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« Previous Page Table of Contents Next Page »ricos y férliles son los que quedan en panes eleva– das y en las riberas de los ríos bastante alejados de la costa.
Los Cookrae, una tribu de Indios que ahora es– tá casi extinta, residieron en las orillas de algunos de los ríos que desembocan en esta laguna; y antes de eso tuvieron una colonia a orillas del río Wawas– haan, pero la abandonaron poco después de la lle– gada de Ellis. Después de pennanecer algún fiezn– po en Laguna de Perlas continué hacia Río Grande y Prinzapulko (este último nombre 10 escribo corno se pronuncia), siendo esos los mejores lugares para conseguir las canoas grandes que necesitaba. Río Grande desemboca en el mar corno a 30 millas al none de la entrada a la Laguna de Per– las; su entrada está completamente expuesta a los vientos del noroeste, lo cual 10 conviene en un lugar muy peligroso; y aunque es un río magnífico, no hay mas de cuatro o cinco pies de agua sobre su ban– co de arena:- Dicen que es navegable por un tre– cho de casi 200 millas, pero su origen es completa– mente desconocido de los Ingleses. Hay varias islas pequeñas al ofro lado del banco de arena, pero no hay islas a su desembocadura corno afinnan algu– nos escritores. Hay varias aldeas de Indios en sus riberas, en su mayoría a distancia corla de su desem– bocadura; estos Indios están sujetos al Rey Mosqui– to, a quien pagan tributo; pero, al igual que todas las otras tribus de Indios puros, no están satisfechos con la autoridad que sobre ellos ejercen los Mosqui– tos o Sambos.
Sus jefes, Drurnmer y Dalbis, dos hermanos, ejercen una influencia considerable sobre ellos y so– bre otros Indios que viven en aldeas a las orillas de los ríos Grande y Prinzapulko.
El Rey Mosquito anterior tuvo la magnífica idea de conferir el título de "Gobernador" a Drurnmer, "Almirante" a Dalbis, y "Capitán" al jefe del Prinza– pulko; este último también es Indio de pura raza. Pasé directamente a la aldea del Gobernador Drum– mer que dista corno 8 millas de la desembocadura del río y está situado a orillas de uno de los tributa– rios de dicho río, muy cerca de un magnífico y ex– tenso campo cubierlo de pinos. La casa del Gober– nador es grande y está dividida en tres aparlamen– tos; a un lado hay una pequeña cabaña que sirve de cocina y para otros quehaceres domésticos. Es– tá situada en una especie 'de colina, no lejos del río, y rodeada de 20 ó 30 casas más pequeñas. Al en– trar me encontré con que por dentro estaba bien amueblada con suficientes mesas, bancas, taburetes, lozas de barro y de vidrio, etc.; y todo en ella daba la impresión de una residencia ordenada y cómoda. Su dueño me recibió muy afablemente y por medio de un enviado, pronto averiguó y me comunicó que entre la gente de su aldea y de un poco más allá conseguiría las 6 canoas que necesitaba; también ofreció conseguinne carey- en una palabra, que sería yo tratado "a la verdadera usanza de un caba– llero Inglés".
Todas estas bondades se debieron hasta cierlo punto a unos cuantos galones de ron que había traí– do. Me aconsejaron que mejor descansara bien esa noche y que dejara los negocios para el día siguien– te. Mientras tanto, las provisiones y el ron fueron cuidadosamente sacados del rodie y puestos en uno
de los aparlamentos de la casa; al poco rato se sir– vió una comida de pescado, carnes, pollo y frutas, que, de haber estado bien preparadas, no habrían deshonrado la mesa de un concejal. Por la tarde, realicé una larga caminata por el campo, que en su mayoría está cubierlo de árboles de pino de tea de todas las edades y tamaños: los troncos de muchos de ellos tienen una altura de 60 a 80 pies, sin una sola rama, gruesos y completamente rectos. Hacia el anochecer se veían venir numerosas bandadas de "macaws" y loros a posarse en los árboles cer– canos a las casas; esta algarabía al anochecer y al amanecer cuando parlen me hizo pensar en los ba– rrios bajos de Inglaterra. Estos animales gustan de posarse cerca de los Indios que nunca los molestan. Habían varios caballos paciendo en la pradera, pe– ro no ví ganado- luego me infonnaron que el ga– nado lo mantienen en el interior, en los terrenos de pasto.
A mi regreso a la casa me encontré con que los hombres principales de la aldea me estaban esperan– do; y corno yo sabía que habían adoptado las ideas de los Mosquitos que juzgan a un comerciante por la cantidad de licor que les regala, invité a Drum– mer a que dispusiera de mis botellas de ron corno si fueran suyas propias; y, a consecuencia de esto, pronto todos se encontraban en estado de embria– guez.
Temprano a la mañana siguiente levanté a Nel– son, uno de los hijos de Drurnrner, para que me acompañara en un paseo por la pradera. Este con– siguió un par' de caballos que parecían estar acos– tumbrados a ser montados, pero para freno solo con– tábamos con un trozo de cuerda; una especie de al– fombra gruesa de hojas de plátano secas, carente de espuelas, nos sirvió de montura.
La pradera estaba cubierla de numerosos sen" deros, en su mayoría de una arena finísima, que iban en todas direcciones y que conducían, según me infonnó Nelson, a los sillos de cacería y planta– ciones de la gente que estaba bajo el mando de su padre, su tío y el Almirante; cada uno de ellos tenía varias esposas que vivían con ellos en sus respecti– vas aldeas.
El suelo de la pradera parece estar compuesto de arena micácea, estando algunas parles sin vege– tación, casi desierlas. Penní±aseme añadir aquí que todas las praderas cubienas de pino de la Costa Mosquita y que están situadas cerca del mar, son arenosas y estériles comparativamente hablando; por otra parle, el suelo de las praderas del interior es mucho más férlil:- corno consecuencia de esto, los habitantes de la costa se ven obligados a sembrar sus provisiones y plátanos, etc. en las riberas de los ríos bastante alejados de la costa; el cazabe es la única excepción, puesto que se da bien en suelo are– noso y por tanto se puede sembrar cerca de las aldeas que bordean el mar. A este respedo, la re– gión ocupada por los Valientes, Tiribees y Ramas es decididamente superior a la ocupada por los Mos– quitos y sus vecinos inmediatos.
Nos encontrarnos con varias huellas de venados en los senderos, y al hacer mención de lo brillante que me parecía la arena, que en cierlos sillos brilla– ba corno limaduras de acero, Drurnrner me infor– mó que en un punto de esta extensa pradera, como
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