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« Previous Page Table of Contents Next Page »fiéndome demasiado débil para protegerme de un grupa de hombres, por pequeño que fuera, y tenien– do sospechas de una traición, consideré que sería una imprudencia esperar su regreso.
La información que obtuve, entonces y después, fué que esta mina había sido descubierla río arriba hacía algún tiempo; y que los comandantes patrio– tas en "Old Providence", al enterarse de que el pro– pietario de la mina, Don Juan López, vendía oro a los comerciantes de Jamaica y a otros hasta por 3 o cuairo mil clólares de una sola vez, decidieron sa– quearlo y enviaron de la isla una embarcación con ese propósito.
López supo de su llegada a tiempo de huir con su gente y su tesoro, e internarse en el bosque. Los patriotas, o piratas, abandonaron el lugar después de asesinar a sangre fría a un fiel anciano negro que había dado la voz de alarma, y este atentado asustó de tal manera a los Españoles, que los tra– bajadores abandonaron la obra y la mina fué aban– donada por algún tiempo. Luego López obtuvo nue– vos trabajadores de Panamá; y cuando yo visité la costa la mina estaba siendo trabajada de nuevo, aunque de una manera l'nuy tosca. Los individuos que me pagaron con oro en polvo iban sin camisas y sin calzones; lo único que llevaban era una tela de algodón azul, a manera de taparrabo, en la cual escondían el oro.
Es dudoso que las autoridades Españolas ante– riores hayan sabido nada acerca de la situación de esta mina; que, em el estado adual en que se en– cuentra, sin protección de ninguna clase, puede ser saqueada en cualquier momento por los Indios Va– liente y aún por la tripulación de cualquier embar– cación piraia.
En el río Belén, o Belem, donde, en el año 1502
Colón no pudo hacer una colonia debido a la vio– lenta oposición de los nativos y al estado agitado en que se encontraban sus hombres, obtuve carey, por rnedio de dos Españoles que con sus esposas y sus familias residían en ese lugar.
El río es grande y anc.ho a la entrada; pero co– rno está abierlo hacia el nor-oeste, se ve bloqueado con más de cuatro pies de agua en su embocadura. El suelo a cada lado del río parecía ser muy férlil, con abundancia de víveres y otros produdos de la tierra. De allí procedí a Coclee, un río similar, don– de enconiré un grupo de Españoles montando guar– dia quienes, después de haber hecho canje con el carey que habían obtenido, me pagaron el resto de los produdos en efectivo. Esa gente siempre daba muestras de júbilo al verme, y me pedían que no dejara de visitarlos y que continuara haciendo ne– gocios con ellos.
Toda la costa, desde Chiriquí hasta Chagre, es– tá desprovista de puerlos para embarcaciones gran– des, y estando expuestas las embocaduras de los ríos a las marejadas provenientes del norle, nor-oeste y 11.0r-esfe, se encuentran completamente obstruídas; y como solo tienen unos pocos pies de agua a sus entradas, se encuentran totalmente impropios para la navegación.
Este carla viaje fuá muy útil, y solo me llevó ires o cuatro días. Como pude haber vendido el do– ble de los arlículos que llevé, me sentí alentado pa– ra hacer viajes 'semejantes en el futuro, con canoas
más grandes y con un itinerario fijo para tocar en diferentes puntos de la Costa Mosquita; y para con– seguir esas canoas, aproveché la oporlunidad de acompañar a un comerciante que regresaba a lo lar– go de la costa en una embarcación adecuada. Al abandonar Bocas del Toro visitamos el río principal de los Tiribees, -una tribu de Indios que, a instancias del rey Mosquito, se mantienen en gue– n-a constante con los Blancos y Talamancos, que son tribus del interior; a quienes persiguen como bestias salvajes, y no sienten la menor compasión para aca– bar con todos, sin respetar sexo o edad: solo los pe– queños se salvan, los cuales son vendidos como es– clavos a los principales jefes de la nación Mosqui– ta. Esos Tiribees habitan la región desde la entra– da de la Laguna de Boca del Toro hasta el río "Ba– nana"; hay una pequeña bahía al norle de éste que puede ser considerada como el límite entre esta tri– bu y las dos tribus arriba mencionadas. Los blan– cos y Talamancos recorren la costa de ahí hasta "Sali Creek", para cazar y pescar durante la época, pero no tienen residencia permanente en la costa. Los Tiribees están aún más atrasados que los Valientes y los San BIas desde el punto de vista de la civilización; pero, a pesar de la política inhuma– na y egoísta de los Mosquitos de fomentar sus cos– iumbres salvajes, ellos dan muestras de una gran inclinación a seguir el ejemplo de los Indios más ci– vilizados que mantienen contado con los Ingleses. No ha sido sino hasta muy recientemente que han abandonado las montañas alentados por el éxito obtenido por los Valientes y otros, para buscar tor– tuga en las bahías y recoger zarzaparrilla para ven– derla. La mayoría se mantienen desnudos, con la excepción de algunos ancianos que se cubren con la tela de corleza que ya ha sido descrita o con la espata (membrana que cubre las hojas de cierlas plantas) de una especie de palmera. Ellos conser– van como trofeos, y adornan sus casas, con las ca– laveras de sus enemigos; y todo Tiribee que ha ven– cido a un adversario perfora el centro del labio in– ferior con una especie de espina blanca especial, o un huezo de pescado del tamaño de un alfiler, aña– diendo una nueva con cada nuevo adversario que matan: y yo he visto a algunos de sus hombres más imporlantes con veinte o ireinta de esos alfileres, de modo que el labio inferior tenía la apariencia de un peine. Me suplicaron que me quedara y me dije– ron que había vainilla y zarzaparrilla en abundan– cia, de las cuales ofrecieron recogerme la cantidad que yo quisiera.
Si se pusiera fin a la funesta influencia que los jefes Mosquitos ejercen sobre esa pobre gente, aumentaría su propio bienestar y el de las tribus ve– cinas; y daría impulso a su avance hacia la civiliza– ción. El odio que iodos esos Indios sienien por los Españoles ha sido un obstáculo para que los misio– neros Católicos penetren en esa región; sin embar– go, estoy convencido de que misioneros Ingleses, ce– losos y sesudos, encontrarían en esta región un cam– po amplio y favorable para su labor, en un país ameno entre gente que está deseosa de mantener contado con los Ingleses. Espero que a medida que esos Indios se vayan conociendo, sus necesidades sean aiendidas por aquellos que se preocupan por el bienestar de la raza humana.
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