Page 84 - RC_1966_05_N68

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Esta visita provocó considerable especulación entre los Indios, a quienes me esforcé en convencer de que era de sumo interés para ellos mantener cor– diales relaciones con los Ingleses; que su región pro– ducía numerosos artículos, muy valiosos para el co– mercio inglés; y, que ellos sólo necesitaban ser co– nocidos para ser visitados por grandes embarcacio– nes mercantes direciamente venidas de Inglaterra. por lo general, esta visita, y mis consideraciones so– bre ella, causaron gran impresión en la mentalidad de los nativos; y posteriormente, a consecuencia de, ellas, me tuvieron mayor grado de estimación. Varias costumbres de los Valientes parecen ser peculiares de su raza. Cuando uno de ellos muere, su cuerpo es enterrado en el piso de la casa ocupa– da por la familia; la única excepción a esta regla es cuando el Indio ha muerto por la picadura de una serpiente, o que haya muerto en una riña con algu– no de su propia tribu. En cualquiera de estos casos, son enterrados bajo una casa en su propia heredad

y sus implementos de guerra y otros utensilios, son enterrados con ellos; su canoa es generalmente par– tida en dos y colocada sobre la tumba. Además, aun los chagüites y las provisiones pertenecientes a esas personas son inmediatamente destruidas. A la muerte de un familiar, ellos muestran extraordinario pesar, las mujeres especialmente, quienes se golpean el pecho, se tiran de los cabellos, se cortan las car– nes, y usan otras demosiraciones de extravagante dolor. El hijo, si lo hay, hereda la casa y las mu– jeres de su padre. Sus pertenencias, tales como, canoas, implemen:tos de caza y pesca, armas, y ba– ratijas, son divididos enire sus hijos. Si no hay hi– jos, el hermano mayor hereda todo. Las mujeres tienen poca escogencia en la disposición de sus per– sonas para el matrimonio: siendo ese asunto arre– glado siempre por sus padres, o el pariente varón más cercano.

Los niños, de ambos sexos, pronto son enseña– dos a nadar; uno de sus pasatiempos favoritos es jugar en el agua, a la que ellos se lanzan tan pron– to como pueden andar. Mieniras avanzan en años, son instruidos en el uso del arco y la flecha y la lanza; y adquieren destreza practicando con instru– mentos embotados sobre las aves de corral, perros y otros animales domésticos o pájaros que se crían en la casa. A medida que van tomando fuerzas, los muchachos tienen otras tareas que realizar; son lle– vados a pescar y a lancear tortugas. En estas expe– diciones se ausen:ian, junto con los hombres de tres semanas a un mes; y al regresar comparten su bo– tín con los vecinos y amigos. Las niñas son ense– ñadas temprano a acompañar a sus madres a los campos de labranza, a llevar pequeñas cargas de leña, plátanos, casabe y airas artículos; a moler el maíz, a lavar y preparar el algodón y la seda sil– vestre, y a atender airas oficios domésticos. Ellas juntamente con los muchachos, se bañan frecuen:ie– mente en el curso del día, pero, desde la edad de seis años, a cuya edad son generalmente esposadas, estas abluciones se realizan a cierta distancia, bajo la protección de sus madres, quienes después de ese período, rara vez permiten a sus hijas estar lejos de su vista hasta que se casan, lo que generalmen– te tiene lugar a la temprana edad de diez a doce años.

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Cuando un Indio Valiente se considera injuria– do o dañado por uno de su tribu, deliberadamente afila su machete; y en compañía de un amigo suyo va a la casa de su adversario, a quien reta a com– bate limpio. El reto es frecuen:iemente aceptado en el momento, se dan Hempo a prepararse, y el duelo no termina hasta que uno, o a veces ambos, es muer– to o incapacitado.

Despliegan considerable desireza en el uso del machete, tanto en el ataque como en la defensa; y es raro encontrar a un Valiente sin una profunda ci– catriz en su cuerpo, y particularmente cerca de la cabeza. Si el retado pospone la decisión de la riña para un día futuro, la cuesHón generalmente Se arre– gla por la intervención de amigos. Habiendo sido retado por uno de esos caballeros cortantes, yo in– sistí en sustituir aquella arma por pistolas, a cuya propuesta él declaró: "Moda inglesa! No buena!", y por la intervención de amigos arreglamos nuestras disputas sin derramamiento de sangre. Pocos entre ellos pueden usar armas de fuego con resultados, mas son muy exactos con el arco y la flecha, y son buenos y diestros lanceros.

Son por lo general corajudos, poseen mucho sen– tido del honor y continúan mereciendo el apelativo que les dieron sus primeros descubridores: "Indios Bravos" o "Valientes". Son gentes de una raza mu– cho más alla que los de San BIas, y pueden por su trato con Europeos y arras iraficantes, ser considera– dos más civilizados que la mayoría de las airas tri– bus que habitan esta parte de Tierra Firme. Su odio jurado a los Españoles y su parcialidad hacia los In– gleses, como puede 'verse por lo que se ha narrado sobre el tema, hace un establecimiento de comer– cio entre ellos, ya fuese temporal o permanente, com– pletamente seguro; yen punto de honradez, son muy superiores a sus vecinos, los Mosquitos, a cuyo rey, sin embargo ellos pagan una especie de tributo o reconocimien:io anual, el que ellos consideran a la luz de un presen:ie graiuito de acuerdo con una an– tigua costumbre en vez de una marca de sujeción. En mas de una ocasión han rehusado pagar este tri–

buto y hace cerca de cincuenta años, cuando surgió una disputa sobre el particular, el tío del Rey Mos– co con todos sus jefes y sus gentes que· le acompa– ñaban en número de cincuenta, cayeron sacrificados a su resentimiento.

Ningún Sukia, o sacerdote· de ninguna clase, re– sidió entre ellos durante los años que visité o viví en su región. Los matrimonios, bautismos y o±ras ce– remonias, comúnmente consideradas religiosas, fue– ron realizadas por los ancianos del lugar. No están exen:ios, sin embargo, de ideas de una vida futura y de una Providencia todopoderosa; y cualquier sor– prendente o providencial escape de peligro, o inex– plicable conservación, le dan a veces el nombre de "obra de Dios".

Por ejemplo, en una de mis excursiones más allá de los raudales, los indios inadvertidamente de– jaron que la canoa flotara tan cerca de un ±remendo precipicio que no tuvieron oportunidad de remada fuera de peligro: Inmediatamente se lanzaron al agua y nadaron a la orilla. Habiendo sido tomado tan de sorpresa, no hallé o±ro medio de seguridad que la de permanecer en la canoa, la que cayó so– bre el raudal y se rompió en pedazos. Cuando reco-

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