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allí notamos que GlI bote se había ido para el "Gaytán", llevando otros pasajeros. Esperamos, por lo menos, dos horas en la playa, hasta que regreso el bote. Les supli– camos a los remeros nos llevaran abordo. Al principio, rehusaron, porque decían que el vaporcito iba ya a zar– par. Por fin, logramos convencerlos y nos llevaron al "General GClytán" que en esos momentos levaba anclas y se disponía a zarpar. Al aproximarnos, vimos a uno de los marineros del barquito eón intenciones de impe– dirnos subir abordo, valiéndose de un machete para cor– tar el cable que desde el vapor, sujetaba nuestro bote y por donde íbamos a subir al barco. El vapor estaba ya en movimiento y la tardanza en subir por la cuerda, era peligrosa. En vista de esa situacion, el General Toledo, saco su revolver y amenazá al marinero con disparar so– bre él si cortaba el cable. Esta amenaza surtió efecto, y ya caminando el "Gaytán", subimos a bordo, Toledo, Infante y yo, y junto con otro compañero que nos seguía, nos posesionamos del cable para que pudieran subir otros colombianos y los remeros del bote. Este siguio a remolque.

Eran las diez de la mañana, bajo un sol abrasador, cuando dejamos las playas de Panamá Viejo.

En el "General Gaytán", embarcacion que prestaba servicios de remolcador en el puerto de Tumaco, antes de caer en poder de la revolucion, encontramos al célebre músico e improvisado militar, "general" José Ciceron Castillo y al General Doctor, Simon Chaux, herido como untes dijimos, acompañado de tres oficiales, compañeros suyos. Tanto Toledo, como yo, supusimos que quien trataba de impedir que tomásemos el vapor, fue Ciceran Castillo, y en cambio, el General Chaux, quien permitia embarcarnos en el Gaytán.

Este militar era hombre simpático, abogado y pro– fesor universitario en Popayán. De allí salio para incor– porarse a la revolucion liberal colombiana, iniciada en

1899. Como jefe, toma la isla de Tumaco y de este lu– gar se dirigio a Panamá a cooperar en el ataque a ditha ciudad, llevando un contingente de 400 caucanos, en su mayoría negros, a quienes los colombianos llaman "los ingleses del Cauca".

También encontramos abordo, al !'legro General, Luis Salamanca. Como hacía dos días había sido herido el General Chaux, y ·no recibiera al principio más que un tratamiento de emergencia, cuando nosotros llegamos abordo, notamos que el herido acostado en una hamaca se sentía molesto quejándose de dolores. Toledo, enton– ces, le ofrecia sus servicios, que el General acepto, y como Toledo, debido a su profesion militar, tenía algunos cono– cimientos en la materia, con lo que se pudo allí obtener

1(;) hizo una buena curacion en las dos piernas, logrando alivi¡;lrlo bastante. El General Chaux se mostra muy agradecido por el eficiente servicio que se le había hecho. De Panamá nos dirigimos al Sur, y mientras se le hacía la curacion al General Chaux, éste nos informa que su destino era la isla de Tumaco, donde permanecía el resto de sus fuerzas. De lo que había llevado a Panamá, no traía mós que los tres oficiales que lo acompañaban abordo.

Como no· habíamos comido desde el día anterior, salvo una taza de café que nos proporcionaron unas mu– jeres detrás de la línea de fuego, el cocinero del vapor,

negro caucono, muy complaciente y servicial, nos preparo

SALIMOS EN EL "GENERAL GAYTAN"

RUMBO AL SUR

Antes de que llegaran de Panamá los comisionados de Albán para concertar y firmar la capitulacian, el Ge· neral Toledo y yo con Tomás Infante invitado éste para que se fuera con nosotros, llegamos a la playa. Al llegar

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ríamos el peligro de ser tratados con dureza por las tropas colombianas. Cierto o no, el rumor nos alarmo. Como el mismo Toledo sabía que en la mañana de ese mismo día, zarpaba para el Sur el vaporcito "General Gaytán " , con otros colombianos que no se entregarían, me dijo, pensaba él irse también en ese barco y si yo quería acom– pañarlo, me fuera con él. Le contesté que sí, y ya desde ese momento no me separé de él. A las seis de la ma– ñana, se izo una bandera blanca sobre el techo del edifi– cio de Perry HiII, en señal de rendicion y salieron al mismo tiempo, oficiales con ordenes de suspender el ataque en las líneas de fuego. Pocos momentos después, vimos, desde Perry HiII al tren que entraba a la Ciudad de Pa– namá con el refuerzo que llevaba a los sitiados el General Campo Serrano, el cual, según decían los colombianos, era buen militar.

Creo que la ciudad de Panamá no fue tomada por los revolucionarios por dos razones: primero, por la falta de unidad entre los dos jefes: el militar y el civil, no obstante que los dos tenían capacidades efectivas para desempeñar sus respectivos cargos; y en segeundo lugar, por la valerosa y tenaz resistencia del General Carlos Albán, jefe militar defensor de la ciudad. De acuerdo con informaciones posteriores, supe asimismo que algu– nos jefes militares y otros civiles de Panamá, no tenían fe en que la ciudad resistiera a las fuerzas revoluciona–

r ias y se refugiaron, desdGl el 24 que comenzo el ataque, en una fragata de guerra inglesa que estaba anclada en la bahía. Quedo solo el General Albán. Por otra parte también sabíamos que los numerosos partidarios que la revolucian tenía dentro de la ciudad, avisaron a los jefes atacantes lo que ocurría dentro de Panamá y de la poca fuerza militar con que se contaba para la defensa, y el aJDoyo que se les daría desde dentro, tan luego se acer– caran a los suburbios. Todos esos informes eran verda– deros; pero al recibirlos el General Herrera, éste se apre– suro a entrar él, primero, por la vía férrea, sin esperar que Porras ejecutase la maniobra de tomar la Boca, al otro extremo de la ciudad. Ya dije antes por qué

fr~casa est-a parte del plan, y Herrera, pOI su parte, @n– contro un jefe militar que le disputaría el paso, bien atrincherado y con decisian, ya que el General Albán esperaba de un momento a otro, refuerzos, que estaban en camino ti Panamá, como en efecto sucedio. Hubo, pues, de parte de los revolucionarios, falta de pel'icia y estrategia militar, y unidad de acciono Contaban con buena tropa y con amigos dentro de la ciudad, pero esto no sirvio de nada por las razones ya apuntadas. El de– fensor de Panamá, a más de buen militar, era hombre valiente y resuelto a todo. Por eso fue que vencio a sus enemigos, los cuales, sin embargo, contaban con más elementos de los que él disponía. La defensa y victoria de Panamá, se debieron a las cualidades que supo de– san'ollar en esos momentos de prueba, el General Carlos Albán.

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