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« Previous Page Table of Contents Next Page »largas varas de bambú, o cuando están ian maduras aue caen al suelo.
" El modo de vida de los Valientes es cómodo por regla general: La naturaleza les ha dado iodo lo necesario para vivir: las plantaciones se manejan con poco esfuerzo, y en sus bosques hay abundan– cia de animales de caza: en los ríos hay abundan– cia de peces, y en las lagunas, gran variedad de tor– :J;ugas de buena calidad y afros alimentos para su sus±en.to. En tiempos pasados, la vestimenta usual de esoS Indios era hecha de una especie de corteza de árbol, que se preparaba poniéndola en remojo primero, Y después machacándola con una clava lisa
y pesada hasta que alcanzaba una consistencia se– rneian±e a la del cuero de "shamoy" (chamoisl. Luego se le daba una forma cuadrada, con un hoyo en el centro para pasar la cabeza. Sin em.bargo, es– fa vez iban ataviados con más decencia; algunos de ellos hasta se pusieron un fraje Europeo; y yo he visio a los comerciantes y hombres impodantes bien vestidos, podríamos decir, o, como ellos mismos di– cen, "al esiilo de un verdadero señor Inglés", y se– guidos por muchos de sus compairiotas menos afor– tunados que tenían algúín favor que pedirles o sim– plel'nente iban deseosos de rendir homenaje al gran hOl1."lbre quien, mientras tanio, marchaba con aire arrogante con un parasol de seda sobre su cabeza. La época lluviosa no es considerada por ellos COlono una época insalubre: al contrario, es una épo– ca de descanso y esparcimiento, en la cual hacen fiestas para beber preparaciones ligeras de cacao, que consumen en grandes cantidades. Su método de prepararlo es l"l"lUY sencillo: simplemente se ma– chaca con una piedra y se muele hasta convertirlo en una pasta o masa, que se diluye con agua ca– liente; y en esa forma es dado a los invitados en jícaras conteniendo cada una un cuarto de galón: Algunos Indios se beben ocho o diez cuartos de ga– lón de una sola sentada, lo cual lo SU1ue en un esta– do de letargo. En esas reuniones uno de sus pasa– tiempos favoriios es contar cuentos largos, o aren– gar en un tono de voz armónico y monótono, y io– dos escuchan sin interrumpir al orador, aunque se les haga muy difícil creer la hisioria que éste relata. Yo mismo, en más de una ocasión, les he relatado alguna anécdota interesante de mi vida o les he ha– blado de la potencia y el desarrollo Europeo: Yaun– que lo que yo les decía les debe haber sido difícil de comprender, ellos, aunque son muy ignorantes, nunca interrumpieron mi relato. Cuando el relato llegaba a su fin, algunos de los más ancianos se quedaban pensativos unos minutos, y después de mirar a su alrededor para recoger, como si dijéra– mos, las opiniones de los asistentes, decían en fono grave: "Lie, Roberl, Lie" (Mentira, Roberlo, menti– ra), -a 10 cual yo contestaba, "no es mentira, todo es verdad, al esiilo Inglés", "pero ahora", añadía
yo, "vaya hacerles un relato de mentiras"- a 10
cual ellos se congregaban a mi alrededor con gran deleite para escuchar "a Roberl relatar cuento". Sus bebidas de chicha son diferentes; y, en al– gunos casos, ese licor, 10 mismo que una especie de vino hecho del fruto de un tipo de palmera, los in–
toxica totalmente. Pero esto es mucho menos fre– cuente enfre los Valientes y los San BIas, que entre cualquiera otra tribu de Indios que yo conozca; y
esas compe1:encias de beber, sólo se dan en cierlas ocasiones especiales, tales como antes de salir a la pesca de la tortuga, al levantar una cosecha de luaíz, en una boda o al nacimiento de un niño. Pueda que hayan sitios en la costa más favora· bIes para el comercio; pero, como residencia salu– dable o corno sitio donde se esiablezcan permanen– temente los Europeos, yo prefiero a Chrico Mola Ri– ver sobre cualquiera otro de los lugares que he vis–
to. Los animales domésticos aumentan rápidamen– ±e con el menor cuidado que se les preste; unos cuantos cerdos, que yo conseguí para la crianza, al igual que unas cuantas aves de corral, se reproduje– ron con ±al rapidez, que yo no sabía que hacer con ellos hasta el lTleS de Mayo, cuando llegarían los comerciantes a quitarlos de mis manos junto con unas cuantas vacas y terneros.
Los mosquitos, moscas, y otros insectos que son 1:an 1uolestos en la costa, aquí apenas si se ven; y, durante m.i esladía, siempre dormí sin necesidad de mosquitero. Las serpientes y otros reptiles veneno– sos son igualmente escasos, y es aún más raro oír hablar de álguien que haya sido mordido por uno de éllos. Sin embargo, en una ocasión me escapé con dificultad de uno de esos animales. Me había estado bañando una mañana corno de costumbre y lTIe disponía a dirigirn"le hacia mi casa por la ribera, cuando uno de los Indios que venía río abajo en una canoa, señaló en dirección a unas piedras grandes, redondas y de color oscuro, cerca de las cuales yo había puesto unos minutos antes mi camisa y pan– talones, y exclamó "Hai Robed, la ves, la gran ser– pienle". Sin embargo, yo no vi nada: El Indio me sugirió que me apartara del lugar, que cogiera mi escopeta y que me 1ue±ira en la canoa. Yendo en dirección 'opuesta al sitio que había señalado, pude ver finalmente, enrollada enlre las piedras a una gran serpiente de color oscuro, con la cabeza en el centro del círculo un poco erguida, aparentemente dormida. Apuntando de una distancia prudente, le hice añicos la cabeza con el contenido de los dos cañones de la escopeta. Es±a serpiente era de una especie cuyo piquete es morlal, pero yo más bien creo que era una boa color oscuro: medía más de
12 pies de largo, y los Indios afirmaron que debía haber cruzado el río provenienie del monte que que– daba al lado opuesto, porque es muy raro que se arrimen a las plantaciones.
Como he hecho excursiones frecuentes a la La– guna de Chiriquí, puedo asegurar con cerleza a cualquier navegante que la visite, que en ella en– con±rará un puerlo seguro y magnífico. Tiene fres entradas, una al este por la Punta de Valiente o Va– lencia; la otra por el nor-oeste al lado de los cayos de Sapadilla; y la tercera por la Laguna de Bocas del Toro. -La primera y segunda entrada arras– tran una corriente suficiente de agua para barcos de gran tamaño; y la Laguna es capaz de dar albergue a toda la Marina Británica protegiéndola de iodos los vientos. Hay varios escollos de coral blanco en la Laguna, pero iodos son perfectamente visibles a la luz del sol; y como el agua, en general, es comple. ±amente mansa, una vigilancia alerla es iodo el pi– lo±aje que se necesita. A la enfrada oriental hay un cayo pequeño, * y a su lado opuesto, en el extremo
(*) Cayo de Patterson.
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