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« Previous Page Table of Contents Next Page »bré el conocimiento, me enconiré en el agua, cerca de una isllia a poca distancia de la caída del agua, cogido firmemente de las ramas que colgaban so– bre el río. Unos indios al oiro lado del río, que no habían visto el accidente, me llevaron a mi propia casa. Sintiéndome enfermo por el golpe recibido, me acosté para poder recobrarme. Mieniras tanto, mis acompañantes en la canoa se habían ido a casa y dieron la noticia de mi muerle, en confirmación de la cual señalaban los destrozos de la canoa que flotaban en el río. Apenas había estado una hora en mi hamaca, cuando el vieja Jasper, y oiro de los jefes, llegaron a mi casa lamentando mi muerle y dispuestos a hacer inventario de mis cosas, para en– tregarlas a mis parientes o acreedores. Nada pue– de igualar su sorpresa cuando yo me senté y les pregunté qué es lo que querían hacer. "Por Rober– to!" -esta era una exclamación favorita del ancia– no je.Ee-, "no ahogarse!" lueño añadió con un cier– to grado de asombro reverente, "esto es obra de Dios, por Roberlo! sólamente obra de Dios'"
También tienen ideas vagas de espíritus deshu– manizados y del oiro mundo, donde esperan encon– irar buenos cotos de caza con bastantes presas y provisiones. Yo creo firmemente que si hubiera un misionero sensible y permanente, de principios libe– rales, capaz de hacer a los Indios familiarizarse con las arles de Europa, que acompañara a cualquier tra– ficante que residiera enire ellos, y que gradualmen– te venciera sus prejuicios y les señalara las venta– jas de la civilización, las observancias religiosas y ciedas leyes fijas, podría ejercer gran influencia so– bre enos y hacerles mucho bien.
Sus casas son construídas cerca de las riberas del río y se erigen de la siguiente manera: se entie– rran tres, y a veces cuatro, postes en el suelo, a dis– tancias equidistantes, según la longitud de la casa; a eSÍos se asegura la solera principal. Luego se en– tierran postes pequeños, de la misma manera, a cada lado, a in±ervalos de diez o doce pies; se colo– can enseguida unas varas largas desde la solera prin– cipal a la de los lados; el fecho se forma cubriéndo– lo con hojas de una palmera, extremadamente du– rable; las paredes de los lados se cubren de la mis– ma manera. Algunas veces el techo baja a los lados de la casa a unos cinco pies el suelo, y se dejan esos lados completamente descubierlos, sin pared algu– na que proteja a los de adeniro de las inclemencias del tiempo. En este caso, duermen en lo que ellos llaman "crickeries", una especie de plataforma ele– vada, formada por cuatro postes enterrados en el suelo a distancias iguales como para formar un mar– co cuadrado; tablas de madera de cedro, corladas de igual longitud forman el piso de la plafaforma. Es±e dormitório es por lo general, lo suficientemente grande para albergar al marido y a dos o ires de las esposas; y, cuando la familia es numerosa, se consiruyen varios de estos dorrniforios deniro de la casa, a la altura del alero. Un poste de madera dentado sirve de escalera, y como con solo una ha– cha por Íl'istrurnen±o se puede corlar una tabla, para construir esos dorrniforios se requiere mucho traba– jo.
Sus plantaciones de plátanos son extensas, y en Chrico Mola, se erlieriden por varias millas a lo largo de las riberas del río. Estas plantaciones nun-
ca se agotan, como en cierlas parles de la Costa Mos– quita, donde el terreno es pobre; al confrario, siem_ pre nacen nuevos vástagos o hijos al pie de la plan– ta original; y la exuberancia de su desarrollo es tal que es necesario deshojarlos con frecuencia, fras. plantarlos o destruirlos. Más adentro se cultivan grandes cantidades de cazabe y maíz Indio; pero para su sus.l:ento emplean plátanos, bananos y ca– zabe. El método de preparar el terreno para una siembra de maíz es muy sencillo; la persona invita a sus vecinos a beber chicha, les manifiesta su inten– ción de desmontar un lote de terreno, y les solicita su ayuda. El día señalado llegan iodos los hombres con sus hachas o machetes, corlan los árboles y las malezas, y dispersan las semillas por entre los fron_ cos caídos. Esto se hace generalmente pocos día,s antes del comienzo de la época lluviosa. Las ra– mas caídas protegen los retoños del bochorno del sol, y a los cinco meses los granos, que ya han ex– cedido esta protección, están listos para ser cosecha_ dos; lo cual es algo incómodo porque el único mo– do que se puede llegar hasta ellos es trepando por encima de los froncos, ramas y residuos de los árbo. les caídos.
Cuando se ha cosechado el grano, la madera, que por entonces ya está bien seca, es quemada, y avivada por los fallos secos de maíz, arde tan feroz– mente que solo deja cenizas, y los tocones (o mu– ñones) de las plantas en la superficie. Por medio de es:l:e método sencillo, el terreno se considera su– ficien±emen±e limpio para .toda clase de siembra. El cacao se da en toda plantación de banano o de plá– ±ano; el terreno en las riberas del Chrico Mola y de ofros ríos que desembocan en la Laguna de Chiri– quí se presta muy bien para el cacao; llega a su perfección a los cuafro o cinco años, y no da mu– chos problemas a los agricultores, quienes lo culti– van solo para su propio consumo; aunque si lo cul– ±ivaran corno artículo de comercio, se producirían inmensas cantidades, de calidad excelen:te, en las ri– beras de esos ríos.
El terreno aledaño a Chrico Mola, corno ya se ha dicho, es extremadamente férlil; produce a la per– fección casi todas las frutas propias de la América del Sur; tales corno el mamey, sapo±illo, cocos, na– ranjos, algarroba, "soupa" (que en su época se pre– fiere al plátano, banano y cazabe); y una variedad de airas frufas valiosas y deliciosas.
La "soupa" merece especial atención. Es una especie de palma; el ironco está completamente cu– bierlo de púas y espinas, y mide de cincuenta a se– senta pies de alto: en la cima, las hojas se esparcen en una forma siznilar al cacao -tienen forma de pluma, muy delgadas, onduladas, y encrespadas ha– cia la punta. Da varios raciznos de frutas, teniendo cada racimo de ochenta a cien frutas. Primero son verdes, luego amarillas como una manzana, y fi– nalmente se tornan rojas a medidas que van madu– rando. Son del tamaño de un huevo de gallina, y muchas veces carecen de semilla; el fruto es hariná– ceo, y un susiitu±o excelente en la ausencia de pan o verduras. La madera del árbol es extremadamen– ±e dura, pesada y de fibra muy compacta; se usa para hacer arcos, pérligas para atrapar ±orlugas, y para mangos de lanza. El tronco es tan espinoso que las frufas solo se pueden corlar valiéndose de
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