Page 75 - RC_1966_05_N68

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Capítulo 11

Yaaje a la Bahía de Mandingo. - Los nativos. - Comercio, ele. - Sarsadee. - La Compañía del Darién de Nueva Caledonia y Escocia. - Los indios San Blás. - Sus modos y coslumbres. - Su enemislad con los Españoles. - Mujeres. - Los Sukias. - Ríos. - Bosques. - Caza. - Peces, elc. - Todugas. _

Conchas de loduga, elc.,

Al llegar a Kings±on, Jamaica, a principios del año 1816, obtuve al poco tiempo el mando de un bergartín de cerca de 160 toneladas de capacidad, con una variada carga de no muy gran valor pero adecuada para el tráfico con los indígenas.

Salirnos de Puerlo Real, Jamaica, en el mes de Julio y al cuarlo día vimos las tierras alias tras la Bahía de Mandingo, entre Porlobelo y el Golfo de Darién. A la mañana siguiente anclamos alIado de sotavento en uno de los numerosos cayos que hay a la entrada y al poco rato vimos una canoa con dos indios que venía cautelosamente rodeando la punta. Al ver nuestra enseña Británica, se acerca– ron y nos llamaron. Mi asistente, que entendía su idioma, les contestó explicándoles que éramos ±ra– fican±es ingleses que veníamos de Jamaica. Al co– nocer el objeto de nuestro viaje nos aconsejaron que procediéramos primero al río Gran Playón, corno a un sitio más cómodo para descargar y conseguir car– ga con rapidez. Se retiraron enseguida para regre– sar por la farde acompañados de varias canoas y "dories" luna especie de bofe largo hecho del tron– co de un árbol), trayendo plátanos, bananos, cocos, yuca, cerdos, aves y ±orlugas, en cambio de los cua– les les dimos anzuelos, espejos, sal y otros arlículos que, excepto para ellos, eran de poco valor. Nues– ira tripulación, mientras tanto, se puso a pescar y pronto cogieron buena cantidad de guapotes, rojos y plateados, y otra gran variedad de peces, de mo– do que tuvimos abundante provisión y excelente. Habiéndose los Indios percatado de nuestra pre– sencia en la cosía, al siguiente día nos pusimos en camino por el pasaje inferior entre unas islas pe– queñas y la tierra firme. Es±e paso esfá lleno de rocas y corales, nl.ás el agua es tan clara que se pueden fáci1men±e ver y evitar durante el día, man– teniendo un hombre de vigía en la proa para dar aviso de su presencia. De noche, sin embargo, es– ±e paso inferior, entre la Bahía de Mandingo y Ca– reí, es ±ofa1men±e impracticable.

En±re estos dos puntos están las bocas de mu– chos ríos caudalosos, las fuentes de los cuales son ±0±a1men±e desconocidas aun para los Españoles, es– ±ando situadas en el corazón de una región ocupada por tribus de Indios hostiles, que siempre han man– tenido su independencia. Algunos de estos ríos se dice que comienzan a corla distancia del Océano Pacífico, pero ningún estudio auténtico de ellos se ha hecho aún.

Al atardecer anclamos cerca del río Diablo, y de acuerdo con la costumbre, dispararnos un cañona– zo corno señal para los Indios, cuyos principales es– ±ab1ecimien±os están situados en las riberas de los ríos, a una considerable distancia del mar. La de– fonación, aun de una pieza de a seis, se oye por un gran trecho en esta región, más sólo el sutil oído de un Indio puede distinguir entre sus retumbos en las montañas y el más frecuente sonido de los dis±an– fes fruenos. Al oir esta señal, se despachan inme-

diafamenfe las canoas para cerciorarse del objeto de la visita. Algunas veces llegan en la nl.isma noche, pero lo más corriente es que se aparezcan por la mañana.

Un buen número de Indios llegaron al bergar– iín a la mañana siguienfe y expresaron mucha sa– fisfacción al ver una embarcación del famaño del "Clara" en visita a sus cosfas con propósitos de co– mercio. Proseguirnos, por su recomendación, hacia Needle Kay, corno el lugar más apropiado para car– gar "fus±oc" Ipalo amarillo que sirve para tinfes) que sería la más voluminosa aunque la menos va– liosa parle de la carga. Fuimos poco después visi– fados por los jefes y por el Sukia, sacerdote o mago, de las grandes y pequeñas tribus de los Indios Pla– yones, quienes nos promefieron toda su ayuda. Por su recomendación emplearnos a unos cuanfos In– dios quienes con nl.ucha diligencia nos erigieron una casa en la ribera y en la que feníamos más ampli– ±ud para exhibir nuesfras mercancías de las que ±e– níamos a bordo. En dos o tres días desembarcamos y arreglarnos nuestros enseres, limpiarnos un sitio para recibir el fusfoc que los Indios se habían ido a recoger a sus diversos esfablecimien±os, y iodo augu– raba un éxito favorable a nuesfro viaje. Muy pron– ±o comenzaron a llegar los Indios en "dories" y ca– noas de todas parles de la cosía con el fus±oc; al– gunos de ellos traían desde quinientas libras hasfa ires, cuatro y cinco ±one1adas, más ninguno de ellos excedió esta úlfima cantidad. En cambio les di– mos, loneta para velas, driles y paños lisiados y ofros arlículos manufacfurados, xnache±es y una va– riedad de juguetes y chucherías propias de este ne– gocio, por cuyos arlícu10s, en cambio, recibirnos un precio enorme. Cerdos, aves y abundante variedad de provisiones y de frutas traían de los varios ríos, los que nos vendían a precios ridículos. Los cer– dos, conviene decir aquí, los dejarnos libres duran– fe el día para que buscaran su alimento, más en la noche, ya fuese por instinto o por miedo a las fie– ras salvajes, invariablemente regresaban y se apiña– ban en un montón cerca de la casa.

Deseosos de adquirir fan±a concha de forluga y cacao corno fuera posible, prepararnos dos bofes grandes, llamados bongos por los Españoles, para una excursión a lo largo de la cosía, pusimos algo de la mercadería a bordo y procurarnos la ayuda de un Indio traficante que parcia1men±e enfendía el In– glés. Esfando ansioso de familiarizarme con la cos– ±a tan lejos corno fuese posible, me puse al frente de la expedición. La primera noche dormirnos en un pequeño esfablecinl.ien±o en la riberas del río Bana– na, donde in±ercambiamos algunos artículos de po– co valor por conchas de torluga. De ahí prosegui– rnos al río Mosqui±o donde hay un es±ab1ecimien±0 considerable de Indios, más allí no pudimos hacer ne– gocio, pues quisieron conservar todas las conchas de ±orlugas que tenían, que era de la mejor calidad, pa– ra los traficantes permanentes empleados por She-

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