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El maestro Juan Vado, era muy moreno, alto, for– nido y de voz muy clara. Un año justo, permanecí en la escuela del maestro Castrillo.

Mis primos hermanos, José y Víctor Zelaya Alvarez, el primero educado en Europa, donde hizo estudios en humanidades, Y el segundo, Bachiller en Ciencias y Le– tras del Colegio de Granada, se trasladaron en 1881 a la ciudad de Jinotepe de clima fresco como profesores en el Colegio de Santiago de la misma ciudad, fundado por don José Nicolás Jaen, proFesor cubano que había dado clases en el Colegio de Granada y su nombre de "Santiago", se lo puso don Pepe Jaen, en recuerdo del de la Universidad de Salamanca también llamada San· tiago.

Mi padre, dispuso enviarme a ese Colegio, donde, de acuerdo con mis primos, yo es1aría allí interno y la enseñanzCl no costaría nada a mi padre.

De Granada a Jinotepe, hice el viaje a caballo, acompañado de Germán Vázquez, viejo sirviente de ca– sa. Pasamos primero por Nandaime, y dormimos en la hermosa hacienda de Cacao "Las Mercedes" de la fami– lia Chamarra. A la mañana siguiente, nos dirigimos a Jinotepe, pasando por Niquinohomo, después de cruzar un camino pintoresco y parte del llano de esta última villa.

Cuando yo llegué al Colegio de Santiago, hacía poco había muerto don Pepe Jaen y lo regentaba ahora, Víctor Zelaya. Servían como profesores: su hermano José y el Ingeniero don José Antonio Román, vecino del mismo Jinotepe, graduado en Bruselas. Este era cabo Ileroso, de buena prestancia, inteligente y culto. Don José An– tonio, después de haber sido profesor en el Colegio de Santiago, fue administrador del Ferrocarril Nacional y más tarde, Ministro de Fomento, durante la Presidencia del General don Joaquín Zavala. Tuvo a su cargo, tam– bién la Legacion de Nicaragua en Guatemala. Durante el desempeño de esta mision diplomática, don José An– tonio firmo en dicha ciudad el año de 1886, el tratado para someter al arbitroje la vieja cuestion de límites en– tre Nicaragua y Costa Rica. El Licenciado don Ascencion Esquivel, desempeñaba, en esa época, el cargo de Mi– nistro Diplomático de Costa Rica; y con este distinguido hombte público costarricense que fue más tarde Presi– dente de su país, discutio y firmo dicho tratado, don José Antonio Román. Con ese documento de 1886 se termino la vieja cuestion de límites entre Costa Rica y Nicaragua. En el Colegio de Santiago se daban clases de pri– mera y segunda enseñanza, y había muchos alumnos. Estudiaron ahí, tres Román y Reyes, tres Asenjos, unos muchachos Acevedo, y otros Sánchez y Zúñigas, un Por– tocan ero, y otros, cuyos nombres se me han escapado todos ellos nativos de Jinotepe. También estudiaron allí, tres hermanos Baltodanos, unos Bendaña, Montiel y Rocha, de Diriamba¡ un indio, Vicente Morales de Niqui– nohomo, muy inteligente y buen estudiante, y unos po– cos, de Masatepe.

Los estudios que se hacían en el Colegio de San– tiago, eran muy buenos, y casi todos los alumnos que asistieron allí, al cerrar éste sus puertas, fueron admi– tidos en el Instituto Nacional de Oriente, al presentar sus certificados de estudios expedidos por el Colegio de San– tiago. los Román y Reyes, los Asenjos y los Baltodano, al terminar sus estudios en el Instituto Nacional de Orien-

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te, pasaron a los Estados Unidos y a Europa, a estudiar carreras profesionales, y todos ellos tuvieron buen éxito en sus respectivas profesiones.

Yo también estudié algo en el Colegio de Santiago

y pasé en Jinotepe, meses muy agradables y contentos. Como había sido recomendado por mi abuelo, don Macario Alvarez a la familia Román y Reyes, ésta fue muy cariñosa y fina conmigo. Entiendo yo, que doña Carmen Reyes esposa de don Desiderio Román, tenía parentezco con mi abuelo. La familia Román y Reyes se componía de sus hijas, Dolores, Juani1a y Carmen, y va– rones, José Antonio, José leon, Segundo Albino, Deside– río y Víctor Manuel, los tres últimos eran contemporáneos míos. Desiderio, vive hace muchos años, en Filadelfia. Tiene allá un Hospital y Clínica privadas y una extensa clientela. Este, como dos de los Asenjos, no regresaron más a Nicaragua. Qué buena, fue conmigo la familia Román. Me trataron siempre con el cariño y el afecto de hijo! Tenía una gran finca de café y caña, llamada "La Guineo" y otla, "VersaJles", las dos a las orillas de la poblacion de Jinotepe. Poseían buellas bestias y en ellas, en compañía de Desiderio y Víctor, hacía largos paseos, dentro de las fincas y en los bellos alrededores de Jinotepe.

Yo estaba interno en el Colegio, y mi único campa· ñero era Tomás Lacayo César, de la misma edad mía, cuyos padres, don Tomás y doña Julia, vivían en su finca de café La Moka que fue antes de mi padre, situada en los alrededores de la poblacion y en el camino que va para Diriamba. Tomás, era muy dormilon y costaba levantarlo temprano de la cama. Servía de economa en el internado del Colegio una señora Reyes, hermana de doña Carmen, -de quien hablé-, a quien llamábamos cariñosamente, "La Tía", la cual nos cuidaba como hijos suyos, a Tomás y a mí. No parecía que estuviésemos internos de un Colegio, ya que el trato de "La Tía" era familiar, y vivíamos como en nuestra casa.

ESlaba yo en Jin01epe en ese año de 1881, cuando aparecia un corneta, el primero y único que he vis10 en mi vida. Qué impresion tan grande recibí al contemplar en el limpio cielo, a las tres de la mañana, aquel sor– prendente espectáculo de la naturaleza. Casi todas las madrugadas, mientras el cometa fue visible, nos levan· 1amos, Tomás y yo, con el resto de los que vivían en el Colegio a contemplar, desde el patio el astro brillando con su enorme cola sobre el fondo azul, en un cielo lim– pio de nubes.

A mediados de Agosto, de 1884, tuve que regresar a Granada, a causa de una enfermedad estomacal que sufrí entonces.

Ya en Granclda, mi padre me matriculo en la nueva escuela primaria que acababa de abrir en esa ciudad, don Nicolás Quintín Ubago, proFesor español, que antes prestara sus servicios en el Colegio de Granada. No re– cuerdo, a punto fijo, por qué no asistí a esta escuela, que estaba muy bien organizada, pues fue ésta la pri– mera, moderna, de enseñanza primaria, establecicla en Granada, en la casa de doña Chú Bengoechea de Avilés. Y en Agosto de 1885, al abrirse de nuevo el Colegio de Granada, me matriculé en dicho plantel. Este Cole– gio estuvo clausurado durante los primeros meses de ese año a causa de la guerra centroamericana provocada por el General Justo Rufino Barrios, Presidente de Guatemala

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