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« Previous Page Table of Contents Next Page »privada como en la hábil direccion que supo dar al Mi– nisterio de Relaciones de su país, mientras tuvo a su cargo dicha cOliera.
MI SEGUNDO VIAJE A EL SALVADOR
Continuaré con mis memorias, interrumpidas por la larga relacion historica que antecede, y las consideracio– nes que hice acerca de las personalidades que intervenían directamente en la política de Nicaragua a mi llegada
el la Secretaría.
En el mes de Enero de 1901 fuí nombrado Secretario de la Delegacion al Congreso Jurídico Centro Americano que en ese mismo año se reuniría en San Salvador. La Delegacion de Nicaraguo la integraban: el doctor don Bruno Hermogenes Buitrago, Magistrado de la Corte Su– prema de Managua. El doctor Buitlago era un hombre modesto, prototipo de esos varones puros y de recta conciencia corno jueces y corno ciudadanos de que Nica– ragua podía enorgullecerse. Además de formar parte de la Corte de Occidente, o donde se le conocía como Juez probo y de bien cimentados conocimientos en la ciencio del derecho, especialmente en materias civiles, era también un meritísimo profesor en la Universidad de Leon. Su modestia y su discrecion eran proverbiales. llegaba a ese Congreso Jurídico para contribuir con sus conocimientos a realizar la idea de unificar en los cinco países, los leyes que en ellos regían.
El Dr. Tiburcio G. Bonilla era de otro temperamento e ideas, diferentes de las del Dr. Buitrago. Aunque, el Dr. Bonill<;l era también hombre entendido en Derecho y Ma– gistrado de la Corte Suplema de Justicia, poco se preo– cupaba del resultcldo de leI conferencia. Era de carácter ligero e indiscreto. A mí me dijo, un dícl, durante la na– vegadon que "Bruhé (así lo llamaba él) era más que suficiente pma enfrentarse a los licurgos que iban a in– tegmr el Congreso Jurídico en San Salvador - "Tata Bucho" con ese nombre se le conocía en Managua, tenía felices OCUI rencias y refinada ironía en sus charlas. Ha– cía gala de poseN un espíritu despreocupado y si iba el
El Salvador era para gozar de vacaciones y asistir a las comilonas en los banquetes y fiestas que se les daría en Clquel país a las delegociones. Para dar una idea de los indiscreciones de "Tata Bucho" en ese viaje, las cua– les fuelon muchas y divertidas, voy a referir una de tantas. En cierta ocasion se encontrmon reunidos en uno de los salones del Hotel Nuevo Mundo, donde se hospe– daban todos los delegados. Se charlaba, informalmente, sobre topic03 historicos centroamericanos y alguien de los allí reunidos se refirio al héroe costarricense Juan Santa– maría que incendio el Meson en Rivas en 1856. El Dr. Bonilla, al oír esa referencia, se para y dice: "El verda– dero héroe de esa accion de Rivas, fue mi hermano José, que dio muestras de gran valor. incendiando el Meson; a él es a quien debieron haberle levantado la estatua". Todos nos quedamos fríos con esa salida de tono de Tata Bucho. Algo hay de verdad en la participacion de su hermano el General José Bonilla que peleo valerosa– mente en la accion de Rivas y aún se ha dicho que él fue quien incendio el Meson, pero esa version no ha sido confirmada. En cambio, lo ha sido ampliamente la heroicidad del héroe eponimo costarricense. Los de– legados de Costa Rica que se encontraban en aquella
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reunion del Hotel Nuevo Mundo, bajaron la cabeza, mo– lestos ,sin duda, por la "plancha" de aquel colega locuaz e indiscreto. Los otros delegados, deben haber hecho, in pectore su respectivo comentario humorístico al oír la despapananle salida de "Tata Bucho", La reunion se disolvio enseguida y "Tata Butho" muy tranquilo e indi– ferente, se dirigio a la cantina del Hotel a ordenar un coctel sin preocuparse de los demás compañeros. Así era Tata Bucho en todas sus cosas. No le importabcl nadie ni nada. De todo se burlaba; así corno la gente que lo trataba se reía de él y de sus indiscreciones. Delegado de Costa Rica al Congreso fué el licen– ciado don Ricardo Pacheco buen abogado y distinguido hombre de gobierno. Su Secretario, era el Licenciado Alberto Pacheco Cabezas, entonces muy joven y amigo de diveltirse. A Honduras lo representaron los doctores José Leonard y Fausto Dávila. Corno delegados de Guatemala asistieron los doctores Salvador Escobar y Ra– fael Montúfar y Carlos Meamy, de Secretario. El Salva– dor estaba representado por los doctores Manuel Delgado y Francisco Martínez Suárez; y Secretario, el doctor Sa– muel Valenzuela.
José Leonard, de origen polaco, fue profesor en los Colegios de Granada y Leon de 1878 a 1882. De allí paso a Honduras a servir una cátedra en la Universidad de Tegucigalpa. Cuando yo lo conocí, en San Salvador en 1901, ya estaba muy anciano.
La mayoría de los delegados eran hombres v:rsados en las leyes de sus respectivos países y gozaban de buena reputacion¡ pero, a mi juicio, y por lo que pude apreciar de las labores de ese Congreso, los que sobre– salieron por su ilustracion y sus trabajos de codificacion fueron los doctores Escobar y Buitrago, ambos muy ver– sados en la' ciencia del derecho y profesores universita– rios. Los otros eran más diplomáticos que legistas. Entre las fiestas con que se obsequio a los delegados al Congreso Jurídico Centroamericano celebrado en San Salvador, debe anotarse aquí el baile de Mengalas dado una noche en el Palacio Municipal de la capital.
la concurrencia se componía de obreros y mucha–
ChClS del pueblo a quienes llaman allí menga las. Fue muy alegre y ordenado. Entre las bailarinas había una guapa mengala a quien en San Salvador llamaban, Margarita Gautier. Estuvo muy atendida por los asis– tentes y todos se disputaban bailar con ella, y por una– nimidad se le otorgo el título de reina de ese baile de Mengalas. Como Alberto Pacheco deseaba bailar con ella, algunos de los obreros se la presentaron y Alberto tuvo la satisfaccion de bailar una pieza con Margarita Gautier, cuscatleca.
Un poco después de la una de la mañana y cuando ya los ánimos muy alegres por las libaciones y la músi– ca, Alberto Pacheco y yo nos retirarnos. Los otros dele– gados y secretarios se habían ido antes.
Al salir del Palacio Municipal me decía Pacheco. "A tiempo nos vamos, pues ya empezaban las confian– zas de los asistentes. Unos tantos, me abrazaban y se empeñaban en que tornara unas copas más con ellos y corno no les atendía se enojaron. También creo, que no le gustara a alguien que yo bailara con Margarita Gau– tier yero peligroso permanecer más allí. La cosa se estaba poniendo fea".
Solo a la inauguracion del Congreso, que fue un
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