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Por lo tanto, la ruta por el Río San Juan, aun– que está bastante lejos de la parle central de los Esfados, es evidentemente la que el comercio Euro– peo tendrá que iornar para comunicarse con el Pa– cífico. Todavía exisie una tercera posibilidad: la de la vía Matina-Carlago, pero la distancia de allí a la capital y la falta de puerlo en el Ailánfico son obstáculos que hacen de ella una rufa poco atracti– va para todos' excepto los contrabandistas.
Volviendo a mis trámites en Belice, a poco de haber llegado' eniregué al Coronel Arlhur y al Reve– rendo Mt. Arrnstrong un breve estudio sobre los di– feren:tes sillos en que en mi opinión valdría la pena fundar colonias comerciales o de misioneros. Am–
bos se in:teresaron en mi estudio, pero los proyectos no se pudieron realizar debido a la intervención de cierlos individuos empeñados en perjudicarlos. Po– co después el buen coronel fue llamado por el su– perintendente para consternación de los habitantes de Belice que lo estimaban por sus cualidades de hom– bre justo y bondadoso. Eso, más la conducta dudo– sa del Rey Misquito, los intereses en constante pug– na de los comerciantes de Belice y otras circunstan– cias que no interesarían al lector, me obligaron a regresar a Inglaterra.
Pero antes de alejarme del mundo Occidental, estaba destinado a verme envuelfo en otra aventu– ra peligrosa. La pequeña goleta en que viajaba de Belice a Jamaica fue capturada por un gran bote de remos piraia cerca de la Isla de Cuba. Esta embar– cación llevaba a bordo un grupo de maleantes de distintas razas. Corno no teníamos cómo defender-
nos, no nos quedó otro remedio que someternos sin oponer resistencia. Después de apoderarse de to– dos nuesiros objetos de valor, los piratas nos orde– naron que abandonáramos nuestra embarcación en una canoa :toda resquebrajada y que los esp~rára
mos en un cayo o isla desierta que se veía cerca de allí. Me disponía a bajar de la goleta cuando uno de los piratas se enamoró de mi chaqueta. Yo me la quité y se la fué en el suelo diciéndole que "la tornara". Como no le gustó la forma en que se la tiré, sin mucha ceremonia me dió un culatazo y fui
a Parar a la canoa en estado de inconciencia. Cuan– do recuperé el conocimiento me dí cuenta de que por instinto me había colocado a la defensiva mien. tras él deliberadamente me apuntaba con una pis– :tola que dichosamen:te falló. Mieniras tanto mis compañeros se alejaban lo más rápido posible de la goleta. Permanecimos un momento en Sandy Kay, pero corno sabíamos que tan pronto como los pira– tas se apoderaran de las cosas más valiosas que– marían la golefa y completarían su crimen matán– donos a nosotros. decidimos huir. Tapando los ho– yos de la canoa de la mejor manera que pudimos, dimos la vuelta al cayo hasta llegar al lado opues– to del lugar en que los piratas esfaban haciendo sus fechorías. Procurando mantener el cayo inierpuesto entre ellos y nosoiros, remamos toda la noche en dirección a la Isla de Cuba, a cuya costa Sur llega– mos felizmente, e introduciéndonos en un pequeño río, nos abrimos paso por pantanos y lodazales has– ta llegar a una pequeña forlaleza española donde se nos traió muy bien y de donde fuimos enviados a La Habana. Ahí conseguí con facilidad mi pasa– je a Inglaterra.
FIN
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