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« Previous Page Table of Contents Next Page »era el hambre da, lo que nos alegro, pues ya el "rancho" del Gaytán,
y sus duras galletas, nos tenía estragados.
Al llegar a Tumaco nos bañamos en agua dulce, co–
sa que no habíamos podido hacer durante diez o doce días. Nos habíamos bañado abordo, pero con agua salada.
La vegetacion de Tumaco es exhuberante. Tiene frondosos y altos árboles. Aunque el clima es fuerte, el aire del mar que continuamente acaricia la isla, aunque algo tibio, y la arboleda, verde siempre, hacen m~nos
penoso el calor tropical. Su ti(ura es ubérrima. Allí se cultiva gran VOl iedad de frutas y flores. Como está cer– ca del continente, la Tagua, que en grandes cantidades se produce en los montañas colombianas, es conducida a Tumaco, de donde se exporta en los vapores que fre– cuentemente llegan a la isla. A nuestra llegada y a causa de la revolucion no atracclban los vapores costeros
el lumaco y su comercio se hallaba totalmente paralizado. Grandes cantidades de Tagua vimos en las playas de Tumaco. Aclemás, hay un río cercano, en el continente, el Barabacoas, de donde se extrae oro en pepitas y se ctlmacena en la isla para exportarlo. Corno antes diji~
mas, la revo!ucion había paralizado la vida comercial y agrícola de esa fertilísima isla. Cuando ,nosotros llega– mos, aquello renía el aspecto de ciudad muerta. Las tiendas estaban casi vacías y por las pequeñas calles solo se veía circular soldados. Lo único que tenía alguna animacion, como es natural en ese estado de cosas, eran las cantincls y las casas donde se daba de comer, en to– das ellas, suculenta y abundante comida.
Un día antes de nüestra llegada, murio el único mé– dico con que contaba la poblacion. Nos dijeron que era americano o inglés, el cual presto muy buenos servicios profesionalés a sus habitantes.
El rostro de los habitantes de Tumaco era macilento, su cuerpo flácido. Varias veces vi ell las calles, mu– chachos jovenes, señoras y sirvientas, todas de color pálido, de rostros tristes y la mayoría vestida de negro. Había entre esas mujeres, algunas negras e indias y otras del tipo blgnco y de fisonomía interesante, pero como agobia9dS por las privaciones y la dureza del clima. la
impre~ion que me causaron los habitantes de Tumaco, fue eje desconsuelo por lo que sufrían, no obstante ser la isla ~e vegeracion lujuriosa y su posicion comercial pros– pera, meses antes.
Al día siguiente de nuestra llegada, hubo, desde temprctno de la mañana, movimiento inusitado de tropas, señal de que algo anormal ocurría.
Esa misma mañana, Toledo, Infante y yo, nos dis– poníamos a salir para averiguar qué pasaba, pero una pequeña guarnician que rodeaba nuestra tasa, nos im– pidio salir. El oficial que comandaba dicha guardia nos comunico que de orden superior quedábamos detenidos en la casa.
Nos extraño esta orden tan inconsiderada, por lo cual protestamos, permaneciendo, sin embargo, recluídos en la casa hasta saber de qué se trataba. A las diez, nos enterGlmos de lo que ocurría en Tumaco.
El. General Simon Chaux, fue el comandante de las fue.rzas revolucionarias que tomara la isla meses antes, y con la mayor parte de esas tropas, como ya dije, se traslado a Panamá para juntarse con Herrera 'Y Porras. comi- Al regresar a Tumaco, sin las tropas, herido y derrotado
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un "rancho", que nos supo riquísimo, tal que sentíamos a esas horas.
A las siete de la noche, arribamos a Chepa, puerte– cilla al Sur de Panamá. Allí encontrarnos unas lanchas de vela que habían servido para transportar las tropas CCfucanas del General Chaux a Panamá. Una de esas lonchas, se había convertido en Hospital de Sangre. Contenía varios heridos, todos mal atendidos. Entre ellos, se nos dijo, estaba un "general" salvadoreño, de nombre Palomeque. Este tenía varias heridas graves. Su estado era de cuidado, y aunque se pensa en trasla– dar/o al "Gaytán", se desistía de ello por temor de que
muri~ra abordo. Además, se penso que pronlo ordena– rían de Panamá la reconcentracion de las lanches que estabcm en Chepa con los heridos y que llegado allá sería mejor atendido que lo que pudiera serlo en el "Gaytán", donde no había medicinas ni lugar apropiado para IIe. vario. Meses más tarde se nos difo que este mismo Po– lomeque con otros heridos, al recibir la orden de t-rasladar la lancha a Panamá, logro que los tripulantes lo llevaran en cambio :::l Corinto, Nicaragua, donde desembarco con sus compañeros, llegando a dicho puer to ya- bastante mejor de sus heridas.
Esa "rnisma noche salirnos de Chepa y dos días des– pués, anclamos, frente a una ensenada de la costa colombiana para proveernos de leña, combustible que usaba la maquinaria del vaporcito. El Capitán de éste nos dijo que ese lugar era la "Isla del Gallo", en donde Pizarra, siglos antes, había anclado y resuelto seguir al Perú. Pocas horas permanecimos allí mientras nos pro– curamos el combustible y a los cinco o seis días de nave– gar siempre costeando, llegamos a Tumaco.
La travesía fue molesta y bien penosa. El barquito
~ra pequeño y a veces las olas del mar lo hacían bailar, sallar y crugir constantemente, causándonos pánico. Iban abordo unas lantas bombas de mano y municiones de guerra de varias clases, almacenadas en la bodega, y cuando el barquito era iuguete de las fuertes olas mo– viéndolo todo, bombas y cajas de municiones, rondaban dentro de la bodega, produciendo un ruido infernal, que nos aterraba. A más de esto, 1I0vio recio y diariamente durante la travesía, y hacía un calor insoportable, por lo cual resolvimos quedar en paños menores, para no sentir tanto el calor. De los malos olores que salían del pasaje, no hay ni qué hablar. Cuando soplaba brisa y no 110· vía, el ambiente se mejoraba un poco. Dichosamente, solo incomodidades, malos olores y mareadas, tuvimos que soportar.
Por fin, una mañana divisamos a Tumaco; mas no pudimos acercarnos al desembarcadero porque el vapor sufrio un desperfecto; la marea estaba muy baja y los botecitos no podían llegar hasta el barco donde éste quedo. Al subir la marea, pudieron los botecitos acer– carse y en ellos nos embarcamos para llegar a tierra firme.
En la isla nos recibieron muy bien, al principio. Toledo, Infante y yo, fuimos alojados en una confortable casa, de techo de paja con las divisiones de los cuartos hechos de cañas de bambú, perfectamente unidas. Esta construccion se hace allí para que las habitaciones no sean tan calientes, ya que el clima de Tumaco es igual al de toda fa costa colombiana, caluroso. . En otra casa nos proporcionaban muy buena
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