Page 32 - RC_1966_05_N68

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se ejercifan talUbién en tirar la flecha, ya sea sobre un punto fijo, que sucesivalUenie se pone lUas y mas lejos, ya sea sobre un objeto lUóvil, por ejelU– plo un plátano, que uno de los asistentes arroja en adelante. Los resultados que obtienen en cuanto á la precision del tiro son sorprendentes. Ofro juego consiste en volar al aire una lUazorca de lUaíz que todos apuntan á la vez, y la experiencia es satisfac– toria cuando la dejan sin un solo grano. Un juego bárbaro es el en que dos lidiadores se dan recípro– calUente, pero, uno en pos de otro, un gran puñe– tazo en el pecho; el que renuncia el prilUero á se– guir la lucha es declarado vencido, y paga al ven– cedor una lUu1±a ó premio convenido antes de co– menzar.

En iodas las fiestas y reuniones las mujeres for– man sielUpre un grupo aparte de los hOlUbres; se sientan en el suelo en uno ó varios círculos, con– versan tranquilalUente, beben lUucho, y se estiran en el suelo para dOrInir cuando están ebrias. En la otra exfrelUidad de la casa, los hOlUbres, por el con– trario, están casi sentados sobre algun trozo de pie– dra ó banco, ó si no van y vienen. Ambos grupos parecen cOlUplefarnenfe extraños uno al otro, y ha– cen cada uno exacfalUente COlUO si fuesen solos. La dueña de la casa es el único vínculo enfre alUbos, y pasa el tielUpo yendo del uno al otro, con el inago– table huacal de "ulung". Al principio todo tiene un aspecfo bastante lucido: las pinturas están frescas, las conversaciones callUas, los selUblantes risueños y sosegados; en el suelo están tendidos con el lUayor aseo y sobre hojas, los pescados, plátanos y bollos de lUaíz. Pero luego las fisonolUias se elUbrutecen y el desórden es cOlUpleto; se pisotean las provisio– nes del banquete con los piés llenos de lodo, lo que no impide volverlas á probar de cuando en cuando, y, por todos lados, se ven gentes ir á vomitar, y vol– ver a beber otra vez. A pesar de aquellos excesos las riñas son poco frecuentes.

Los cantos, aun los lUas alegres, son sielUpre sobre una lUúsica lUonótona y apagada, COlUO la del talUbor de balUbú que los acolUpaña inevifab1elUen– te. Entre las lUujeres son silUp1e versículos, canta– dos en coro y acorde, y con un compás lento. En– tre los hOlUbres es lUas interesante. Cada uno á su torno se erige en cantor; y se 1evan:l:a en lUedio del círculo, se le pasa el talUbor, que se pone debajo del brazo izquierdo, y que ioca con los dedos de la lUano derecha. Si no tiene charreieras, ni gorra de plUlUas, se los presfan, porque parece que son in– dispensables. El cantor elUpieza entonces una es– pecie de dec1alUación sorda, cuyos versículos repi– ten los asistentes en coro. La originalidad consiste en que los versículos aUlUenfan de largo en cada co– pla, porque se repiten sielUpre las anteriores. EjelU– plo:

El Cantor.-¿Ouién ha dicho que el sol era alegre? Asistentes.-¿Ouién ha dicho que el sol era alegre? El Cantor.-El que ha dicho que el sol era alegre no ha mentido.

Asistentes.-El que ha dicho etc...

El Cantor.-El que ha dicho que el sol era alegre no ha mentido, porque sin el sol, es la noche, y la noche es frisie.

AsisienÍe.-El que ha dicho efc...

El' Can:l:or.-El que ha dicho que el sol era alegre no ha lUentido, porque sin el sol, es la noche, y la noche es frisie, puesio que á favor de su sOlUbra, iodos los seres malignos se deslizan hasta sus víctimas.

Asistentes.-E1 que ha dicho efc ...

Se sigue así hasta que todos se enredan y no pueden acolUpañar mas. La pieza anferior, que yo lUislUO he recogido, está llena de una poesía exfra– ña; se iermina por una invocación á la luna, que, por su sola aparición, disipa todos aquellos horro– res.

Esos canfos están acolUpañados sin interrup– ción por pifos, flautas y flajoteles de caña ó carrizo, de á uno ó de á dos tubos, y en los cuales el lUÚ– sico sopla sin saber que, ora con la boca, ora con las narices. A veces los lUúsicos tocan y bailan á

la vez, y, cuando están cansados, pasan su instru– lUento á un individuo cualquiera, el que inlUediafa– mente se pone á tocar, con tanta seriedad y elUpe– ño COlUO si fuese su profesión. Las lUujeres bailan aparte, y los hombres también. A veces las prilUe– ras bailan toda la noche, y los airas todo el día. El baile de los hOlUbres es una especie de panfolUina, ejecutada por dos ó cuatro de ellos, los cuales, á ese efecfo, se disfrazan, unos en lUuchachas, afros en ancianos. Se cOlUprende que quieren represen– tar un episodio amoroso: pero lo acolUpañan de los gestos lUas indecentes y de las posturas mas signifi– caiivas. El baile de las lUujeres es lUas gracioso: después de haberse fOrInado en círculo, y teniéndo– se por las lUanos, empiezan á dar vueltas caniando, y, á una cierta señal, se separan bruscalUenfe, elU– piezan á sa1±ar aisladamente sobre uno y afro pié, golpeando al cOlUpás un huacal que tienen en la lUano y que antes tenían en la cabeza. Poco á po– co se juntan dos por dos, y luego cuafro por cua– fro, y en fin, todas vuelven á fOrInar el círculo del principio.

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