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« Previous Page Table of Contents Next Page »invito' a las autoridades del mismo puerto y a nosotros; a tomar una copa de champaña. Charlamos alegremente y brindamos por la Union de Centro América. El gobier– no de Ho"duras no veía con buenos ojos al doctor Bonilla, p.ero sus empleados en el puerto, aceptaron la in· vitación del jefe de la oposicion al régimen imperante, lo ,que prueba que no les era antipática la persona del doc–
tpr Bonilla.
Dos dios después de haber salido de La Libertad, llegamos a Cqrinto. Antes de andar el "Costa Rica" en ia bahía, supimos que el Capitán del puerto de Corinto, quién llego, a recibir el vapor, había notificado al doctor Bonilla que el Gobierno nicaragüense no le permitiía desembarl=ar. El político hondureño, en vista de esa or– den, nos rog~ a Carlos y a mí, le hiciéramos el favor de entregar a un hondureño amigo suyo que lo esperaba en
Corinto, un paquete de cartas, advirtiéndonos que debídi:
~er entregado personalmente a dicho individuo. Creo,
que se trataba, si mal no recuerdo, de Miguel Oqueli BU$~.;
tillos. Con la prudencia y discresion del caso paro qUe. las autoridades nicaragüenses no se posesionaran de esa
correspondencia, entregamos ésta sin ningún córitro– tiempo.
El Presidente de Nicaragua en esa época era el doc. tor don Roberto Sacasa a quien le llamaban El Palomo.. Al día siguiente, tomo el tren p(lra el interior y Ile. gué a Granada, terminando así mi pi'imer viaje de mar. El negocio no me dejo pérdidas yero lo que mi padre temía.
Me dio en cambio, para pagar lodos los gastos del viaje y cubrir los intereses del dinero obtenido a préstamo para el negocio, el primero que hiciera yo en mi vida.
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AVENTURAS EN PANAMA, TUMACO y GUAYAQUIL
Había ido en la comitiva presidential, a Leon en el mes de Mayo de 1900. Me hospedé en el Hotel de Ru– bén Alonso. Este señor fue uno de los jefes de la revo– ";lcian en 1893 que Il~va al poder al Presidente Zelaya¡ y en 1896, el General Alonso tomo parte en la que los leo– neses organizaron para derrocar al gobernante a quien llevaran al poder tres años antes. Alonso era ya Gene· ral, y casaqo con una señora muy linda, doña Margarita Rossi, la cual tocaba muy bien al piano. Mientras estuve de huésped en el Hotel no conocía a ninguno de ellos. Como yo andaba con el General Zelaya, y el General Alonso figuraba en Id oposicion, éste y su señora, perma– necieron dentro de sus habitaciones en esos días de la visita q~1 Presidente Zelaya a Leon.
~n dicho Hotel me relacioné con dos personajes po– líticos panameños, los doctores Carlos Meridoza y Eusebio A. Morales llegados a Leon a verse con el Presidente y
solítitar de éste otro auxilio en favor de la revolucion
li~ral colorttbiana ihiciada en Panamó. Ya el Presiden– te Zel,aya les había auxiliado antes, mandando una ex· pedicioh dirigida por el doctor Belisario Porras, jefe civil del movimiento y, como militar, el General Emiliano He– rrera. . Este último había prestado buenos serviCios al gobierno nicarogüense en las revoluciones ocurridas en eSá época. La primera expedicion a Panamá, tuvo bue– na fortuna. Se apodero de gran parte del Departamento deChiriquí y de la ciudad de David, su <;apital. Necesi– taban más armamento para llegar hasta Panamó, y el Presidente Zelaya se los proporciono ampliamente. Yo no me enteré de este asunto sino hasta que volví a Mana– gua, con la comitiva presidencial.
Una noche fuí al teatro. Actuaba una mala compañía de zarzuelas, cuyo nombre he olvidado. Solo recuerdo daban esa noche "La Marcha de Cádiz", y al regresar después de la funcion al Hotel, donde me hos– pedaba, me encontré con Morales, Mendoza y el General Salvador Toledo, emigrado político guatemalteco a quien :I'ombién había conocido en lean en ese mismo viaje, así como 01 Coronél Quintero, panameño. El General Tole– do me informo que ésa misma noche, o los doce, saldría
él para Corinto con los panameños a tomar el "Momo– tombo" que los llevaría a Chiriquí, conduciendo, además, armamento. Yo, sin mayores reflexiones, me entusiasmé con la idea de ir a Corinto y así se lo manifesté a Toledo y á Mórales, quienes me animaron a acompañarlos. lle– gamos a Corinto en la madrugada, e inmediatamente nos trasladamos al "Momotombo". Ya embarcado, re– solví, sin vacilacion, continuar el viaje hasta las costas panameñas.
Qué me impulsaba embarcarme así, tan de pronto, en esa aventura? Sería el destino que me empujaba? No lo sé. Todavía hoy, años después de esa noche de Junio de 1900, no he podido explicarme e¿e acto impru– dente' y caprichoso de mi vida. Es verdad que anidaba en mi ánimo la idea de viajar, de salir del país y puede ser que en eSe momento la oportunidad al presentárseme, me empuiaba el ánimo fuertemente para satisfacer mis 'anhelos de conocer otros países. Pero, y Id peligrosa dventura qué iba a correr? Esto, fócilmente se explicó por mi edad. Estaba entonces muy itii1~n y dot!(¡Is las condiciones en que habla viVido, hasta esa noché, junto a
algo que había en mí de aventorero, era naturélI que me dejara fácilmente arrastrar ppr las insinuaciones de gente que ocababa de conocer, la cual buscQba, cab¿jlmente, en· ganchor a su empresa revolucionaria, a jovenes como yo, alocados y sin mayores experiencias. No me guiaba el anhelo de obtener dinero, ni era tampoco, un acto deses– perado. Gozaba de buena posicion en el gobierno. Desempeñaba el cargo de colaborador en el Ministerio de Instruccian Pública y me pagaban bien mis servicios. Mi jefe, el doctor Fernando Sánchez me tenía cariño y me trataba con confianza. El Presidente Zelaya, pariente cercano de mi madre me conocía bien y me había recibido con beneplácito cuando fuí a verlo por primera vez al Palacio. Mi posicion en esos momentos era envicliable tratóndose de un joven como yo. Indudablemente, mi otro yo, me impulso a la aventura.
El caso es que esa noche me fuí a Corinto sin planes preconcebidos, y ya, a bordo del "Momotombo", enrolado con otros veinticinco hombres, en su mayoría liberales
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