This is a SEO version of RC_1966_06_N69. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »macion, los perros de la misma latían y, los mozos, los ahuyentaban, ya que estos animales son pusilámines y huyen en cuanto se dan cuenta de que el hombre se les enfrenta.
las costumbres de los moradores de la hacienda eran muy raras. los matrimonios se celebraban solo cuando el cura de la Villa de Tipitaba llegaba a alguna de las haciendas. Había muchas en esa region, mejor dicho en los departamentos de Managua, leon y Chon– tales, así como más al Norte, en las Segovias dedicadas en su ma'yor parte, a la cría de ganado, mientras la nuestra, de San Francisco, quedaba en jurisdicciion de Managua.
Así, pues, el concubinato se había desarrollado bas– tante, a pesar de que las esposas de los propietarios de estas haciendas se empeñaban en llevar de cuando en vez al cura para casar a los que vivían amancebados y aún hacían los gastos que ello ocasionaba.
Para cristianarlos había que llevar a los niños a la Villa de Tipitaba, distante diez leguas de la hacienda. Asimismo ocurría con los muertos en dicha region. Los iban a sepultar en el cementerio de la misma Tipitapa. Cuando se trataba del cadáver de una mujer lo coloca– ban sobre un tapesco de varas y en hombros lo conducían hasta aquel largo cementerio. A veces cuando se tra– taba del cadáver de un hombre, montaban éste a caba– llo, sujetándolo sobre una horqueta para mantenerlo dQrecho. Personalmente, me dí yo mismo cuenta de uno de esos raros cargamentos. Había salido con los cam– pistas una madrugada, para dar una vuelta por lugares de la misma hacienda y tuvimos que andar largo trecho sobre el camino real que va para Tipitapa y ya aclaran– do el día nos encontramos de pronto, con uno de esos cadáveres, sujeto a una horqueta. Llevaba la cara tao pada, e iba acompañado de hombres a caballo y otro a pie, guiaba la cabalgadura del muerto. Cuando mis compañeros me informaron que el tapado era un cadá· ver, no dejé de sentir miedo al verlo, pues en esa época tenía yo muy pocos años, mas el macabro encuentro de esa madrugada no se me ha borrado nunca más de la memoria. . ,
Estas gentes tenían también sus fiestas. La más rumbosa era la celebracion del final de la "vaquería", que ocurría siempre en la época lluviosa y cuando había luna llena, en Agosto o en Septiembre. En las haciendas se juntaban durante una semana los campistas de las haciendas vecinas. Día a día, se llevaba a cabo el rodeo, trayendo a los corrales de la casa el ganado, va– cuno primero y después, el caballar, para contarlo, se– pararlo y herrarlo. Con motivo del rodeo y acarreo, los sabaneros más hábiles daban muestras del arte de lazar, corriendo a caballo cuando alguno de estos animales se chíspaba del grupo. En la tarde, al terminar la faena de herrar 105 animales, escogían uno o dos toros bravíos, para sortearlos y montarlos en los corrales. Asimismo, se seleccionaban algunos potros chúcaros para montarlos por primera vez y esta operacion y la lidia de toros, y a veces hasta con vacas bravas, era una de las más ale– gres diversiones que los campistas tenían en esas va– querías. El último día se les daba a todos los asistentes una gran comida para la cual se destazaban novillos y cerdos gordos, cocinaban sus carnes las mujeres de la hacienda, en grandes peroles y ellas mismas hacían el
12
reparto a los campistas. Terminada la gran comilona, se reunían todos, hombres y mujeres¡ bajo una enramada en el patio, a bailar y a cantar, durante toda la noche.– Había veces que se les brindaba con algún traguito de aguardiente, pero en general, la bebida que se les daba era la chicha, fabricada con maíz fermentadó a la que se agregaba trozos de raíz de Jéngibre, mezcla que le daba gusto picante y muy agradable.
. Las mujeres se engalanaban esas noches con sus mejores vestidos y se amarraban las cabelleras con lazos de anchas cintas de chillantes colores. . La orquesta se componía de una marimba, y algu. nas guitarras, y en los entreactos del baile, alguno de ellos cantaba canciones regionales. Siento mucho no recordar alguna de estas canciones, que eran muy boni· tos y sentimentales. Los cantores alegraban también las otras noches de la vaquería, ejecutando canciones acom· pañados de sus guitarras.
Estas fiestas, lo mismo que las de algún santo, que celebraba esta gente, eran muy sencillas y ordenadas. El regocijo y alegría que ella sentía en esas pocas horas de placer, lo manifestaban con gritos y bailes regionales, éstos, generalmente "sueltos", clase de baile muy popu– lar entre la gente del campo en Nicaragua.
Pocas veces terminaban en pendencias. No re– cuerdo yo nunca que en la hacienda hubiese ocurrido algún grave desorden o hecho de sangre en las fiestas que los campistas celebraban.
Las otras diversiones nuestras consistían en ir algu– no q\.ie otro día, con los sabaneros a recorrer diferentes sitios de la hacienda, o a presenciar, en las queseras, el ordeño de las vacas. Generalmente, salíamos del hato
en la madrugada, llevando tasajos de carne asada, un poco de pinol y tortillas con queso, para almorzar junto alguna fuente y bajo los copiosos árboles que las cu– brían. Esta caminata era hecha diariamente por los sabaneros y tardaba todo el día porque las distancias de los varios sitios que tenían que recorrer eran bien largas ya que no se podría, en un solo día, visitarlos todos.
Uno de los más bellos lugares que frecuentábamos, era el sitio de la quesera de Santo Domingo, para en~
cerrar los terneros durante el díd. Un campo plano, lleno de zacate verde y rodeado por las frondosas mono tañas, por sus cuatro lados.
Además de recoger a las vacas recién paridas y
llevarlas a la quesera, había que curar al ganado que se había engusanado. Para esta última operacian, I.os sabaneros llevaban, en un cacho, polvo de semilla de Cebadilla. Esta semilla ya pulverizada era muy cáusti– ca, y aplicada sobre las llagas engusanadas, mataba instantáneamente los gusanos. También llevan botellas de ácido fénico para matar el gusano, pero la cebadilla es la más us~da.
Otra obligacion de los sabaneros en el campo era la de buscar las bestias que al comer fruta de Jícaro~ yo sazona o madura era difícil a los animales triturarla con los dientes, y la cáscara de la fruta se les pegaba en la garganta podía causarles la muerte afixiadas¡ como su– cedía cuando no se les atendía a tiempo. Para é~to,
lazaban al animal, lo maniataban y lo <:Icostaban en el suelo. Una vez en esta posicion, le atravesaban una estaca en la boca para abrfrsela metiendo la mano hasta
This is a SEO version of RC_1966_06_N69. Click here to view full version
« Previous Page Table of Contents Next Page »