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« Previous Page Table of Contents Next Page »todos los demás productos de los climas tropicales. No me cabe duda de que se podría culíivar suficien– te arrOz y. maíz para abastecer las necesidades de todas nues:tras posesiones en las Indias Occidenta– les. La pesca de la torluga no solo se debe prote– ger de los infrusos sino que también,' aplicando los métodos adecuados, se debe evilar que ese animal sea desfruido innecesariamente, y así se obtendría mayorcanfidad de carey.
Quizás no todos sepan que fue debido a razo– nes políticas y no a mal clima o terreno que el Go– bierno Brilánico se vió obligado a poner fin a sus colonias en la Costa Misquita' cuando estas estaban en pleno desarrollo, y que los COlonizadores Briiáni– cos abandonaron sUs planfaciones con mucha íris– teza y pesar. Sin embargo, muchos de los Criollos y gente de color, lo mismo que algunos' Europeos, decidieron quedarse, y hoy ,día sus descendientes aún viven allí sin ser molestados por nadie, llevan– do una· vida de bas±artte comodidad, especialmen– te ert Bluefields, Laguna de Perlas y otros lugares de la costa, a los que ellos y sus amigos Irtdios dan el nombre de colonias "Inglesas".
Sin tomar en cuenta a los aborígenes, el núme– ro de' personas' que estaban bajo la jurisdicción Bri– tánica en el año de 1757, de acuerdo con eü
repor– taje de su superintendente, Coronel Hodgson, era de aproximadamente mil cien almas. En el año de
1770, MI'. Edwards estima que el número había su– bido a mil cuatrocientos. La mayoría de esa gente se había establecido en Black River, Cape River y Brancmans. El primero de eSos lugares, donde los Ingleses habían constrUído una' pequeña forlaleza, fue la única colonia Inglesa de la que los Españo– les' fii3.taron de apoderarse. Pero inmediatamente fueron expulsados por Robínson, el General Indio a quien tanto he mencionado. El resto de los Ingle– ses, residentes en Cabo Gracias a Dios, Sandy Bay, Laguna de Perlas, las .Islas del Maíz' (Corn Islandsl, Bluefields, Punta Gorda,' Laguna de, Brewer's. Plan– iain River, Mistiso Creek y ofras parles de la costa, hasta . llegar a la Laguna de Chiriquí, nunca fueron imporlunados. Eran dueños de una flota de doce embarcaciones de comercio, algunas de las cuales hacían .comercio con Europa, y las ofras con Ja– maica y los ,Estados Unidos. Sus exporlaciones de caoba, zarzaparrilla, carey y mulas; junto con las especias, indigo, cacao, cueros' y otros produC±os que traficaban con los Españoles eran considerables e iban ért aumento cada día.
En el año de 1776 la pequeña lancha "Morning
Sfar'~ cuyos dueños eran Alexander Blair 'y el Dr. Charles Irving fue capturada por dos "Guarda Cos– tas" españoles, en ocasión de 10 ·cual fue infroduci– do en el Parlamento un documento r~dacfado por Bryan •Edwards ,en el que se .explicaba el derecho que tenía Inglaterra de mantener sus colonias en la Costa Mosquita. En 'ese documento, MI'. Edwards describe con claridad la conexión que había exis– tido entre los Ingleses y los Indios Libres de la Cos– ta Misquifa, desde en tiempos' del reinado de Car– los 'Primero y sostiene que, según el arlículo sépti– mo ,del fratado de: Madrid, en a670, las continuas cesiones hechas por. los Indios al Rey de la Gran Bretaña, fueron reconocidas y legalizadas y que esas cesionesnohabian sido anuladas 'por el tratado de
"Aix la Chapelle". Por consiguiente, la orden de retirar nuestras tropas y desmantelar las forlifica– ciones erigidas por los Ingleses en Black River, la cual fué dada posteriormente a ese tratado, "eviden– temenfe se basaba en la absurda noción de que la Costa Misquila formaba parle de la Bahía de Hon– duras, siendo este un caso de inexcusable falía de atención, pues no es ni parle de dicha Bahía ni tampoco "del terrilorio que España tiene en esa par– te del mundo". Pero, cualquiera que haya sido la interpretación que se le haya dado a esos fratados españoles, hoy día se puede considerar que ya no existen, y por lo tanto, es de esperarse que el Go– bierno Briiánico, llegado el momento propicio, vea la necesidad que existe de extender su protección a los descendientes de esos colonizadores Briiánicos y
sus amigos Indios, y no los abandone a las exigen– cias arbiirarias de los nuevos gobiernos de Hispa– no América, los cuales no tienen ningún derecho a reclamar como suya la Costa Misquita, y sin embar– go, por sus despóticos decretos, se toman la liberlad de imponer a esa gente un yugo similar al que ellos mismos se han impuesto. Es evidente que los na– tivos nunca se mezclarán totalmente con los ciuda– danos de esos nuevos Estados, rii tampoco se dejarán asimilar o dominar por ellos. Y como ellos (los españoles) carecen en la aC±ualidad del poder su– ficiente para ocupar el territorio Indio por la fuer– za de las armas, es de temerse que, a no ser que intervenga la Gran Bretaña, cedan sus pretensiones a los Estados Unidos, cuyos comerciantes, que ha– blan el mismo idioma que nosotros, han estado ex– tendiendo su comercio en toda la costa y debililando el rtuestro. Y si algún día los Estados Unidos lle– gara a tener un control firme en la región, no solo perjudicarían mucho nuesfros intereses en las Indias Occidentales, sino que, con un pretexto u otro, do– minarían y gradualmente desfruirían a los nativos a punta de frabajos forzados, la construcción de ca– nales u ofras obras. Ya he señalado al leC±or los puntos de la costa que son fuerles por naturaleza y fáciles de defender con muy poco gasto, y hombres como Bryan Edwards, el Coronel Hodgson, el Capi– tan Wrighf y ofros, han insistido repetidas veces en la importancia y gran ventaja que se deduciría de la ocupación de algunos puntos de la costa, espe– cialmente para proteger n uesfras posesiones en .las Indias Occidentales y para que en caso, de emer– gencia, tal como un huracán o cualquiera otra ca– lamidad, nuestros colonizadores puedan abastecerse rápidamente de provisiones, madera y ofros ense– res, en vez de tener que esperar largos días a que les lleguen, si es que les llegan, procedentes de los Estados Unidos y el Canadá, y en caso de guerra, de lugares aún más lejanos.
He hecho una descripción detallada de las prin. cipales rufas por las que los Estados Centrales fie– nen acceso al Atlántico y ahora solo necesilaré re– presentar un breve' cuadro verbal del camino que conecta la Bahía de Honduras con la capilal para demostrar lo incomunicados que están con la cosía Este del país y la consecuente dificuliad de manie· ner libre intercambio de produCÍOs con Eliropa y las Indias Occidentales, estableciendo la premisa de qué
la costa de lo que se conoce con el nombre de Pro~
vincia ,de Honduras es, en su mayor parle, inhabi-
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