro sentido de 10 universal. i Has– fa donde yo puedo saberlo, únicamente el docior Cuadra Pasos fenía enfonces a es:l:e respec:l:o una ma– nera de pensar global y articulada -injertada, co-' mo si dijeramos, en la tofalidad de su pensamien-ip'
lo-- con sus raices en la fradición nicaragüense y al mismo tiempo abierta a lo universal y a lo tras– cendenfel pero la completa expresión de, sus ideas sobre en problema yanqui, corno la de su pensa– mienfo en general, 11.0 se produjo más que en con– versaciones y discursos que no fueron franscmos o no se han publicado. Hasla ahora él ha sido, a mi parecer, fanfo por sus ideas corno por la índole de su menfe, no sólo el más universal y universalis±a de nuestros inleleciuales consagrados a la polífica, sino iam.bién el que ha tenido una más clara idea de la universalidad nicaragüense, o mejor dicho, de la relación de lo nicaragüense y lo universal. En eso estaba su fuerza corno infernacionalis±a",~f-pero
el derecho internacional sólo podía interesarle' como uno de fanios enfoques de nuesira universalidad. Esfo, nafuralmenfe, desprofesionalizaba y humaniza– ba en él esa disciplina, igual que cualquier oira de las que él ejercía, incluyendo la política. Esio mis– mo, a mi juicio, le dió fanfa amplitud como altura de miras y sobre fodo largo alcance a su manera de enfocar el asunto de la infervención norleameri– na en sus peores momemos. No me refiero, sin embargo a su polillca inieramericana, aunque con
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