Page 89 - RC_1966_05_N68

This is a SEO version of RC_1966_05_N68. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

De "Tiribee River" a "Monkey Point" (Punta Mico) que es el último cabo en la provincia de Ve– ragua, la distancia no es de más de ocho o diez mi–

llas; se puede reconocer fácilmente por la existen– cia de una isleta rocosa muy escarpada que dista solamenle unas pocas varas de fierra firme, y de la cual parece haber sido separada por algún cataclis– mo de la naturaleza. La isleta está perforada de una manera interesante en su parie media en for– ma de un arco alto y de fonna irregular, bajo el cual pude pasar fácilmente un bote de regular ta– marlO. Unas cuantas personas originarias de las Is– las del Maíz (Corn Islands), bajo la dirección de un señor llan"1ado Mr. Forbes, se han establecido en ese lugar: viven en paz con los Tiribees, cuyo suelo es fériil y COU"10 su costa es excelente para la caza de la toriuga, se espera que, en muchos respedos, coniribuyan hacia la civilización de las tribus veci– nas.

El Río Culebra (Snake RiverJ, es la línea diviso– ria entre la provincia de Veragua y Costa Rica; y al norte de este río, los Blancos, que están considera– dos como los Indios más hermosos de Sur América, vienen a n"1enudo para. cazar y pescar. Son gente pacífica, muy tímidos, y constantemente se tienen que manlener alerta a los ataques de sus enemigos, los Tiribees y otras tribus, que durante mi estadía en le Laguna de Chiriquí, prepararon diez canoas, a instancias del Almiran±e Mosqui±o, y emprendIe– ron una expedición contra éllos; pero después de una ausencia de varias seffisnas regresaron sin un solo cautivo.

Habiéndonos mantenido navegando cerca de la cosla durante nuestra travesía, vimos un grupo de Blancos que habían construido una choza en la ba– hía arenosa entre "Snake River" y "Grape Ray". Bo– gamos por enire las embravecidas olas y fuimos arro– jados enfrenie de su choza; pero en cuanto nos vie– ron huyeron a esconderse en el monie; había en la choza una cantidad considerable de "warree" seco, pecarí seco y carne de lortuga nada de 10 cual to– camos. Yo dejé unas pocas cuentas, 1en±es, ganchos y airas artículos -que para ellos serían valiosos– en un lugar visible de la choza.

En±re Matina y "Monkey Poin±", la región, que está muy poco habilada, presenta un aspecto muy hermoso con sus valles y colinas húmedos pero des– provista de puerios. Los siguientes son los nombres de ríos y aldeas siluados en esta región: Río Que– mado, Punta Caneta, De las Doraces, De Dios, "Ba– nana", Punta Blanco, San Antonio, "Lime Bigh±", "Grape Kay", "Salt Creek", y la pequeña ensenada de El Porie±e. Se dice que los Blancos han acepta– do a misioneros Católicos que se oponen a que éstos 110s Blancos), hagan negocios con comerciantes; ±o– do esto ha traído para los Blancos la enemistad de sus vecinos-, que odian a los Españoles.

"Sal! Creek" dista doce millas de Matina, que, junto con el puerlecito de El Porle±e, se conoce co– rno el puerlo de Carlago; la bahía enfrente de Mati– na River no es lnás que una gran ensenada abierla, donde es casi imposible atracar una embarcación Europea: "SaU Creek" se puede conocer por la pre– sencia de varias pequeñas islas siluadas a la orilla del exiremo sur de la bahía. Este es el principal re– fugio (o punto de reunión) de los contrabandistas

cuando sus cargas no pueden ser desembarcadas en Malina River. Este último río tiene su origen a más de 80 millas en el interior; como a 30 millas de su desembocadura se le une un afluente en el cual los Españoles fienen una forlaleza conocida con el nom– bre de Castillo de Austria; de allí hay un calnino como de ocho leguas hasta un Embarcadero, que dista doce millas de Salt Creek". Los Norleameri– canos han visitado con regularidad, pero secre±a– men±e, esfe puerio (el de "Sal! Creek") en todas las épocas durante los últimos diez años; una casa co– mercial en Nueva York envía todos los años tres o cuatro goletas a su agente, un señor de nornbre Smi±h, en Salt Creek, quien vende los productos traídos y recauda las ganancias mientras las gole– tas recorren la costa en busca de carey, copal y otras gomas, zarzaparrilla, "±asao", etc. Este negocio es basian±e lucrafivo para los Norleamericanos; les per– lnile vender productos de los Indios a precios tan ba– jos que los Jau"1aicanos se ven imposibilitados de competir con ellos.

La ciudad de Cariago es la capilal de la pro– vincia de Cosla Rica; la población en 1823 se cal– culaba en treinta y siele mil setecientas dieciseis al– mas; pero como a los dos años de esa fecha fué destruída por un tremendo terremoto que estrer.:\e– ció a todo el Islmo de Darién. La noche del ±erre– lnoio yo estaba en casa de unos Indios en "Mon– key Poin±" y pude ver los desastres causados en esa parte de la costa. Ya bien entrada la noche sentí que la cama de mimbres en que dormía se sacudía violentamente; suponiendo que era mi compañero (uno de los comercian±es), o uno de mis amigos In– dios c;:ue trataban de asustarme o desperlarme, les pregunté disgustado qué les pasaba. Sin embargo, en unos pocos segundos, los gritos de las mujeres y de los hombres, junto con las ondulaciones del sue– lo que torcían la choza, me sacaron del suspenso. Inmedia±amen±e me precipilé fuera de la casa, y aunque apenas podía mantenerme de pie debido a las fueries sacudidas de la tierra, puede ver con mis propios ojos un cuadro que mientras viva ja– más se borrará de mi mente. La fierra se alzaba con"1O presa de convulsiones y parecía que nos iba a tragar, acompañado todo esto de un rugido sordo; los árboles, a poca disJ:ancia de la choza, eran sa– cudidos desde sus raíces con tal violencia que caían al suelo y sus ramas y troncos chocaban unos con airas con gran es±répito¡ las aves domésticas, las lo– ras, guacamayos, palomas, y otros volaban como lo– cos y también chocaban unos con otros, asustados y dando alaridos: los chillidos de los monos junto con los aullidos de los animales del bosque que pa– recían venir en búsqueda de nuestra protección, se juntaban con los alaridos de los asustados Indios y

cle sus animales domésficos y ioda la naiuraleza pa– recía estar presa de espanto. Aunque an±eriormen– fe había tenido que hacerle frente a huracanes y bo– rrascas en alta mar, la escena en que ahora me veía envuelto casi me hacía perder el juicio; transcurrió algún tiempo antes de que yo pudiera reunir mis fuerzas para darme cuenta cabal de la situación y pensar qué debía hacer para salvarme; consideré que el peligro más grande sería que el mar inunda– ra la costa, y por eso, levantando a mi compañero, nos apresuramos a nuestra embarcación y la pusi-

20

Page 89 - RC_1966_05_N68

This is a SEO version of RC_1966_05_N68. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »