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« Previous Page Table of Contents Next Page »fiado en sí mismo, y además falto de tacto, Zelaya se exasperaba y era hasta cierto punto, duro en sus réplicas cuando, se daba cuenta que se le quería dominar. No obstante esas penosas circunstancias, provocadas por Gámez, Zelaya sentía afecto por éste, reconocía sus bue– nas cualidades y más de una vez le ofrecio oportunidad pora meiorar de fortuna; encargándole comisiones diplo– máticas y en otras actividades en las que con decoro y decencia pudiesen llevar Gámez y su familia holgada exisiencia. Este modo de proceder con sus amigos, ayu– dándoles en toda ocas ion, era una de las mejores cuali– dades del General Zelaycl,
Hay que hacer constar también que Gámez nunca se mezclaba en negocios inescrupulosos. Era laborioso, sin vicios y de su pluma y de sus trabajos en la agricul– -rura, obtenía medios pwa vivir modestamente, antes de llegar al gobierno.
Pertenecía a una de las más antiguas familias gra– nadinas. Nacio en Granada, es1udio allí y se traslado a vivir a Rivas. Sus obras historicas le revelaron como un acusioso investigador y logro adquirir prestigios en su carrera literaria. Cabalmente, por su talento de escritor historico, y sus artículos de prensa, tiene derecho a figu– rar con relieve como una de las mejores inteligencias que en ese ramo ha producido el país.
Como decía antes, mi llegada a la Secretaría hizo menos necesarios los servicios de Gámez en ese despacho, no porque yo pudiera superarlo, sino porque el Presi– dente quería ocuparse más directamente de los Clsuntos que tenía que resolver y, con mi pequeña cooperacion, él lo podía hacer en esa forma. No se crea tampoco que por esta circunstancia Gámez dejara por completo de llegar a la Secretaría, pues "don Goyito" lo llamaba con frecuencia para que le ayudara en las labores que tenía a su cargo como Secretario de la Comandancia General,
y como había dos grupos antagonicos dentro del gabi– nete, Gámez se valía de esa oporiunidad para hacer creer a sus amigos que su influencia no estaba totalmente anulada con la presencio del doctor Sánchez en el gabi– nete. Gámez, por otra parte, y como ya lo he anotado carecía de discernimiento y ponderacion como político y por lo tanto, procedía con precipitacion en los asuntos que tenía que resolver. En cambio, Sánchez actuaba con mesura, procurando limar asperezas. Tanto el uno como el otro, tomaron parte, directamente, en la política del gobierno liberal hasta que éste cayo del poder, y cada uno de ellos dejo en ese largo y agitado período de la vida del país, bien marcado el sello de su respectiva personalidad. Pero al Dr. Sánchez hay que reconocerle sus esfuerzos como hombre de paz y de concordia para que los partidos antagonicos cesaran en su lucha y lle– gasen a un buen entendimiento. Gámez por su tempe– lamento impulsivo y revolucionario, era contrario a esa política y no aceptaba componendas: pretendía que los liberales ejerciesen suprema hegemonía en el gobierno de la República, apelando a medidas de lodo género para impedir que el poder les fuese arrebatado. Para dar una muestra de las ideas de Gámez a este respecto, voy a referir a continuacion que en 1905 dio a un amigo suyo, al contarle éste que se hablaba en el gobierno de convocar a elecciones libres al terminar el período presi– dencial del Gral. Zelaya en ese mismo año. Gámez le contesto: "No se puede entregar con papelitos lo que se
conquisto a balazos". Por "papelitos" Gámez entendía, votos electorales. Por lo que respecta a los relaciones ext:riores Gámez, cabalmente, por su temperamento y su camcter fogoso y falto de ecuanimidad, fracaso para ob– tener buen entendimiento con los otros gobiernos de Centro América. Se había formado en sus andancias por los otros países hermanos, un ambiente que rayaba en hostilidad hacia su persona, tanto en Costa Rica como en El Salvador. En el primero de esos países, tuvo que sa– lir, en 1895, a causa de un conflicto que tuvieron él y el General Carlos A. Lacayo, su compañero de viaje, con la prensa de San José. Casi podría decirse, que Jos dos fueron obligados a abandonar el país. El único lugar en donde no era mal visto fue en Guatemala. Con Es– 1rada Cabrera mantenía relativa inteligencia, pero esto, cabalmente no le servía, ya que el Presidente Zelaya co– nocía muy bien a aquel personaje y sabía, por experien– cia, que con él no se podía llegar a una amistad sincera y franca, como lo demostro el gobernante guatemalteco en el curso de los años siguientes. No obstante esa atmosfera tdn adversa, que Gámez tenía en su contra en el resto de Centro América, supo en el momento psicolo– gico poner de relieve su personalidad en el grave conflic– to que se le presento al Gobierno nicaragüense el año de 1907. La circular que con fecha de 18 de Marzo de 1907 dirigio Gámez como Ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua a los gobiernos de los Estados Unidos Mexica– nos y a los otros cuatro de Centro América, es un docu– mento historico de gran trascendencia en las relaciones diplomáticas Centroamericanas de los últimos tiempos. En términos dignos y decorosos, revestidos de una clásica y clara diccion, defendía al Gobiel no de Nicaragua de la falsía y de la agresion armada de que fue víctima en aquella deplorable ocasion, y, con energía, condenaba los hechos que condujo a uno de los gobiernos de Centro América a comeler aquella iniustificada y desleal agre– sion a Nicaragua. Terminado el conflicto armado de 1907 con el triunfo de las armas nicaragüenses sobre los ejércitos aliados de Honduras y El Salvador.
Pero, y aquí viene a mostrarse mejor esa falta de Gámez en sus actuaciones diplomáticas, ya que en su carácter de Ministro de Relaciones Exteriores de su país, después de haber expuesto con energía la posicion del gobierno nicaragüense en su nota citada del 18 de Marzo de 1907, y, haber obtenido el ejército de Nicaragua una brillante victoria en el conflicto a que el país se vio arras– trado, Gámez, repito, al firmar el tratado de paz en Ama– pala, pocos meses después de la batalla de Namasigue con los representantes diplomáticos de Honduras y El Sal– vador, no logro obtener las ventajas que le debían llegar a Nicaragua de su victoria militar y su magnífica posicion política en Centro América, y en cambio, por las cláusu– las convenidas y firmadas por él, en Amapala, quedaron anuladas, la victoria militar y la posicion que el país había obtenido como consecuencia de ella. En conse– cuencia, ese tratado fue uno de los grandes fracasos de Gámez en sus actuaciones diplomáticas. Zelaya al co– nocer el tratado se disgusto sobremanera, y de esa fecha, Gámez no volvio a tomar la direccion de las relaciones diplomáticas nicaragüenses.
Ya, antes de 1907, Gámez había fracasado en 1894 al firmar él, con el Ministro de Honduras, un tratado para zanjar la vieja y enojosa cuestion de límites entre
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