This is a SEO version of RC_1966_06_N69. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »ele frecuentemente entre los artilleros centroamericanos, porque todos ellos, más o menos, son improvisados. Solo una granada cayo cerca del barco "General Gaytán" huno diéndose en la bahía, sin estallar. Serían las 12 del día cuando atracamos en Panamá Viejo. Desembarcamos con presteza, hombres y municiones, y minutos después, tomábamos parte en el ataque al puente de Caledonia y
en el de la propia plelya de Panamá Viejo. Este último "quedo tablas" como dicen los ¡ugadores de billar, por– que la marea subia en esos momentos y ya no se pudo combatir más en ese terreno. El Gombate en el puente de Calec10nta seguía furioso. Las fuerw,s del doctor Po– rras serían como de 400 hombres, bien armados y con suficientes parque, pero las del General Herrera, al llegar nosotros; estaban ya diezmadas y agotadas, por manera que el auxilio que les llevamos no fue eficaz para impedir la total derrota del ejército revolucionario ese mismo día. Como a las cuatro de la tarde, me dí perfecta cuenta de la comprometida situacion en que se encontraban nuestras fuerzas. Estábomos en Perry HiII, a donde llegaban los heridos. No había médicos que los aten– dieran, ni medicinas, ni nada. Tampoco había que co– mer. Los muertos quedaban tendidos donde caían, y los heridos leves, caminaban pOI' sus propio~ pasos al Cuartel Genera:' Fnliaban camillas para conducir a los graves,
y algunos de éstos eran sacados en hombros de la línea de fuego, por sus compañeros. A un Coronel, herido en el hombro, se le derramo un poco de ácido fénico encon– trodo por C1llí cauterizándolela herida y casi toda la es– palda, haciéndolo sufrir esta cura más que la herida. No obsiante esa carencia de médicos y de medicinas, no se disminuía el valor y el coraje de aquellos revolucionarios voluntarios.
Más tarde, como a las cinco, se ordeno colocar dos piezas de artillería de los que estaban al principio en la linea de fuego, expuestas a ser capturadas por el enemi– go, sobre lo loma de Perry HiII. Desde ahí, se disparaba sobre 10 ciudad. Al poco rato, vimos que el enemigo nos contestaba con las suyas desde una faldo del cerro de Ancon, donde hoy esj'á el Hotel Tivoli. A 10$ pocos dis– pmos, notamos que el enemigo mejoraba la puntería
pOlque sus granndas pasaban silvando sobre las cabezas de los que maneiaban nuestras piezas, vendó a sepultarse en una hondonada detrás de la loma de Pe¡'ry Hm.
El docior Porras, el General Toledo y yo, hos había– mos situado detrás de las piezas, arrimados a una cerca
de alambre de pl:las, a fin de presenciar el duelo de arti– llería. Veían.os, claramente, el humo que despedían las piezas disparadas desde las faldas del cerro de Ancon, y
cuando consideróbamos que la granada podía caer cerca ele nosotros, nos echábamos a tierra. Hubo una, sin embargo, que cayo sobre la cerca de alambre adonde es– tábamos recostados, sacudiéndola fuertemente, pero no estallo: se incrusto en el suelo. los que estábamos cer– ca, nos echamos
(j 1ierra, menos el doctor Porras, porque éste vestido siempre de chaqué, aún en esos momentos, una de los falJas del mismo quedo prendida en las púas de alambre, dejando al doctor en grotesca posicion lo que nos causo risa, no obstante que corrimos peligro porque los disparos eran muy seguidos y ya el enemigo había logrado rectificar bien la puntería, corno que minutos después otra granada cayo cerca de una de las piezas y al estallar hirio a uno de los artilleros. En vista de eso,
el General Toledo que dirigía el ataque, ordeno suspender el fuego y retirar de ese lugar las dos piezas. Además, y esto lo supe mucho después, ya no había parque de artillería. Regresmnos, de nuevo a la casa de Perry HiII,
donde estaba el General Herrera con otros jefes militares. A las 8 de la noche bien obscura y lloviendo torrencial· men1e, se ordeno a los ayudantes del Esiado Mayor llevar parque de rifles a las fuerzas que estaban peleando en la iglesia de San Miguel, ésta en poder de la revolucion. El General Toledo que estaba junto a mí, cuando se dio la orden, me dijo no me moviera de la casa, y que si se me quería enviar a esa expedicion contestara que había re· cibiJo ordenes suyas petra permanecer allí. Por dicha, se le ocurrio a Toledo esa idea, o por lo menos, sabía él que la expedicion era peligrosísima y por lo mismo, inútil exponer más gente en ella.
A poco de esto, se supo en el campamento revolu– cionario que una fuerza de mil hombres, del gobierno colombiano al mando del General Campo Serrano, llega. da a Colon ese mismo día, se acercaba a Panamá. Hubo discusiones y planes para interceptar la llegada de ese refuerzo; se llego hasta pensar en volar con dinamita la línea, peto se desistía de esa idea por temor a complica– ciones internacionales.
Por fin, en la madrugada, es decir, el 26 de Julio, me canto el General Toledo, quien había asisticlo al Con– sejo de Guerra convocado a las 12 de la noche, que se había resuelto capilular a las 6 de la mañana.
Mientras tanto, la botalla no cesaba; se oía, ince– santemente, el tiroteo. Dentro del edificio donde está– bamos, reinaba confusion. los jefes se mostraban abotidos, en especial Porros y Momles. Al doctor Men– doza le h~bían mataclo a su joven hermano. Había muerto iambién otro joven apreciable y de muy buena familia, Temístocles DíQZ y un señor Arosemend, vieio. Entre los heridos estaban el General Simon Chaux, atwvesado en las dos piernas y un edecán suyo, grave· mente herido en el estomago y sin médico que los curara. Este erlecán era un muchacho muy joven, de color blanco mote, de agwdable y simpátiC'afisonomía. Tenía muy buena voz; sabía muchas canciones colombianas, que cantaba, acoll'pañaclo de su guitarra. Varias noches te oí yo, eni'usiasmado con las melodías y la letra de esos sentimenkt!es bambucos. En una hermosa noche de luna, días antes de la batalla y baio unos corpulentos, árboles, canto una cancion que se llamaba '!Las Gavio– tas". Qué emocion la que sentía el muchacho al ras· guem su guitarra y entonar su buen timbrada voz, con sentimiento y gusto. Y ese era el mismo que ahora veía en esa lobrega noche del 25 de Julio de 1900, tendido en el suelo, en Perry HiII, con el estomago y los intes1inos destrozados, sufriendo horriblemente. Alguien busco al· guna droga para acallarle sus dololes; pero no había allí nada de eso. Otro penso en acelerarle su fin, pero no se atrevio a consumar su otrevida y anticristiana ocurrencia. Impresionados con ese cuadro ele sufrimientos algunos de los que presenciábamos esa triste escenel nos salimos fuera para no ver al pobre cantor que se moría en medio de atroz agonía. Creo que el muchacho murio en la mañana del 26.
Yo clareando la luz del día, me conto Toledo que había oído decir a alguien que en caso de rendicion, nuestras personas, es decir, los centl'oamericcmos, corre·
19
This is a SEO version of RC_1966_06_N69. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »