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el doctor Francisco Alvarez, mantuvo siempre en contra

del Presidente Zelaya, y por la cual sufrio vejámenes, que según el mismo Emilio, se debieron a intrigas de dos liberales malquerientes del doctor A/varez, éste decía que yo estaba en mi derecho de estar con el Presidente Zela– ya. "Sin embargo, nos contaba papá", continúa Emilio, "el Dr. Alvarez se sintio satisfecho con su permanencia en la Secretaría Privada del Gral. Zelaya quien una vez le dijo: "Estoy preocupado porque los masayas han urdido una intriga contra Pío". Y después, días más tarde y muy contento, le expreso: "Salio bien Pío. Triunfo sobre la intriga de los mosayas".

Con todo, yo, al consignar en estas memorias esa intriga urdida contra mí, perdono de todo corazón a sus inventores, y propaladores. Mucho me hicieron ellos sufrir en aquellas circunstancias; pero sabía, que tarde o temprano, tenía que abrirse paso la verdad, y que esa

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malévola calumnia sería totalmente desvirtuada, como lo fue, gracias a Dios. La mejor prueba que tengo a mi favor, es la actitud que asumió el Presidente Zelaya al iniciarse el calumnioso cargo. No quiso creerlo, y así me lo hizo saber desde los primeros momentos. Hasta su muerte, el Presidente Zelaya creyó en mi lealtad y en mi honradez. Qué mejor prueba que ésta? Conservo en mi archivo, casi toda su correspondencia conmigo, desde 1903 hasta 1919, año de su muerte.

Pasada esta tempestad, que se me vino encima mientras yo esperaba el vapor en Corinto, fuí a la ma– ñana siguiente a averiguar la llegada del vapor para Panamá, y se me informó en la casa Palazio, agentes de la Compañía de vapores, que dentro de pocas horas de esa mañana atracaría el vapor que iba rumbo a Pa. namá. Salí pues de Corinto el 26 de Mayo de 1903.

EN CAMINO A NUEVA YORK - IMPRESIONES DEL VIAJE

NUEVOS AMBIENTES Y OTRA CIVILIZACION

Salí de Corinto al medio día del 26 de Mayo de 1903, cuatro días después de haber cumplido treinta años de edad, y al dar la vuelta el barco a la isla del Cardon para dirigirse al Sur a Panamá, mi vida, de ahí en adelante, cambiaría totalmente de rumbo. Nuevas perspectivas y nuevos aspectos, ejercerían de aquí en adelante, otras influencias en mi destino, transformando mi vida de manera radical de como ella había sido hasta dejar esta amada tierra nicaragüense, en aquel feliz día del 26 de Mayo de 1903. .

Pocas horas después las siluetas de la costa fueron esfumándose, y al entrar la noche con fresco viento, desaparecieron completamente de la vista las últimas líneas de la costa nicaragüense. Llegué a Panamá el 30 y ese mismo día, a la una de la larde, después de haber atravesado el Istmo de Panamá en tren, tomaba el vapor Advance, viejo barco que me llevaría directamente a Nue– va York.

El único pasajero nicaragüense del Advance en ese viaie, era yo. Se me dio un camarote donde se había instalado un inglés que venía del Perú; pero éste, más conocedor de estos asuntos, al verse acompañado de otra persona desconocida para él, pidio y obtuvo otro cama– rote, dejándome a mí solo en posesión del que me había sido destinado.

En el vapor, iban además, seis jovenes cadetes peruanos a continuar sus estudios en los Estados Unidos, y con ellos un médico de origen alemán, con destino a Alemania a estudiar bactereología. Iban también otros tantos pasajeros y entre ellos, un americano, residente en Panamá, hábil jugador de cartas, según nos dimos cuen– ta durante la travesía. También formaba parte del pa– saje un señor Meardi, salvadoreño, rico, con su hija, acompañados estos dos de un alemán que tenía propie– dades en El Salvador. Estos tres últimos, iban a Europa, de paseo. Además, unas señoras americanas, ya viejas, con destino a su país, y una guapa mujer panameña, con dos hijos pequeños también con destino a Nueva

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York; y por fin, un agente viajero, de origen mexicano, tipo de indio puro, inteligente y vivaracho, que con sus ocurrencias y chistes, animaba las tertulias que día y no– che se formaban sobre cubierta. Este mexicano se de– dico durante todo el viaie, a cortejar, asiduamente a la guapa señora panameña.

Desde que abandonamos Colon no volvimos a ver tierra, sino hasta el amanecer del 5 de Junio al acercarse el "Advance" a las costas de New Jersey, donde pudimos ver, el cabo Bannegat. Una hora después, entrábamos en Sandy Hook, en la propia bahía de New York, y mi– nutos después, pasábamos frente a la estatua de la Li–

bertad. A eso de las 9 de esa misma mañana, el

"Advance" atracaba al muelle.

Mientras hacía la travesía de Sandy Hook al muelle, me sentí asombrado al contemplar la maravillosa pers– pectiva que ofrecía Jo entrelda a Nueva York. Encon– trábamos a cada momento, al cruezar la gran bahía, multitud de barcos entrando y saliendo de ella. Veíamos el lugar donde están situadas, a ambas lados de la costa, las fortalezas que defienden la entrada del puerto; luga– res poblados de preciosas casas con jardines y verdes prados, formando figuras geométricas, y ya, cerca del muelle, v,imos los rascacielos imponentes, mostrando en sus estructuras de acero, el producto del esfuerzo huma– no. Todo ase grandioso cuadro, con la intensidad de sus sombras distribuídas al acaso sobre la masa de agua, iluminada ésta por los rayos del sol, me producía honda impresiono Era la primera vez que yo veía un puerto como el de Nueva York. El movimiento febril de la vida de esa gente, los trenes elevados que caminaban rápi– damente por entre los rascacielos; el ruído de voces en inglés ordenando las maniobras de atraque al muelle; todo este barullo me dejaban alelado y en ese momento, me sentí pequeñísimo, en medio de ese torbellino que muestra la fuerza y las energías vitales de la populosa urbe que visitaba por primera vez y de la que yo tení<;l apenas una idea por lo que había leído y oído de ella.

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