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que tenía una gran fortuna y no la derrochaba. En c.ambio vivía conholgurci en su casa y no economizo gasto para darle buena educacion a sus hijos e hijas en colegios del exterior, y más de una vez, fue generoso con alg0n omigo en estrechez economica; por último, su segunda esposa doña Soledad Salinas, suministraba víveres, frecuentemente al Hospicio de Huérfanos que pobremente dirigía el Padre Dubon, esto último, con co– nocimiento de su marido. Pero ni este, ni doña Soledad, hacían alarde de ello.

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Ahora hay que presentar al otro personaje político de aquella época, rival del anterior en la influencia del gobierno del Presidente Zelaya en los años de 1898 a 1903. Me refiero a don José Dolores Gámez.

Gámez fue liberal desde su juventud. Fundo en la ciudad de Rivas el semanario EL TERMOMETRO allá por los años de 1880. Escritor culto, se dedico a escribir una Historia de Nicaragua que fue premiada por el Pre– sidente Don Evaristo Carazo conservador, en 1889. Toda la larga vida de Gámez fue la de un infatigable luchador en favor de su ideología liberal, llegando en 1893, a ser uno de los directores de ese partido. En sus campañas de prensa, dio muestras de ser espíritu agre– sivQ, libelista, y revolucionario. la espela y la pacien– cia para resolver los problemas políticos que se le pre– sentaban en sus luchas, estaban ausentes siempre de sus pensamientos, por su temperamento nervioso e inquieto. Quería aparecer como hombre .necesario en todo. Carlos Selva, escritor contemporáneo suyo y que lo conocio lo bastante, dijo de él: "G6mez se entrometía en todo y se daba aires de favorito de Zelayo". Esto lo escribio Selva en 1896, poco después de estallar la revolucion leonesa de ese mismo año.

Por otra parte, hay que reconocer en Gámez, cuali– dades especiales para las luchas de prensa en favor de su ideología, la solturo y facilidad de su pluma y su valor personal.

Desde que su partido asumio el Poder fue miembro del gabinete y trabajaba asiduamente, sin recibir pago, en la Secretaría del Presidente.

Se dedico también desde su juventud, a negocios de agricultura; que apenas le daban para llevar vida mo– desta con su numerosa familia; pero ya al desempeñar el Ministerio de Fomento y otros cargos diplomáticos, mejoro de fortuna; mando educar a sus dos hijos al exte– rior y una de sus hijas mujeres María, inteligente y culta hizo un viaje de recreo y estudio a Europa.

Durante su permanencia en el gobierno Gámez de– dico su buen talento y su cultura, con energía y decision, a la implantacion de las leyes emitidas por la constituyen– te de 1893, y las nuevas orientaciones políticas por el go– bierno liberal, así como coopero en la administracion, del nuevo gobierno; pero el año de 1896 entro en choque con los liberales occidentales y estos exigieron al Presidente Zelaya, su retiro del Ministerio. La natural indiscrecion en sus artículos políticos, lo llevaron a colocarse en esa difícil situacion frente a los liberales occidentales; y aun– que el Presidente le tenía cariño y apreciaba su labor, accedio a la demanda de los occidentales, intentando con esa medida aplacar a éstos e impedir la amenaza de un

rompimiento con ellos, y la revolucion que estos últimos preparaban en contra de su gobierno.

los liberales leoneses, que al mismo tiempo preten_ dían derrocar al Presidente, consideraban a Gámez capaz de hacer fracasar sus planes de revuelta. Decían de él sus enemigos, que pretendía hacerse indispensable en algo bueno, para lo cual contaba con el apoyo del Pre– sidente. Estos cargos se originaban por las maneras a veces, violentas, que usaba Gámez en su despacho, fuera de su falta de discrecion para tratar a sus adversarios en el gobierno.

Fue Gámez, puede decirse, no obstante la seguridad que tenían los liberales occidentales en sus fuerzas para derrocar al Presidente, quien se les enfrento al principio de la lucha, y más tarde, quien también descubrio en la prensa los planes de aquellos pora ir a la revolucion. Al renunciar Gámez del Ministerio de Fomento y

cuando ya se había agudizado el conflicto, escribio un artículo editorial en el diario de Managua "El 93", ínti– tulado "El Bochinche leonés" descubriendo los planes de los revolucionarios y, ese editorial precipito la lucha, re– belándose los leones, dos días después de publicado el artículo, el 24 de Febrero de 1896, iniciándose ese día una de las más fuertes revoluciones que tuvo que sufrir el país después de la guerra con Honduras a fines de 1893 y principios de 1894.

Gámez presto al gobierno oportunos servicios en este conflicto, sin formar parte del gobierno. También apoyo al gobierno cuando la revolucion conservadora de 1897 estallo, así como la que siguio a ésta en Enero de 1898, con la invasion de los emigrados nicaragüenses residentes en Costa Rica y, protegidos por el gobierno de este último país. En aquellos años, las actividades de Gámez fueron útiles y oportunas para el Presidente Ze– laya. Allí estaba en su elemento y cooperaba con actividad y energía, frente a la lucha drmada de la opo· .sicion. Cuando las armas tenían que resolver el con– flicto, como sucedio de 1896 a 1898 y por último en 1907, al estallar la guerra con Honduras y El Salvador; pero en las horas de paz y tranquilidad sus trabajos políticos fueron siempre negativos y perjudiciales al Presidente Zelaya.

y esto ocurría por la inquietud de su mente, dado, por lo mismo, a intrigas palaciegas que le acarreaban dificultades con el Presidente y con los amigos de éste, que no aceptaban esos procedimientos ya fuesen provo– cados por el mismo Gámez directamente, o bien, por las indiscreciones de los elementos de su camarilla. El Presidente, a veces, se molestaba con esas intrigas de Gámez, y en una ocasion estando yo presente en la oficina del General Zelaya, éste tuvo palabras fuertes contra Gámez, llegando la exaltaci0'1 de la disputa, que el último abandono violentamente el despacho y se diri– gio a la calle sin sombrero, y yo, al percatarme de la foro ma en que saliera precipitadamente de la casa presiden· cial, tomé su sombrero y fuí a alcanzarlo hasta el porton de la calle, para entregárselo.

Zelaya era hombre serio, reposado a veces de habla suave y moderado en sus expresiones, pero iba siempre tras un derrotero, con energías y actividades nada comu– nes, y cuando procedía con calma, obraba discretamente y sabía mantenerse firme con sus resoluciones; pero al discutir con Gámez, éste atolondrado, díscolo y muy con- ,

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