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« Previous Page Table of Contents Next Page »a 30 millas de su aldea, se podían obtener grandes cantidades de hierro en estado naiurall- pero co– rno no pude ver una sola muestra del metal, 10 men– ciono solamente corno algo digno de ser investiga-do.
Mi anfitrión nos proporcionó un desayuno ex-celente, pero se quejó de que los excesos de la no– che anterior le habían "es±ropeado la cabeza", una
~xpresión muy común entre los hombres Mosquitos quienes a diferencia de los Indios que habitan mas al sur, no tienen objeciones en "estropear sus ca– bezas" cada vez que pueden obtener ron. Mientras desayunábamos me atrajo la atención un Indita co– mo de siete años. Nelson me informó que en una de sus expediciones de rapiña hacía unos tres me– ses, de pronto se encontraron con una canoa en cu– yo interior se encontraba este niño con su hermani– ia y su papá: este último se tiró al agua y huyó a nado y los niños fueron tornados corno esclavos. Permítaseme observar aquí que todos los In– dios de esa región, movidos por las medidas infer– nales adopiadas por los jefes Mosquiios, opiaron por hacer invasiones frecuenies a las iribus vecinas de Cookras, Woolwas y Toacas, que habitaban en ierre– no fronterizo a los Españoles- con el único propósi– io de apoderarse de ellos y venderlos corno, esclavos a los colonizadores y hombres imporlanies en ioda la Cosia Mosquita. A consecuencia de eso esa po– bre genie ha sufrido muchas desveniuras, y aunque hoy día ya se les molesta muy poco, se han retirado a los rincones mas aparlados del interior y tienen muy poco coniacio con los Indios de la costa. A los Cookras ya casi no se les ve y los Woolwas iambién se han retirado de la cosia y sus colonias las tienen en los iribu:l:arios superiores de los ríos Nueva Sego– via, Grande y otros que quedan a una disiancia con– siderable de los Indios de la Cosia y de los Mosqui– tos. En su juveniud Drummer fué un azo.l:e iniolera– ble para esas iribus del inierior y en especial para los Woolwas, de los que capiuró cienios para ven– derlos iodos corno esclavos. Su método era intro– ducirse clandestinamenie y si posible en ausencia de los varones, y tornar por sorpresa a los pequeños grupos errantes que vagan de uno de los ríos men– cionados a airo, apoderarse de las mujeres y los niños, y retirarse, si po~ible sin luchar. En algunos casos esos secuestradores han realizado sus fecho– rías hasia en las aldeas Españolas y de Criollos Es– pañoles, sin iliubear en llevarse y apropiarse de sus esposas e hijos. Duranie mi permanencia en la cos– ±a sucedió un caso de esia naturaleza. Yendo en busca de Indios y al no encontrarlos, Drurnrner y sus seguidores peneiraron en las aldeas de los Es– pañoles- al hacer su retirada río abajo, sorprendie– ron a un dorey en el que iba un Criollo Español, su esposa y sus dos hijos; el hombre huyó instantá– neamente, pero la mujer, que estaba bastante avan– zada en el estado de embarazo, y los pequeños, fue– ron capturados, llevados a Laguna de Perlas y ofre– cidos en venta a Ellis. Ese caballero, para su pro– pia honra, no solo rehusó comprarlos sino que, una vez que los tuvo en su casa, se negó a entregarlos a sus apresadores y atendió a la mujer, que dió a luz un hermoso niño en su casa, y los cuidó con verda– dero sentido humanitario; y consiguió, con muchos esfuerzos y valiéndose de su influencia con el Rey
Mosquito, devolverlos al seno de su familia y ami– gos, y por este acio de caridad mereció las gracias de las autoridades Españolas del distrifo a que per– tenecían. Se pueden citar muchos otros casos de obras similares realizadas en bien de la humanidad por este buen hombre.
Repito, que es mas a causa de las diabólicas ins– tigaciones de los jefes Mosquitos y no por maldad de parle de los Indios, que se cometen esos abusos atroces contra aquellos que, de no ser por eso, se tendrían considerados corno hermanos en el sentido mas completo de la palabra, dichosamente la in– fluencia de los jefes Mosquitos va disminuyendo po– co a poco, de modo que esos uUrajes también van a desaparecer paulatinamente.
Para mí mismo, yo había tornado la resolución de seguir río arriba por uno de los ríos mas gran– des para averiguar su curso y para explorar la re– gión, cosiumbres y estado de las iribus del inierior la proximidad del Río de Bluefields a los Lagos d~
Nicaragua, a León y al Mar del Sur,- y asimismo averiguar si habían iribus imporlanies en el interior, entre las que se pudiera hacer comercial yo deseaba conseguir a uno de esos cautivos que yo tenía pen– sado ligar a mí a fuerza de buen trato y educación, para que me sirviera corno guía e iniérprete entre esa gente. Al mencionar esio a Drurnmer, ésie in– mediatamente ofreció venderme al Indita Woolwa de quien ya he hablado, por un valor de 20 libras. Pa– ra poder adquirirlo tuve que deshacerme de casi to–
da mi ropa, que accidentalmente había sido vista y codiciada por Nelson, (*) y aunque un tiempo después cierlas circunstancias me obligaron a aban– donar a este jovenzuelo, tengo la satisfacción de creer que su situación mejoró debido a mi interven– ción.
Dalbis accedió a acompañarme al Río Prinza– pulko que quedaba corno a 30 millas, y después de pagar el valor de los tres dories y del carey que ha– bía comprado, padimos de la aldea a la puesia del sol, llegarnos al Río Prinzapulko temprano a la ma– ñana siguiente, y fuimos muy bien recibidos por el "Capitán" Tarra. Aunque es un río magnífico, tie–
ne, al igual que Río Grande, un banco de arena pe– ligroso que tiene solo cuatro pies de agua. Los In– dios que se han esiablecido en su ribera izquierda corno a sieie millas del mar, y a orillas de un lago que queda corno a diez millas de esie punio, son en ioial un poco mas de cien,- son de la misma ra– za que los de "Grea! River" IRía Grande), pero a diferencia de Drummer, los jefes de aquí se han da– do cuenta que les conviene apoyar y favorecer a los Woolwas y Tongulas del inierior en vez de opri– mirlos; corno consecuencia, hacen con ellos un co– mercio constante de arlículos corno canoas, dories y pipanies que esas tribus ±raen por el río sin acabar– las o a medio hacer y que luego se les da el acaba– do perlecio y se adornan para ser vendidas. El gran tamaño de esas canoas, sacadas del ironco de un solo árbol de cedro o caoba, da una idea de los árboles de madera que se dan en esa región y del volumen de comercio que se podría hacer con ellos si se les proiegiera de los Mosquitos y si se les ani-
(*) . _ Nelson encontró la muerte poco después de esta transaCClOn a manos de los Woolwas, en una expedición de pillaje que organizó contra ellos.
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