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« Previous Page Table of Contents Next Page »tonces residía, al edificio del Instituto Nacional de Varo– nes, clausurado éste a causa de la revolucion. En este edificio vivían los doctores Adolfo Altamirano y Julián Irías¡ el primero, Director del plantel y el segundo, Dipu– tado al Congreso. Llegué allí a instancias de esos dos amigos para vivir con ellos.
Altamirano dirigía el Instituto desde 1901. Había emigrado a Guatemala en 1896 por haber tomado parte en la revolucion organizada en Lean en dicho año, en contra del Presidente lelaya. Había hecho sus estudios en la Escuela de Derecho de Granada donde obtuvo su título de Abogado y durante su permanencia en esta ciudad, entré en relaciones con él. Nacio en Estelí, las Segovias, y su tipo era blanco y de ascendencia españo– la. Hablaba muy pausadamente y tenía buena cultura plofesional y social. Julián Irías era también segoviano y de buena familia. Estudio el bachillerato en Lean y
se graduo de Abogado en la Universidad de Guatemala. Inteligente, vivo y caballeroso.
Con estos dos amigos, casi de la misma edad mía, conservaba yo buenas relaciones de amistad, desde su regreso a Nicaragua.
En el edificio del Instituto, permanecí hasta que se resolvio mi viaje a New York, donde serviría el Consula– do de Nicaragua.
Desde hacía tiempo tenía yo deseos de helcer un viaje al exterior, pero no contaba con los recursos nece– sarios para efectuarlo, y, además, no quería, por el mo– mento, dejar la Secretaría Privada, puesto en el cual, tenia toda la confianza del Presidente lelaya.
Sin embargo, se me presento una oportunidad para realizar mis aspiraciones de viajar y conocer otros países más adelantados que el nuestro¡ y fué de esta manera. Conversando una tarde de esas con mi bueno y recordado elmigo el doctor don Fernando Sánchez sobre mi propo– sito de hacer un viaje al exterior, éste me insinuo la idea de que podía realizarlo si obtenía uno de los consulados vacantes en esos días. El doc1or Sánchez que siempre me manifesto cariño desde el primer día que tuve la suerte de conocerlo, me dijo que él, que desempeñaba la Secretaría de Relaciones Exteriores, hablaría primero, con el Presidente, para saber si éste estaba anuente a que se me nombrara Consul para alguno de los puestos va– cantes¡ y yo por mi parte, debía hacer también gestiones. En vista de la buena disposicion del doctor Sánchez, re– solví una tarde, abordar directamente el asunto con el Presidente lelaya. El General, al hacerle conocer mis intenciones, me contesto: que él no se oponía a mi viaje¡ pero sí sentiría mi ausencia porque yo le era más útil en la Secretaría; que si yo insistía en mi resolucion, debía entender, bien claro, que dejaba el cargo de Secretario suyo por mi propio gusto, y que si él accedía a mi nom– bramiento de Consul, sería, solamente, por uno o dos años para que conociera otros países, y que a mi regreso yo podía ocupar de nuevo el puesto de Secretario Priva– do. Yo me manifesté de acuerdo con esa resolucion de su parte, agradeciéndole sus finezas para conmigo; y al final de esta conversacion, me autorizo para que le ha– blara al doctor Sánchez y éste dispusiera qué Consulado me iba a dar. Ya al despedirme, me repifro otra vez, esta frase: "Te vas de la Secretaría por tu propio gusto". Su esposa, doña Blanca ,me distinguía con mucho cariño, considerándome como pariente de su marido, pues
como antes dije, mi madre era prima del Presidente le–
laya; y gracias también a otras gestiones que privada– mente hizo doña Blanca en mi fevor, logré yo salir bien con mi empeño de hacer un viaie al exterior.
Al hablar nuevamente con el doctor Sánchez, des– pués de lo que me había dicho antes me dijo, me con– venía más aceptar el puesto de Consul en New York, y que recabaría elel Presidente su autorizacion para nom– brarme. Efectivamente, el 19 de Mayo de 1903, fuí nombrado Consul de Nicaragua en Nueva York; y me de– diqué a preparar mi viaje a los Estados Unidos. Como sustituto mío en la Secretaría Privada, el Pre– sidente nombro a su cuñado don Luis Cousin. Procedio así para evitarse molestias e intrigas, decía él, en la reposicion del cargo que yo dejaba.
Mi nombramiento de Consul, cayo entre los amigos del gobierno, como una bomba., Parte de ellos que no miraba con buenos ojos mi presencia en la Secretaría, penso que yo había sido separado del cOlgo por no con– venir al General lelaya mi presencia en él, pero, bien pronto, se convencieron de su error. Otros del grupo liberal, entre ellos el General Aurelio Estrada, con quién yo conservaba muy buenas relaciones, dos días después de haber sabido él, mi nombramiento, llego a visitar al General lelaya para averiguar cuál era la causa de mi separacion de la Secretaría. No sé si el Gral. Estrada, lo hiciera al propio Presidente, pero es el CClSO que al entrar yo a la Oficina ele la Presidencia, mientras el Gral. lelaya y el Gral. Estrada conversaban íntimamente, éste último dirigiéndose al Presidente en voz alta, le dijo: "Pero, quién saca a Pío de aquí?"; y el Presidente lelaya son· riéndose, le contesto: "Nadie lo saca; él se va por su propio gusto. Yo no quería que me abandonara; pero él se ha em'peñado en ir a pasear" -"¡Ah! bueno", dijo el General Estrada; "yo creía que al fin lo habían botado sus adversarios"¡ y continu<;1ron los dos conver· sando sobre otros asunjos, tan luego yo me reth'é. El General Estrada, según supe después, conto, a un grupo de sus amigos, lo que el General lelaya le ha· bía declarado sobre mi viaje a Nueva Yor~; y esta ver· sion, se hizo pública en Managua.
Antes de salir para Corinto e: tomar el vapor, fuí a Granada a despedirme de mis padres y hermanos. To– dos ellos se alegraron de mi viaje a los Estados Unidos. No tenía mucho que alistar para mi viaje, así es que resolví salir para Corinto el 24 o 25 de Mayo, a fin de esperar ahí el vapor que me llevaría a Panamá. El día anjes de la llegada del vapor a Corinto, recibí ele Managua un largo despacho, cifrado, y firmado por G. Abaunza. Era de "don Goyito". Como venía en la clave del Comandante del Puerto, General David Fomos Díaz, fuí a su Oficina a descifrarlo. En ese despacho se me decía, poco más o menos ésto: que uno de los prisio– neros capturados en el Victoria el 13 de Mayo, declaraba diez días después de su captura; que Pío Bolaños les había facilitado a los revolucionarios algunas de las cla– ves de las que servían en la Comandancia General, y que dichas claves les habían servido para obtener, aquellos, la fortaleza de San Carlos. Que el declarante era Eliseo Lacayo F., Comandante de las Fuerzas del Gobierno en el Victoria, cuando éste fue capturado por los revolucio– narios en San Ubaldo. El declarante afirmaba además, que dicha version la había oído él de boca de algunos
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