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« Previous Page Table of Contents Next Page »eión como un peligro, o mejor dicho, una tentación
y por tanto un peligro, para los centroamericanos del siglo XIX, cuyas ambiciones se polarizaban en el uno o el oiro, si no oscilaban entre los dos países, aunque lo mismo en Gua±emala y San Salvador o Tegucigalpa, que en León y Granada o San José de Costa Rica, casi todos tenían al menos un sentido instintivo de que la verdadera universalidad cen– troamericana se encontraba en sus propias raíces, o corno deda el docior Cuadra Pasos, en las esencias de su nacionalidad. A sus deseos cada vez mayo– res de imitar y a{m de copiar a los grandes países modernos y comerciar con ellos, los cen±roamerica– nos anteponían entonces su celo por la independen– cia de Ceniroamérica o por la soberanía de sus res– peC±ivos Estados. Lo malo fue que se mostraran tan celosos de su soberanía que no supieran subordi– narla a la unidad centroamericana. De esa mane– ra se exponían, COIUO lo sostuvieron los defensores de la l.lnión, a perder cada uno por separado lo que apenas podían defender unidos. De iodos modos, el sentimiento de Lrtdependencia era ya inseparable del sentimiento de nacionalidad, que era a su vez el fundamento de nuestra propia universalidad. Es indudable que iodo eso tuvo una especie de climax en la Guerra Nacional. No obstante su carác– ler irregular, falsaluen±e episódico, tanto en la his– ±oria nortealnericana, donde apenas figura, corno en la historia ceniroaluericana, donde fue decisiva, la lucha contra Walker se disiinguió precisam.en±e por su sentido universal, corno lo han visto muchos, porque en el fondo fue un conflicio entre ideas uni– versales, o más concretamente, entre conceptos rela– tivos a la universalidad de la libertad, que aIeciaban no sólo a los Es±ados Unidos y al continente ameri– cano y en úllimo térn"\ino al mundo entero, sino a la ¡:nisma condición del hombre. En' esa lucha se vió claro que los nicaragüenses y demás 6entro8.lue– ricanos eran, en realidad, más universalis±as que William Wal1~er y sus filibusteros, de igual manera que la: universalidad iradicional de Ceniroamérica era, éOlUO quien dice, de mejor ley que la del Sur de los Estados Unidos. Con n\ayor dramatismo se– guramente que en cu,a1quier oiro r ..omento de la historia de Nicaragua, en esa misma guerra se puso de manifiesto que llues±ra aufén±ica universalidad era ya inseparable de lluesira libertad, lo que quie– re decir que la manel·a propiamente nuestra de ser de veras universales era ser libres.
El misIno pueblo nicaragüense en general, pa– reció darse cuenta en una forma aún más aguda que antes, no sólo del significado sino también de las posibilidades de su libertad, cuando la vió realmen– ±e atropellada por un auténtico extranjero. Debe ad– ver±1rse, sin embargo, que aún los nicaragüenses que abrazaron sin reservas la causa de Walker o que le fueron fieles hasta el final, en realidad lo ha– cían con intensi.ones univel'salistas. Como espero mostrarlo en su· oportunidad, los principales de ellos por 10 lnenos, ienían una idea de la universalidad más parecida a la de Walker que a la casi instintiva y apenas formulada de los otros nicaragüenses. Creían, precisaInente, que Walker representaba la universalidad moderna. La historia, como sabemos,
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no tardó luucho en desmentirlos. Pero el problema de nuestra propia universalidad -aunque plan±ea– do en otras formas bastante más complejas y por lo Inismo más su±iles- se ha mantenido vivo en la n1en±alidad nicaragüense. Por la presión cada vez mayor de la historia universal sobre la nacional, nues1ra aciiiud universalis±a se ha venido orientando más y más decididaIUente en la misma dirección que la influencia mundial de los Es±ados Unidos, aunque no sin profundas reacciones en sentido con– ±rario. Para entender a los protagonistas de nues– ira historia contemporánea hay que mirarlos, por lo tanto, en la perspeC±iva universalista en que, Inás o menos conscientemente, ellos mismos se colocaban, para lo cual es necesario tener alguna idea de la manera en que reaccionaban ante la influencia 11.01"–
±eamericana. En nuestros días, por ejemplo, San– dino y Somoza -como espero n"\os±rarlo a su ±iem– po- representaron enire otras cosas, y para muchos aún simbolizan, dos posiciones, posibleluen±e no irreconciliables, pero hasta aquí imposibles de re– conciliar en la práctica, ante el problema de los Es– tados Unidos.
Creo que es suficiente ese ligero recorrido, pa– ra hacer ver que, en toda crisis de nuestra historia, 10 que se juega en úllimo término es el sentido de nuestra universalidad. Así se explica, por 10 demás, que la vida nicaragüense, a pesar de sus iren"\endas deficiencias en iodos los órdenes esté lejos de ha– llarse encerrada en sí Inisma. Sus principales ave– nidas llevan direciamen±e a la universalidad. El lo– calismo, el provincianismo y aún el separatismo de CeniroaInérica, parecen más que nada fenómenos políticos, activados por la anarquía, y rara vez re– flejan, como piensan algunos, tendencias étnicas o cu1±urales antiuniversalistas. El separatisIno, está claro, acabó en poco tiempo con la unidad política, y las aC±i±udes provincianas y lugareñas no han de– jado de manifestarse en la vida culiural, pero 10 sig– nifica±ivo es que estos mismos factores de disgre– gación no han afedado seriamente a la universali– dad de la cu:llura celliroamericana. Si esto hubiera ocurrido -si los faefores de disgregación hubieran aiacado 11. ues±ro universalismO- la unidad cullural de Centroamérica habría enirado, no cabe duda, en el mismo proceso de disolución que la unidad po– lítica, porque la universalidad no sólo es lo esen– cial de la cu1±ura centroaInericana, sino ]0 propia– mente constitutivo de su unidad.
Lo que con más o menos fundamento suele ±e– nerse por eJcclusivo de este o aquel país y aún de ±a– les o cuales regiones en cada uno de los países cen– troamericanos -10 indígena, 10 mestizo, 10 criollo, 10 folklórico y popular, lo típico y 10 vernáculo en sus distintas variedades- puede afirmarse que sólo llega a ser consciente para nosotros y por lo mismo comunicable entre nosotros, en la Inedida en que po– den"\os universalizarlo, que en este caso quiere decir, expresarlo a nuestro Inodo en castellano, y
asiInilarlo de esa manera a la mentalidad occiden– tal. Ni que decir que esto se extiende a los deInás países hispanoaInericanos, y ampliando un poco más el grado de afinidad histórica y cultural, a los
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