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acto solemne, yola primera ses Ion para presentar mi credencial de Secretario, asistí. Lo mismo ocurrio con los otros secretarios, excepcion hecha de Valenzuela, que como era también Subsecretario de Relaciones de su país tenía que concurrir a todas las sesiones del mismo Con– greso. No obstante la buena voluntad de la mayoría de los delegados y de su ilustracion, no se llego a ningún resultado práctico para unificar lo legislacion Centroame– ricana. Había allí hombres capaces que adoptaron re– soluciones para unificar la jurisprudencia de estos países. Se hablo mucho de la necesaria unjan política de los mismos, pero todo eso se volvio como decía El Moro Mu– za (Enrique Guzmán): "agua de borrajas".

Antes de terminar sus labores el Congreso recibí un telegrama del Presidente Zelaya llamándome a Managua y regresé a Nicaragua. Al lIegOl le conté al Presidente los incidentes humorísticos que había presenciado y las "planchas" de "Tata Bucho", de lo cual se rio mucho. Inmediatamente de mi llegada, me hice cargo de nuevo de la Secretaría.

UN NUEVO COMPLOT REVOLUCIONARIO

Hasta Marzo de 1902 todo paso tranquilamente. El gobierno se ocupaba de resolver los asuntos ordinarios de la administracion. En los primeros días de dicho mes se recibieron informes privados de Granada de un complot revolucionario que fraguaban algunos elementos conservadores de la ciudad. El Presidente resolvío in– mediatamente tomar sus medidas para hacer abortar el movimiento. Como el Jefe Político y Comandante de Armas de Granada, don Hilario Selva era un anciano y además, escéptico, por atavismo, y no creía en nada de conspiraciones (toda esta familia Selva ha sido incrédula) el Presidente dispuso designarme a mí para proceder a la detencion de los sindicados en el complot y para ello, me nombro interinamente Comandante de Armas de Granada. Con una fuerza de cien policías de la capital, comandada por el Coronel Cayetano Vázquez salí de Managua, a la una de la mañana del 16 de Marzo de

1902 en un tren especial para Granada. Llegamos a esa ciudad a las cuatro y media de la mañana. Al acercar– se el tren a la estacion de la ciudad, un policía que esta– ba de turno allí, al notar la llegada del tren a esas horas, y ver que conducía tropas, ya que los policías iban armados de rifles cuyos cañones salían por las ventani– llas de los carros, se alarmo, disparo su revolver sobre el tren en el momento que éste paraba ya dentro de la estacion y salio corriendo hacia el centro de la poblacion. En vista de ese incidente, resolví dejar la fuerza en la estacion e ir yo con un ayudante a la casa de habitacion del Jefe Político a informarle de mi llegada y de la mi– sion que se me encomendaba. Para ello tomé una calle diferente de la que llevaba el policía y pude llegar antes

que éste a la residencia del Sr. Selva. . El policía se había dirigido a su cuartel, que estaba distante de la casa donde residía aquél. A mi llegada a la casa, el Jefe Político, quien se levanto sorprendido, me recibio en paños menores, y le enteré de mi mision, suplicándole telefonease al Cuartel informando al Jefe del mismo qUe la fuerza llegada a esa hora a la estacion era del go– bierno. Al mismo tiempo que le telefoneaba, lo llamo para que se presentara en su casa a recibir instrucciones. Al llegar el Jefe del Cuartel a la casa del señor Selva éste le ordeno ponerse a mis ordenes. A las seis de la ma– ñana se enviaron comisiones a detener a los conservado– res, cuya lista había hecho el Presidente. Todos fueron detenidos menos uno, don Alejandro Chamorro, que aparecía como jefe de los conspiradores. Por teléfono le avisé al Presidente del resultado de la comision, y me ordeno remitiese a Managua por el tren de la tarde a las personas detenidas, lo que se hizo, y yo también regresé a la capital en el mismo tren. A despedir a los deteni– dos concurrio a la estacion mucha gente entre sus fami– liares y amigos. No hubo molestías de ninguna natu– raleza guardándose a los detenidos toda clase de con– sideraciones.

Mientras permanecí en Granada, no ví a nadie, ni siquiera a mis hérmanos. En la estacion a mi regreso fueron a saludarme algunos amigos, que supieron a últi– ma hora de mi estada en Granada.

Mucho se comento en Granada el desempeño de mi comision, tanl0 por la rapidez de las medidas ejecutadas sin alarmas ni molestias, cuanto por la persona que las ejecutaba. Los comentarios eran amargos y duros. Se hablaba de mí sin consideracion alguna, y se me apli– caron calificativos duros y denigrantes. Dos años bas– taron para que se descubriera, a la luz del día todos los planes de conspiracion, del por qué fveron detenidos ele– mentos conservadores de Granada en la mañana del 16

de Marzo de 1901. Las medidas tomadas en esa ocasion para impedir la revuelta no dieron los resultados que se esperaban en esos días ya que la revolucion estallo en Marzo de 1903. Con la revolucion del 18 de Marzo de 1903, que era la misma que se fraguaba dos años antes en 1901, quedo el gobierno justificado de haber procedido en la forma que lo hizo, en esa fecha. Pienso ahora que íos amargas críticas de que fuí objeto por haber cumplido ordenes de mi superior, deben haberse aesvanecido al ocurrir el levantamiento de Marzo de

1903. Nadie pudo negar entonces que en Marzo de

1901 se fraguaba un complot, y aunque no todos los detenidos fuesen culpables, al estallar el movimiento, algunos de ellos, libertados poco después, fueron a to– mar parte acliva en él. Por 011'0 parte, yo estaba al tanto de lo que se tramaba, por los informes que a diario se recibían en la casa presidencial o de fuente privada, de la misma ciudad granadina.

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SALGO POR CUARTA VEZ DE NICARA,GUA 1903

Terminada, prácticamente, la revolucion del Lago en

1903, y no siendo muy necesaria mi presencia en la

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Secretaría Privada, resolví, el 14 de Mayo de ese mismo año, trasladarme, del Campo de Marte donde hasta en-

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