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« Previous Page Table of Contents Next Page »table o está en manos de los Caribes e Indios hos– ±iles, quienes podrían hacer de esta costa la ruta más ~'direcia", aunque fuera peligrosa, sin tornar en en cuenia Tmjillo Y Omoa.
La costa, al occidEmie del Cabo de Honduras y TI11jillo, es baja, panianosa, poco veniilada y muy insalubre. .La disiancia, en línea directa, de Truji– 110 a Omoa es de aproximadarnenfe 60 ó 70 leguas, y un viajero que parece tener una opinión favora– ble de los Estados Centrales, relata su viaje de allí
a la ciudad de Guatemala de la siguiente manera: A su llegada a Omoa, él y sus compañeros optaron por pennanecer dos días a bordo en vez de expo– nerse a los pútridos vapores que se desprendían de los panianos. Salieron de Omoa el 28 de Abril de 1825 y recorrieron "veiniidos leguas hasia llegar a lá desembocadura del río que desagua en el Golfo Dulce y de ahí al mar. Prosiguiendo río arriba; hi– cieron su enirada en el pequeño golfo, y de allí a "Izabel", una aldea insignificante habitada por unos cuanios negros. En esa aldea vendieron unos col– chones que llevaban consigo y para reponerlos com– praron un tipo de ropa de cama más liviano que se conoce con el nombre de amaches. Se instalaron en una pequeña choza y la única provisión que pu– dieron obtener fueron unas cuanias aves. Esta al– dea queda a "dieciocho" leguas del río antes men– cionado. Salieron de allí· a las cinco de la ma– ñana y cruzaron las montañas Del Micho, llegando a Micho al anochecer después de haber recorrido unas distancia de sieie leguas aproximadamenie. "El cantina que recorrimos ese día era pésimo y
más de una vez nos hundimos en el fango. En la época lluviosa las mulas parecen a menudo en lagos de fango. Unas veces el viajero pasa al borde de precipicios donde es menester cerrar los ojos para no ver la situación de grave peligro en que se en– cuentra. airas veces no le queda otro remedio que depender enteramenie de la experiencia de las mu– las, que son muy asiutas para escoger los sende– ros adecuados, pero a veces ellas también se equi– vocan y se hunden en el fango hasta el abdómen. A veces el viajero tiene que descender por planicies de marcado declive de donde a cada insiante siente que se va a precipitar en un cenagal. Si su menie
Se aparla por un instanie de los peligros y dificul– tades en que se encuentra, escucha los rugidos de leones y iigres, el ruido desordenado de los aulli– dos de diferentes animales y el canfo de los pája– ros, cuyo plumaje de vivos colores parece resal– iar para hacer contraste con la escena de horror y peligro que acecha al viajero". Los viajeros pasa– ron la noche en una choza en Micho, donde cocina– ron una de las aves de corral e hicieron una sopa
y bizcochos. Al día siguiente reanudaron su viaje en la cumbre de una sierra donde aún escuchaban los rugidos de tigres. El camino estaba bastanfe bueno pero la bajada fue muy azarosa. Luego lle– garon a una alameda de palmeras silvestres. En algunos sillos el panorama era en ememo bellol en cambio en otros era horriblemente salvaje. Por la tarde llegaron a "Encuentros", un villorrio me~
diana de pocos habitanfes, a orillas del río Monfa– gual dista seis leguas de Micho. De Encuentros a Guana hay "cuatro" leguas por el monfañoso cami– no. De allí a Gualam, donde el panorama presente
mejor aspecto y donde ya se empieza a ver más po– blado, hay una distancia de más de "cuairo" le– guas. Gualam es ~ pueblo de cuelli-o mil almas. Cada día que pasa aumeirla' s.q. prosperidad y po– blación gracias al río Monfagua que pasa muy cer– ca de allí, por medio de cuyas aguas todos los pro– ductos de Omoa son enviados a Guatemala". El 5 de Mayo recorrieron dos leguas hasta lle– gar a San Anfonio, do,nde encontraron provisiones baratas, y como no iban a poder hacer compras en el camino, allí se abasiecieron de todo. De San An– tonio a la aldea India de San Pabló' hay una dista,n– cía de "cinco" leguasl llegaron a las ocho de la no– che y descansaron hasta los once, hora en que, ba– jo la luz de la luna, recorrieron ,;tres" leguas hasta llegar a Zacapa, una aldea grande situada en una extensa planicie. El camino a Zacapa era empina~
do y pedregosol se encontraron con más de un con– voy de mulas cargadas de producios destinados a la venta y vieron muchas Hendas de campaña en las cuales habían montones de frufas, granos, efc. Tam~
bién encontraron a Indios casf desnudos cargados como "bestias". El bochorno del sol era insopor– table y la sed era tal, que la aparición de una cho– za donde quizás sería posible obtener un sorbo de agua era recibida por todos con vüores de jubilo. No lejos de Zacapa, el río de ese nombre se junta con el San Agustín para fonnar el río Montagua, que nueve leguas más allá, en Gualam, a}.canza la suficienfe capacidad para ser navegado por canoas grandes por una distancia de cuarenta leguas has:– ta desembocar en el mar. De Zacapa a Similapa, una aldea de unas cien chozas, hay una disiancia de "ocho" leguas, y Sobecas queda a cuairo de allí. En los caminos había muchos caballos y vacas muer– ias debido a que iodos los pastizales esiaban quema– dos. De allí pasaron a Guastatojas, pueblo que te– nía varias casas de piedra, luego a Incontro y Ron– cadilla, a una distancia de siete leguas. Escalaron una moniaña y pasaron una sucesión de varias co– linas hasta llegar a Moniegrande, una distancia de "cuairo" leguas, y de allí a la hacienda del Padre Caballeros, que distaba "cinco" leguas. El resto del viaje fué más agradable porque el camino esta– ba más sombreado.
El 13 de Mayo recorrieron un camino angosto al borde de un precipicio, cerca de un volcán inac– tivo, y después de traspasar una montaña llegaron a San José, que dista cinco leguas de la hacienda del Padre Caballeros. Allí soplaba un aire fresco y
saludable. Pasaron la noche en una hacienda a dos leguas de allí, y a la mañana siguiente 114 de Mayal siguieron el viaje por un camino que al prin– cipio es bastanfe bueno, pero luego se pone muy malo, especialmenfe al aproximarse a la ciudad de Guatemala. Dicha ciudad está situada en una pla– nicie, que a pesar de estar muy mal cul:tivada, está compuesia de numerosas aldeas Indias. En los úl–
timos días del viaje se encontraron con Indios de ambos sexos, cargados como "bestias", que marcha– ban al rifrno de un tambor. Solo necesito añadir que la distancia iotal de Omoa a la ciudad de Gua– iemala es de noventa leguas, y que de acuerdo con un infonne de su propia Cámara de Comercio, en muchos casos, las mercancías no podían ser trans~
porladas de la Bahía de Honduras a la capital en
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