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« Previous Page Table of Contents Next Page »nas si escaparon con vida a Gua:l:emala. Una se– gunda expedición, en 1612, escollada por 25 solda– dos, fue sacrificada en esos mismos sitios por aque– llos ingobernables neófi:l:os.
En el año 1623 o:!:ros nlÍsioneros visi:l:aron el país más hacia el norle y, al principio, parecían :l:e– ner esperanzas de éxi:l:o, pero al fin, también caye– ron sacrificados por su celo. Es±os parecen haber sido los últimos serios intentos de los Españoles en ese sector en la subyugación de los indígenas, cu– yos primeros tratos con los Ingleses y o:!:ros Euro– peos, especialmente bucaneros, continuamente en
guerra con los Españoles, les ayudaron a man:l:ener su independencia. El :!:rato amistoso continuó sub– sis±iendo durante el período que los Ingleses tenían establecimientos en la costa, y les forlaleció en su buena opinión, y les enseñó a confiar en nosotros para esa protección que se espera que el Gobierno Inglés les extienda de inmediato, en caso de que una futura emergencia haga necesaria nues:l:ra in– ±ervención para su n1.an±enimien±o.
Edward Irving
Londres, Abril 1827.
Capitulo I
ralla ele inlonnación con respeclo a la Costa Orienta! y al Imell'Üor. - Imperfecla historia de .ruanos. Influencia ineticienie de la Iglesia Romana en la civilización de los Indios. - SUuación animo:r como parada con la aelual. _ Progreso de la última revolucién. - Oportunidad.es de informacién gozadas
por el auior.
Aún cuando últimamente ha aparecido mucha información valiosa respecto a la An"lérica del Sur, ningún viajero Europeo, desde la Revolución hispa– noal'nericana, ha dado inform.e alguno sobre la re– gión situada en±re México y Colombia que form.a el "Territorio Indio" y las "Provincias Unidas de Cen– ±ro América", ni sobre las nunterosas tribus indíge– nas en esa parle del mundo que continúan de±es±an– do el nombre de España y que no aclrni±en que na– ción alguna se establezca entre ellos. Es±o, en cier– ta medida, debe atribuirse al voluntario silencio de los traficantes europeos de las Indias Occidentales, los que están muy poco inclinados a dar inform.a– ciones que sin duda alguna provocarán compe±ido– res de su lucrativo negocio, y en parle por la falla de acceso de la Costa al Interior. Puede también de– berse en parle a resabios de la antigua a versión Es– pañola por los extranjeros, al compara±ivamenie re– ciente período en el que las Provincias Centrales se aven:l:uraron a declarar su independencia y a las di– ficuliades incidentales a la form.ación de su primer gobierno; más, sea de esio lo que fuere, es±amos ±o– davía obligados a buscar información respecto a es– ±a parre de América en los Bucaneros de los siglos pasados.
Ha aparecido una "His±oria Es±adís±ica y Comer– cial de Gua±emala" por don Domingo Inarrás, *
oriundo de Nueva Gua±emala, I±raducida por el Te– nien±e Bailey, de la Marina Real, e impresa por Hearne, de Londres, 1823); mas aunque dicho ±raba– jo contiene mucha información valiosa es en su ma– yor parle una compilación de inform.es antiguos, y por lo tanto de una naturaleza que no satisface al público inglés; o lo que en nues:l:ro país se considera
un punto imporlan:l:e, el guiar a sus hombres de ne– gocios en la extensión de sus relaciones comercia– les. Además, Juarros no parece saber nada del La– go de Nicaragua o el río San Juan, o tener algún conocimiento del ±erri±orio indígena y los estableci– n1.Íentos en la Costa Oriental, aun cuando estos ocu– pan más de la mi:l:ad de la América Cen:!:ral. Ha sido considerado por muchos, especialmen-
(*) J uan·os.
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te por aquellos adictos a la Iglesia Romana, que los esfuerzos de la clerecía Católica por humanizar a los Indios de Centro América, han sido eminentemente felices; y que :I:rayéndolos bajo el palio de la Igle– sia ha mejorado su condición, ha ensanchado sus poderes mentales y físicos, y, por lo ±anto, ha con– lribulclo a su bienestar y felicidad terrenas. Mas cuando desapasionadamente llegarnos a considerar y examinar su situación ac:l:ual, en comparación a lo que fue inform.ado aún por los nlÍsmos Españo– les lo que 1.abía sido al tiempo de la Conquista, hay mucha razón para temer que nos sintamos obliga– dos a hacer una pausa antes de adoptar tal posición. Cuando comparamos el estado de la gran mayoría de los aborígenes actuales con el de los descendien– tes de aquellas tribus bravías que buscaron refugio en la costa, o que defendieron allí sus posesiones, viene a ser motivo de duda, si estos úl±imos, bajo la dirección de los desordenados Bucaneros y licencio– sos traficantes, no han hecho mayores progresos en la escala de la humanidad, o bien, en todo caso, han conservado ntás de su antigua fuerza ntoral y física, que los descendientes de sus ntenos resuellos herm.anos de los Estados Centrales, que han gozado de la dirección de la clerecía Católica Romana. Al
considerar este asunto, sin embargo, no es solamen– te a la influencia peculiar que los dogmas de esa Iglesia ejercen sobre las mentes de las clases inferio– res manteniéndolas en sujeción esclavista a la de– clarada infalibilidad de sus doctrinas, que debemos buscar una explicación de esta circunstancia, pues bien puede considerarse como prueba, si es que es necesario, cuán lnás capaces de trabajo mental son los hombres en estado de liberlad que aquellos que se mantienen en estado de esclavi±ud.
De acuerdo con los historiadores de la Conquis– ta de Guatemala, este país, cuando fue primero in– vadido por los Españoles, bajo Don Pedro Alvarado, estaba floreciente y populoso, a un grado que, com– parado con el acíual número reducido y la desgra– ciada condición de los aborígenes, lleva a la mente a reflexionar con horror y asombro, sobre las ntasa– eres, crueldades y privaciones, con las que sús intré– pidos, más prejuiciados y despiadados conquistado-
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