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« Previous Page Table of Contents Next Page »llegar a la garganta a fin de extraerle la dura y redonda fruta de Jícaro.
A veces, íbamos a visitar las familias que pasaban también temporadas de campo en las haciendas vecinas. En "San Jacinto", que pertenecía a tres hermanos de mi padre, pdsaban las temporadas de verano, sus dueños, Toño, Chico y Salvadora, solteros, con algunos sobrinos suyos. ~n' 'La Luz" que seguía a "San Jacinto", la pa– saba la familia del Licenciado don Miguel Viji!. La es– posa de éste, Ana María Lejarza, era prima hermana de . mi madre. Por último, en "Santa Rita", conocida tam– bién por "Chilamatillo", se juntaba la familia Zelaya Bolaños, dueños de dicha hacienda. Todas estas cuatro haciendas de cría de ganado, eran muy grandes; estaban contiguas y las tres últimas colindaban con las costas del Lago de Managua, donde tenían potreros sembrados de zacate para mantener quesera::> de verano, ya que esos terrenos, en esa época, quedaban irrigados por las aguas del Lago de Managua.
Entre "La Luz" y "Chilamatillo" se interponía el lia–
na de Ostocal que llegaba hasta las riveras del río Tipi– tapa, llano que 611 el verano, quedaba totalmente seco, de manera que el ganado que pastaba allí durante la época lluviosa, había que mriado a las montañas veci– nas, donde había agua.
Detras de las casas de "La Luz", se elevaban unos hermosos cerros y lo mismo, posaba en "San Jacinto". Estos cerros, así como el ele "San Francisco" formaban una larga core/nlera que nacía en el Departamento de Chontales y continuaba hasta Maiclgalpa y Jinotega.
Pasando el río de las Maderas, de que antes hablé, se llegaba a un sitio de frondoso boscaje llamado "Bartolo", que también pertenecía a San Francisco. Allí vivían en una preciosa choza dos viejitos, solos, hombre y muier. Siento no recordar el nombre de esa buena gente. El viejito había sido trabajador de nuestra ha– cierlda. Siguiendo rumbo Norte, se encontraba otra pequeña aldea, "Las Canoas", lugar fresco y de bonita perspectiva dentro de un bosque de árboles toposos. Caminando más adelante de "Bartolo", se llegaba a una pequ.:lña aldea flamada "Las Mesas". En la cima de un cerro pedregoso, estaban construídas las casas del pueblecito, el cual presentaba, por su posicion topográ– fica, algo así como pintoresco nido de águilas, con am– plia vista, hacia el ancho horizonte de cerros y llanos que lo circundaban.
Muy cerca de la casa de San Francisco, al oriente y
al pie de la misma cordillera había otra hacienda de ganado: "San Nicolás", propiedad de doña Juana Bo– laños de Cortés, prima hermana de mi padre. Esta pro– piedad, no era muy grande y, en la época que nosotros la visitamos, estaba muy abandonada y casi no tenía ganado.
En el camino que iba de "San Francisco" a "San Ja– cinto", había restos de corrales y de chozas de una que– sera llamada "San Luis" y perteneciente a "San Nicolás". "San Luis", era un precioso encantador lugar, muy quieto.
Cerca de ésta corría una ancha quebrada, seca en el ve– rano y llena en el invierno, formando en dicha época un gran torrente; pero cuando nosotros llegamos por prime– ra vez, a esoS sitios, todo parecía abandonado y soli– tario.
Los días que permanecíamos en "San Francisco", nos producían una emocion indecible de amplios e infan– tiles gozos, divirtiéndonos de todas maneras, montando a caballo para recorrer hermosos y frescos sitios que abundan en ella y asistir en las frescas madrugadas al ordeño de las vacas en esas encantadoras horas y cuan– do calentaba el sol, ir a los rodeos, de ganado vacuno
y caballar; o bien íbamos con los campistas a "meliar", o sea buscar algún buen jicote en las altas ramas de los árboles.
Ni el sol, ardiente en las horas del medio día, ni las lIuvius, nos impedían salir al campo y gozar en ale– gres caminatos por entre la abierta arboleda de los dife– rentes si1ios de la hacienda. Felices nos sentíamos montetdos en buenas cabalgaduras, trotonas y briosas pasando por entre la selva cuajadas de hosques o por los pelados llanos, y a la tarde, regresar al hato, cansa– dos por la fatiga del día, para acostalnC1S temprano y a la madrugada siguiente, levantarnos a renovar nuestros paseos por entre oquella tniMeriosa quietud de los pai– sajes.
Cuando la horCi del regreso a Granada llegaba, sentíamos tristeza, por tener que abandonar esos días felices pasados en "San Francisco". Dejábamos el cam· po abietro, soleado en el día y en la noche fresca, para volver a lá escuela o al Colegio, cosa bien diferente de los meses que habíamos pasado en la hacienda.
Cuando mi padre vendio "San Francisco", lo re– cuerdo todavía muy bien, sentí una apretura en el corazon y ganas de llorar, por la tristeza que eso nos producía.
Hoy, ya anciano, al rememorar aquellas alegres y sencillas temporadas en "San Francisco" y en las hacien– das vecinas, siento también la misma tristeza, preñada de nostalgia, al pensar que esos predios, adornados por la naturaleza con encantos inenarrables y, por ello, inol– vidables lugares donde se desarrollaron nuestro niñez
y parte de nuestra alegre juventud, pertenecen hoy a otros dueños.
y de esta añoranza, solo fl01a aun en mi espíritu, el bello panorama de las espesas y frondosas montañas verdeantes, los soleados llanos, los amenos ríos, los fres– cos "ojos de agucl"; y los hermosos cerros que en esos sitios abundan, y en la cúspide del cuadro de firmes ma· tices, se destacaba el gran Peñon que sirve como almena a la hacienda.
Recuerdo ahora de aquel pascldo, ya lejano, como un eco arrobador producido por los dulces cantos dlil "Cenzontle" y les del "sisitote" aves de dulces melodías, cuyos trinos llenaban el ambiente de aquellas vírgenes regiones, cuadras de fantósticos y variados matices que
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