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Un localismo obvio e intencionado es nota parti– cular de las composiciones de Iribarren. Fijémonos, a
propo~ito, en los títulos de sus dos últimos "cantos bé– licos". Por eso hemos incorporado en esta c1asificacio.n la siguiente pareja de poemas, no referidos todavía, re– presentativos de tal carácter: "A la Inmaculada Concep– cion de María" y "Al Volver a Granada". El primero lo publico El1I'ique Fernández, con otras poesías marianas, en Diciembre de 1954 y lo han citado primero fragmen– tariamente Alejandro Reyes Huete en una conferencia leída en el ClUb Social de Granada durante el Congreso Mariano hace doce años (11) Y segundo íntegramente Edgardo Buitrago en su monografía "Las Purísimas. Su Forma y Orígenes" (12). Fernández, en una explicacion que adjunta, dice que "estos versos fueron escritos a raíz del incendio de Granada". Y es cierto. Pero esto lo afirma sin fijarse en la fecha que aparece al pie del poe– ma descubierto, al parecer, por él: "8 de Diciembre de
el pueblo. Los tres ardientes y legítimos "cantos de
guerra" manifestaron, solida y abiertamente, el espíritu de la época, mejor dicho, el patriotismo que tanto hacía falta en esos trágicos y trascendentes días, durante los cuales el esclavista William Walker se había adueñado del país proclamándose Presidente. Cabrales comenta la actitud de nuestro combatiente -que lo coloca entre los más nobles patriotas- al escribir la letra del "himno de guerra de los nicaragüenses", o sea, el primero los poe– mas aquí reunidos. "El poeta interpretaba el sentimien– to de sus contemporáneos y compatriotas -escribe– que se sentían traicionados por los Estados Unidos, des– pués de haber recibido con los brazos abiertos a Squier, su enviado extraordinario, nuncio de la libertad, y des– pués de haber hecho las conseciones a la Compañía del Tránsito para facilitar el pase transoceánico a los emi– gran1es que iban del Ati6ntico al Pacífico, atravesando el Istmo nicaragüense". Mas Iribarren confunde a los su– leños llamándoles "yankees", lo que no demerita, des– de luego, el mérito de sus patrioticas composiciones. Es necesario esclal ecel, por otra parte, que estas últimas son suficiente para estimarle y colocarle, no ya entre los mejores poetas de su tiempo, sino al lado de Carmen Díaz, que posee el "mejor numen poético" de su época y proyecta, según Orlando Cuadra Downing "mayor permanencia historica". Sin embargo obedecen a una facilidad versificadora, bastante retoricona, y a una "mediana inspiraci6n". Valen más por haberse es– crifos y entonados acaso, al decir de María Teresa Sán– chez, "en las noches de luna, sobre la vigilia de las trincheras", que por su altura y calidad poéticas. Julio !caza Tijerino refuerzo esto al decir que Iribarren y Díaz "interpretaron, mal que bien, en aquel momento, el sen– tir de todo un pueblo en guerra por su existencia nacio– nal" (lO). De todas maneras sus cantos guerreros, de poco vuelo, son dignos para cederle justamente el títu– lo de cantor de la Guerra Nacional.
deudo, el inspirado poeta Juan Irribarren" (6). En Ro– ma recibia una cruz piana y una condecoracian del go– bienio italiano. Como padre de familia y esposa fue, al parecer, de intachable conducta. Deia dicho, entre paréntesis, que "era su voluntad y su más vehemente de–
5eo" que se mandara a su hijo Pedro Antonio, cuando cumpliera doce años, a la Universidad de Edimburgo y que se le inclinara a estudiar Medicina, pues veía en él "felices disposiciones" para tal carrera. Profeso, con– fesándolo claramente en la primera cláusula de su tes– tamento, que era catolico, apostolico y romano, y que por lo mismo creía y confesaba todos los misterios y sacramentos "que cree y confiesa nuestra Santa Madre Iglesia" en cuya fe y creencia había vivido y pensaba vi– vir y morir. Confirio el poder para testar a sus amigos y deudos ya nombrados Dionisio y Pedro Joaquín Cha– morro, en quienes tenía "suma satisfacci6n y confian–
za". Murio tísico, a los 37 u 38 años, el 25 de Enero de 1864. y sus restos se enterraron en público "a la faz" de todo el vecindario de Granada a la orilla de la tumba de su madre en la iglesia de San Francisco.
CANTOS BELlCOS
El único aspecto conocido tradicionalmente de la poesía iribarriana es el de sus cantos bélicos -de ro– bustos y vibrantes versos- escritos para alentar a los soldados nicaragüenses en su lucha con los filibusteros de Walker que, desde 1855, se había apoderado de Gra– nada. "Contra los Filibusteros", "A Granada" y "Des– pertad G"anadinos" son sus títulos. Triambos datan de 1856. El primero, más difundido y celebrado que los otros, lo reprodujo íntegro Pedro Joaquín Chamorro en su novelq historica "El Ultimo Filibustero" (7). Digo ín– tegro porque la penúltimo estrofa, es decir, la quinta, ha tenido la mala suerte de ser suprimida. No aparece, en efecto, en los diarios, ni en las revistas' donde se ha publicado, ni siquiera en algunos libros, por ejemplo en "Política de Estados Unidos y Poesía de Hispanoaméri– ca" de Luis Alberto Cabra les (8) y en la antología de Ma– l'Ía Teresa Sánchez (9). El mismo Chamarra lelaya di– ce que se cantaba al acorde de las estrofas de Rouget de L'isle, esto es, de "La Marsellesa". Es probable. Lo cierto es que tuvo música, al igual que los otros dos, hoy olvidada. Desiderio Pector, consul y viajero francés, cuenta que el segundo y el tercero eran escuchados du'– rante el aciogo y borrascoso período de nuestra Guerra Nacional. Erradamente, asimismo, dice que la letra y la música pertenecían al maestro Marcelo Lacayo Roda– do. Pero la letra fue de Iribarren y la música de laca– yo, compositor "cuicomeño" que, algunos años más tar– de, presentaba farsas camicas, algunas escritas por él, en un tablado que construía en el patio de su casa. El doctor Carlos Cuadra Pasos, en una vieja nota, confirma que se cantaban "con la música que les adopto el maes– tro don Marcelo Lacayo" y que tuvieron gran boga en
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(6) Toledo de Aguerrí. Josefa. Tres Poetas Antiguos. Revista Femeni–
na I1ustrn.da Enciclopedia Nicara~ilense. Sección uOradores, Poetas
y Literatos", 1932, páginas 119-123.
(7) Chamarra Zelaya, Pedro Joaquín. El tntimo Filibustero (William Wall<er). Novela Histórica. Tipografía Alemana, Managua. 1933, páginas 386,388
(8) Cabra!es, Luis Alberto. Política de Estados Unidos y Poesía de His–
panoamérica. Primer Premio de Ensayo Concurso Centroamericano
Rubén Darío. Publicaciones del Minleterlo de Educación Pública.. Ta'leres Nacionales, Managua, 1948. pág. 15 y págs. 45-46 (9) Sanéhez; María Teresa. Poesia Nicaragüen~e. (Antología). Edito– rial Nuevos HorizOntes. Managua, 1948, páginas 165·166.
(10)
(11)
(12)
lcaza Tiierino, Julio. La POE!5ía y lar. Poetas de Nicaragua. Premio
Nacional Rubén Darío 1957. Colección ·'Lengua". Academia Nicara–
güense de la Lengua. Talleres de "Artes Gráficas", Managua, 1968, página 36
Luego la inc'uyó en su ya anotado libro "Estampas de Nuestra His– toria", páginas 124-134.
Duitrago, Edgardo. Las Purísimas. Su Forma y Origenes. Edicio– nes de Cuadernos Universitarios. Editorial Hospicio, León, 1959. páginlUl 45.46.
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